| 23 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Sánchez, en su comparecencia tras la testificación de Rajoy
Sánchez, en su comparecencia tras la testificación de Rajoy

Los mundos de Sánchez

Sánchez habita en un mundo paralelo en el que él vive cosas que el resto no siente. Su petición de dimisión a Rajoy, último capítulo de una larga serie protagonizada por el líder del PSOE.

| Buendía Opinión

 

 

Sánchez tiene tendencia a creer que, cada día, está viviendo un momento histórico, como si su mera presencia y sus simples palabras convirtieran lo ramplón en excelsa alegoría del cambio.

Mientras todo el mundo veía a un presidente juguetón frente a un abogado inepto, Sánchez quería ver a un Rajoy acorralado, exhibiendo la bandera blanca de la rendición y confesando la muerte de Manolete.

Sólo a Sánchez se le ocurre pedir la dimisión de Rajoy en lugar de la del abogado enviado por su partido

Sólo eso explica que, con media España repantigada en la playa y la otra media con ganas de hacerlo, al secretario general del PSOE se le ocurriera exigir la dimisión del líder del PP y no la del abogado enviado al frente por los socialistas, pasado de rosca y más titubeante que un arenque en una piscina de tiburones.

En paralelo

El contraste entre el vacile de Rajoy y la solemnidad de Sánchez demuestra que al primero no le aprieta la correa pero al según sí el zapato: se siente tan incómodo de perdedor, el puesto que le han concedido los ciudadanos tras dos demoledores pasos por las urnas, que necesita hacerse el ganador, en un mundo paralelo donde los votos no cuentan y las ideas más peregrinas se mueven como Pedro por su casa.

De la plurinacionalidad a la dimisión, el discurso de Sánchez es un tobogán de naderías que proyectan siempre la misma pregunta al respetable, muy experto ya en Groucho Marx: "¿A quién vas a creer? ¿A mí o a tus propios ojos?". Y claro, la gente responde con un sopapo de papel, un voto en defensa propia.