| 18 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El vicepresidente de la Generalitat y líder de ERC, el pasado febrero
El vicepresidente de la Generalitat y líder de ERC, el pasado febrero

El plan del ‘moderado’ Junqueras: acabar con Puigdemont y liderar la secesión

Oriol Junqueras tiene un plan, que nada tiene que ver con su supuesta actitud dialogante. Acabar con Puigdemont y liderar la independencia: jamás reculará ni moderará ese objetivo.

| Carlos Cuesta Opinión

 

 

Él se define como “moderado”. Incluso como “conservador antes que independentista”. Porque Oriol Junqueras, literalmente, se lo cree. Porque ha llegado al convencimiento de que su profundo deseo de construir una república catalana es una opción moderada y que los radicales son todos los que no lo comparten, aquellos que se empeñan en aplicar unas leyes que no emanan de Cataluña, del único pueblo soberano que él reconoce en ese territorio de España.

Nada más alejado de la realidad que creer en un Junqueras moderado y dispuesto al diálogo

Él se lo cree, se cree defensor de la seguridad y la credibilidad porque, como él dice, “eso ya está recogido en nuestro programa”. Y se cree poco menos que el hombre predestinado para llegar a crear la República Catalana.

Incapaz de negociar

Y si un problema es que él se lo crea, uno mayor es que fuera de sus círculos separatistas alguien se haya podido creer que a esas posturas se las pueda llamar moderadas. O, mejor dicho, que alguien así pueda llegar a ser capaz de negociar postulados moderados con el objetivo de cumplirlos.

Y ese es el peligroso discurso que circula últimamente por algunos rincones de la política española: el de creerse que realmente Junqueras es un tipo razonable que renunciará a la independencia catalana en cuanto compruebe el desastre económico y social que puede ocasionar la ruptura con España en aquella región.

Y nada más alejado de la realidad.

Junqueras se ha mostrado partidario de plantear “un ultimátum” al Estado. Ha dicho literalmente que “o hay referéndum o hay independencia”. Que “mi interés en presidir nada [preguntado por si querría ser presidente de una Cataluña independiente] es casi nulo porque yo soy republicano, no presidencialista”, aunque “ya veremos lo que sucede en el futuro”.

 

 

Hasta el final

Que “mi objetivo es lograr una república catalana”. Que “si el Gobierno cree que vamos a renunciar al referéndum es que no nos conocen”. Y todo ello lo ha pronunciado, defendido y reiterado en el último trimestre. No hace uno ni dos años. Porque se lo cree hasta el final.

Pero es coherente, algo que en los tiempos que vivimos le confiere una especial credibilidad y capacidad de liderazgo entre sus bases. Y es listo, factor que, además, le da una innegable ventaja frente a su pareja de Gobierno, Carles Puigdemont. Y, como tal, es consciente de que en estos momentos defiende un desafío a la Constitución Española que no lidera oficialmente.

Porque el presidente de la Generalitat no es él todavía, sino un señor llamado Puigdemont, resto superviviente de un partido a la deriva cuyo nombre cambia cada tres meses y que, simplemente con un pequeño empujón, puede desaparecer de escena para dejar todo el protagonismo de la supuesta ruptura con España a ERC.

Acabar con la vieja Convergencia y encabezar el desafío es lo único que mueve a ERC

Manipulación

Y eso, para una persona amante de la utilización de la historia -para alterarla y justificar su obsesión, pero enamorado en el fondo de su utilidad- es decisivo. Por eso, y porque sabe que, si consigue su fin de crear una república catalana, lo importante a partir de ese momento será dejar lo más debilitados posibles a sus posibles adversarios ideológicos. Y la vieja Convergencia, siempre será para la Esquerra aquella antigua burguesía a la que nunca han dejado de odiar.

Por eso opera en un segundo plano Junqueras. Porque no tendría sentido compartir cartel para implicarse, incluso penalmente, y acabar sin tener el protagonismo histórico. Porque es mejor para él dar la imagen ante todos de un ser dialogante, de un hombre capaz de dirigir los designios de Cataluña.

Porque mientras Puigdemont no deja de perder apoyos entre los votantes clásicos de la enterrada CiU, Junqueras no para de ganarlos entre los suyos sin movilizar en exceso a los clásicos de Convergencia. Y porque, si la jugada no le sale mal, es posible, hasta que le quiten a Puigdemont por inhabilitación. Y entonces, ya, será Junqueras el líder de la ruptura con España.

Cada uno que piense lo que quiera. Pero, que nadie espere que Junqueras acabe siendo un moderado. Podrá ser mas o menos estratega. Pero lo que hace, lo hace con un único fin: apuntalar su ansiada república catalana. Porque, como él dijo, “si el Gobierno cree que vamos a renunciar al referéndum es que no nos conocen”. Y si alguien en la alta política se ha creído que, apartado Puigdemont, se acabó el problema, tendrá largo tiempo para arrepentirse.