| 25 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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García Albiol junto a Sánchez Camacho y Levy.
García Albiol junto a Sánchez Camacho y Levy.

Una carambola tapó la pugna en el PP catalán entre Levy y Albiol

A perro flaco todo son pulgas. Para unos hay ausencia de liderazgo. Para otros sobran egos.

| Ricardo Rodríguez Opinión

Una batalla insólita se declaró en el seno del mermado grupo de los populares catalanes y pudo incluso haber dado al traste con la estrategia frente al secesionismo. Y es que debajo del envoltorio, se ocultó la cruda realidad: estallidos de hostilidades, repartos de culpas y guerras por cuenta propia. 

El detonante, a la postre, fue la derrota del 27-S, donde el PPC quedó convertida en una fuerza menor. ¿Quién debía asumir el papel protagonista tras los pésimos resultados? Esa ha sido una pregunta que subyace en el pulso mantenido entre diferentes dirigentes del partido. Y lo que ha aflorado es la pelea entre Xavier García Albiol y Andrea Levy

Con su elección a última hora, el otrora número uno de la candidatura a las elecciones autonómicas puede exhibir su compromiso con el partido, un valor rayano en el suicidio y mucha devoción. Más que para enfrentarse al bloque rupturista, García Albiol estaba llamado a darle la vuelta a las encuestas. En otras palabras, a frenar el avance de Ciudadanos.

"Andrea es el complemento perfecto para Xavi", resumía Alicia Sánchez Camacho, aún máxima responsable del PPC. El caso es que Levy se convertía en la número dos de la lista. Si García Albiol no lograba salvar los muebles, en la misma sede de Génova la apuntalaban como el futuro de la marca. 

Y Andrea Levy debió de creérselo porque hasta buscó ejercer de jefa del grupo parlamentario echando mano de sus galones de vicesecretaria general del partido. Xavier García Albiol se negó a tragar y se plantó en medio de un caos donde las navajas volaban con inusitado furor. "Levy pretende ser Inés Arrimadas", se oía entre bambalinas. Hoy, en cualquier caso, tiene otros motivos de decepción. 

Los tiras y aflojas hubieran llenado tal vez de oprobio a gran parte de la militancia (el número tres de la lista, el bueno de Antonio Gallego, voló decepcionado y sin mediar explicación) pero también fueron retrasando la constitución de los populares como grupo en el Parlament hasta el último momento.  

Tan peculiar circunstancia fruto de una pelea interna, mutatis mutandis, acabó en un golpe estratégico del PPC, (una "acción premeditada", según Levy), para obstruir la tramitación del órdago independentista.  Y de paso los populares lograron el respaldo de C's, PSC y Sí que es Pot, que carecían de argumentos mejores para ser los adversarios más perseverantes del nacionalismo. 

¿Y qué pasa ahora en un PPC patas arriba? Sin tiempo aún para arreglar su propia casa, a la espera de su congreso de enero, los populares se han entregado de hoz y coz a atizar la sesera del secesionismo. La política, según señalaba Clausewitz, no deja de ser una guerra por otros medios.