| 27 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Méndez de Vigo y Rajoy, durante un acto en Aranjuez el pasado octubre.
Méndez de Vigo y Rajoy, durante un acto en Aranjuez el pasado octubre.

El ministro estrella le colocó a Rajoy un hombre en el Consejo de Ministros

Formar un Gabinete supone siempre un encaje de piezas, como en los puzles. El Presidente dudó de sus movimientos hasta el final y un cambio de cartera que provocó un nombramiento inesperado.

| Ricardo Rodríguez Opinión

Conjeturas, rumores, sugerencias interesadas, ambiciones y deseos se mezclan a partes iguales en ese conjunto de equilibrios que siempre supone la formación de un Gobierno. Entre el blanco y el negro siempre está el gris y la lista de ministros sufrió alteraciones desde que Mariano Rajoy comenzó a perfilar su equipo, pero el secretismo con el que gusta mover los hilos le permitieron mover sus fichas sobre el tablero sin apenas interferencias hasta el último minuto.  

Rajoy ha configurado un Ejecutivo a su medida y en el que conscientemente ha mantenido a Soraya Sáenz de Santamaría con todos sus títulos en vigor y ha otorgado el correspondiente contrapeso a María Dolores de Cospedal. Aunque el trámite parezca fácil, su ejecución consumió horas de reloj, durante las cuales el control de la Portavocía, un puesto clave, estuvo en la cuerda floja, bailando entre el reforzado Iñigo Méndez de Vigo y, a decir de diversas fuentes, Fátima Báñez. Así resultan ser las perversidades de los encajes de bolillo.

Méndez de Vigo ocuparía Asuntos Exteriores, pero una reunión con Rajoy provocó un súbito cambio de carteras. Al dejarle por petición propia al frente de Educación, entró Alfonso Dastis, susurrado al oído del “jefe” por Méndez de Vigo

“A un amigo nunca se le dice que no”. La vieja máxima de la amistad funcionó en la cúpula del Poder. Iñigo Méndez de Vigo estaba destinado a ocupar Asuntos Exteriores, pero una reunión mantenida con Mariano Rajoy en el tiempo de descuento provocó un súbito cambio de carteras. Al dejarle permanecer por petición propia al frente de Educación y Cultura, entró Alfonso Dastis – susurrado al oído del “jefe” por Méndez de Vigo - como la imagen de España en el extranjero. El movimiento permitía a Méndez de Vigo ejercer además de portavoz, cargo que ya le había sido suscintamente mencionado por Rajoy en una conversación anterior. Con todo, aún hubo de esperar para obtener su confirmación como otro peso pesado del Gabinete.

Mariano Rajoy espera que Iñigo Méndez de Vigo sea como es, es decir, una cara amable y dialogante para evitar en lo posible una Legislatura de crispación. En parte ya había logrado esa imagen, cuando dio un golpe de timón en su desembarco en el Ejecutivo y empezó a reconducir la política educativa del polémico José Ignacio Wert, desmontando en un verano decisiones tomadas a lo largo de cuatro años. Forma casi una obsesión suya lograr un Pacto de Estado. A Méndez de Vigo pocos le niegan, por trayectoria, experiencia y capacidad, una condición de “político de primera”.

Nuevo ritmo

El objetivo del Presidente era imprimir un nuevo ritmo, inyectar confianza y proporcionar algo de frescura a un equipo agotado. Y todo ello en un contexto en el que se pasó, casi un año de interinidad por medio, de un Gobierno con mayoría absoluta a otro que tendrá un equilibrio inestable permanente, obligado a avanzar arrancando votos en una continua y a menudo a contrarreloj negociación parlamentaria. Una cosa es segura: Convendrá evitar dar algo por hecho y entonar un presumible “and the winner is…” hasta haberlo visto materializado. El estrés en el caminar hacia el Olimpo o hacia el averno gravitará sobre la vida política nacional.

Mariano Rajoy puede tener suficiente retranca como para poner al mal tiempo buena cara, pero sobrevivir en minoría será una prueba del nueve. Su capacidad de maniobra es mucho más frágil, mal que le pese, que la del marianismo a menudo prepotente de los últimos cinco años. El nuevo Gobierno habrá de hacer ahora de la necesidad virtud frente a una mayoría parlamentaria tan abiertamente hostil como para echar por la borda la Legislatura.