| 20 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Una mirada liberal sobre Cataluña

El autor analiza el problema catalán desde un óptica distinta: el derecho a la propiedad, el colectivismo como problema, el peso del Estado y el valor de las leyes.

| José Luis Montesinos (*) Opinión

No es la primera vez que alguno de los que defendemos que la Libertad Individual es el punto de partida inexcusable para legitimar cualquier ordenamiento jurídico caemos en la trampa que el Estado y sus defensores nos ponen y  juzgamos bajo una óptica equivocada, aplicando la lógica de la Libertad, cuestiones que vienen viciadas desde su cuna colectivista.

Reclamar la secesión y negarla a los secesionados es, como poco, un acto de cinismo hipócrita

Es lo que entiendo que le pasa a Sergio Marqués en el artículo al que replico y del que su propio autor me pide honesta opinión. Aquí la tiene: hablar de la propiedad colectiva de un país, de su territorio, exigiría que los propietarios, nosotros, los ciudadanos, pudiéramos ejercer el derecho que toda propiedad conlleva.

Deberíamos estar habilitados para poder comprar, vender, cambiar y, en esencia, hacer el uso que creamos conveniente de nuestra parte de la propiedad, cosa a todas luces imposible hoy en día, en España. Si no puedo ejercer mi derecho, es que no tengo ese derecho. La democracia, esta democracia, es algo muy distinto.

¿Propiedad de quién?

Si resolvemos este absurdo, en la que con frecuencia nos vemos atrapados liberales y libertarios cuando valoramos aspectos que manan del estatismo, si España es de todos los españoles, entonces podremos hablar de propiedad colectiva.

Es necesario, por tanto, articular previamente los mecanismos para que yo – y Sergio o usted, por supuesto- pueda ejercer mis derechos sobre la parte que me corresponda (y cargar con las obligaciones que ello conlleve, claro está). Mientras esto no sea así, no existe tal propiedad. Resuelvan esto y compraré el argumento.

Las naciones Estado no basan su legitimidad en la Libertad Individual, ni en la propiedad privada, individual o colectiva, que para el caso es lo mismo. Su legitimidad viene de la fuerza. Las constituciones modernas, incluyendo la española, pueden acercarse más o menos a la defensa del individuo, pero lo cierto es que en el caso español supedita esta defensa al bien común. La buena noticia es que la propia Carta Magna del 78 prevé mecanismos –complicados, sin duda – para su propia reforma. Algo es algo.

El procés

Para deslegitimar el proceso catalán sobran ya argumentos. Reclamar la secesión y negarla a los secesionados es, como poco, un acto de cinismo hipócrita. Solo esto sería un argumento de peso suficiente.

Añadirle, como manda la tradición colectivista, la trapacera trasgresión de sus propios mecanismos, las leyes que ellos mismos han definido, para alcanzar los objetivos que persiguen, por legítimos que estos fueran, roza la cuadratura del círculo.

El espectáculo ofrecido por el Parlament debe pasar a los anales como una muestra de lo que unos colectivistas motivados son capaces de hacer para conseguir cualquier cuestión. Esta es la forma natural de actuar de los estatistas. Así lo vienen haciendo desde que recuerdo.

 

El espectáculo del Parlament es una muestra de lo que unos colectivistas son capaces de hacer

 

No debemos caer por tanto en las trampas del consenso socialdemócrata. Medir colectivismo con Libertades carece de sustento. Si queremos usar la barra de medir del individuo necesitaremos entonces leyes legitimadas en base a éste, a la propiedad y a los contratos.

Bajo este prisma el resto de derechos, como el de libre asociación a un Estado o a un conjunto de reglas y fueros, se resuelve de una forma mucho menos traumática. De hecho es automático.

En este momento, sin embargo, tratar de encajar la Libertad Individual en un contexto constitucional que no la respeta de forma irrestricta se hace irremediablemente imposible, convirtiéndose en una lucha entre las libertades de unos y las de otros, reclamando su propio derecho.

El cambio

El camino a seguir se me presenta claro, aunque complicado. No es otro que el de reclamar y proponer los cambios necesarios en nuestro ordenamiento, para que la Libertad Individual se convierta en la piedra angular sobre la que descansan el resto de ambages legislativos.

Mientras tanto, solo podemos buscar culpables, señalar errores y nadar en unas aguas que dicen defender nuestros derechos, pero que en el fondo no lo hacen, porque parten de supuestos equivocados y porque son violentadas a cada momento por cada Neptuno que las gobierna.

* José Luis Montesinos es vicepresidente del Parto Libertario.