| 28 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Iván Redondo, ¿detrás del levantamiento del veto televisivo a Vox?

Nadie le ha regalado nada ni a Santiago Abascal ni a Vox, sin la menor duda. Pero alguien en Moncloa pueda estar pensando en darles carrete con un fin: dividir al centroderecha más.

| El Topo Opinión

 

 

Tras un veto televisivo que ha durado años, Vox de repente ha irrumpido en la televisión pública con estruendo, con TVE dedicando este fin de semana más minutos a la formación en un sólo día que en los últimos cinco años, a cuento de su acto en Vistalegre.

Y lo mismo en otras teles como La Sexta, con casi monográficos en espacios estrella como 'Al Rojo Vivo' del amigo Antonio García Ferreras. Todos en un tono crítico, sí, con tertulianos despotricando hasta inflamarse la aorta y dos mensajes. Uno bien visible, "que viene la ultraderecha"; y otro más subliminal, "esto le daña al PP y a Cs".

 

Ahí tienen la clave: la fragmentación del centroderecha, como estrategia de la izquierda para ponerle más difícil al PP volver al Gobierno, sirviéndose de la misma teoría que en el pasado achacaron a Soraya Sáenz de Santamaría con Podemos: darle cuartelillo en los medios, por ejemplo en esa Sexta rescatada de la quiebra mediante su integración en Antena 3, para dividir el voto progresista y en definitiva fastidiar al PSOE.

¿Está ocurriendo lo mismo en la derecha? Lo cierto es que Santiago Abascal y Vox llevan muchos años trabajando, no son flor de un día. Pero lo cierto también es que, hasta ahora, han padecido un cordón sanitario evidente al objeto de impedir que irrumpa un tercer actor electoral en el tablero político liberal y conservador.

 

 

El Rasputín monclovita

¿Se ha levantado la mano por indicación de La Moncloa, y más en concreto de su Rasputín oficial, Iván Redondo? Así se cree en círculos políticos que no dan puntada sin hilo e incluyen, en esa misma táctica, el debate sobre los restos de Franco: primero se agita la división entre bloques, la funesta idea de las dos Españas en definitiva; y luego se incluye a un nuevo jugador en una de las trincheras, con el terreno ya soflamado y sus mensajes más ardientes con más llegada.

Sea cierto o no, no es ninguna boutade. Y bien que lo saben en las sedes de los cuatro principales partidos de España: en dos de ellas se ríen, y en otras dos se preocupan...