| 24 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Mis crónicas rebeldes desde el confinamiento: Aplausos

Por cada cama que se pone y por cada cama que se quita, por cada alta anónima o por cada baja conocida, del balcón a la calle y viceversa. Un país que aplaude sin saber porqué ni a quién.

| JM Felix Edición Valencia

Ha cedido mi director, sin considerarlo crítica objeto de monitoreo o señal de oposición desleal, tras amable reunión virtual, aunque real ya saben y practican, a que, de momento, introduzca una leve variación en la cabecera de estas crónicas. Me he conformado, de momento, hasta comprobar si aumentarán los lectores, o si hasta usted, fiel lector, desaparece. El pragmatismo de los hechos.

Elaboro ahora diversas notas tomadas a vuela pluma en el noticiero televisivo que pasa por tener mayor índice de audiencia, al día siguiente de la tormenta desatada por el general Santiago y su polémica confesión sobre el monitoreo, antes definido con desparpajo por el ministro que le manda.

Dejo para analistas más profundos -probablemente especialistas en mercadotecnia- las consideraciones comparativas entre la solemnidad (tal vez impostada) de Macron y la majadería (nada impostada) que exhibe Sánchez. Entre el tuteo de barra de bar y las formas palaciegas, entre el luto legítimo y la pena vergonzante, entre el jiji-jaja que exhiben nuestras nutridas televisiones de cumpleaños felices de niños y ancianos en su propio confinamiento, de taxistas solidarios, y sobre todo de aplausos, de muchos aplausos. Por cada cama que se pone y por cada cama que se quita, por cada alta popular y anónima o por cada baja conocida, del balcón a la calle y de la calle al balcón. Un país que aplaude permanentemente sin saber muy bien porqué ni a quién.

Cada escándalo tapa el anterior, de manera que estamos instalados en un círculo nada virtual y nada virtuoso por el que cada nuevo escándalo parece cocinado para ocultar el último. Vamos, de laboratorio que diría Trump muy convencido

A punto estuvo -de aplaudir- el presentador del programa cuando tildó a Simón (dimisión) de “siempre precavido” como si de un pleonasmo se tratara. Tengo ganas de saber si fue o no su hijo a la manifestación del 8M. Y para colmo el aplauso de la cúpula encargada del parte de guerra diario, a las balbuceantes palabras del general Santiago, cambiando lapsus por personas, ideologías y respeto. Eso sí, sin admitir preguntas de la prensa hasta que se calme la cosa. Que la mancha de la mora con otra verde se quita. Y cada escándalo tapa el anterior, de manera que estamos instalados en un círculo nada virtual y nada virtuoso por el que cada nuevo escándalo parece cocinado para ocultar el último. Vamos, de laboratorio que diría Trump muy convencido. Aplausos

Luego toca comparar -salvo cuando el presidente dice que no toca- con otras situaciones y países. Por ejemplo citar el repunte de casos en Japón para frenar el desasosiego español con este agotador confinamiento, pero sin decir que las bajas no alcanzaron a 200 con una población que triplica la española. Y señalar la disciplinada soledad pontificia en la Misa de Santa Marta o la civilizada cancelación de la Pascua ortodoxa de Corfú. Pero ni una palabra del concurrido episodio del Imán de Vendrell dirigiendo la oración en la calle para el anuncio del Ramadán. Aplausos.

Sugiero reservar el entusiasmo para mejor ocasión que ya vendrá. Y si algo hay que aprobar, eso sí con cierto entusiasmo, son señora Celaá los exámenes, y de paso reprobarle a usted su descaro sobre lo que pueden o no aceptar en su gobierno.

Ante la imposibilidad de disimular la ignominia mayor de la cifra de sanitarios infectados, vez y media la de los muertos contabilizados, como si de un macabro juego de adivinanzas se tratara, se enumeran de carrerilla los enredos, las estafas, los retrasos, los sobreprecios, los tests inútiles, los tapabocas inservibles (ojo a la analogía), las batas defectuosas o los ejemplares de blatodeos (cucaracha común) encontrados en alguna caja de material sanitario. Para enlazar, de inmediato, con las ventajas que la bicicleta nos deparará en evitación del transporte público, que ha pasado a ser la bicha, para la “nueva normalidad”, tremendo oximoron elevado ya a la categoría de mantra gubernamental y, por ende, objeto de lealtad y … de aplauso.

Dice la RAE que aplaudir es “palmotear” en señal de aprobación o de entusiasmo. Y “celebrar” en segunda acepción. Nada que celebrar, apenas esos pobres cumpleaños, tenemos en estas fechas. Sugiero reservar el entusiasmo para mejor ocasión que ya vendrá. Y si algo hay que aprobar, eso sí con cierto entusiasmo, son señora Celaá los exámenes, y de paso reprobarle a usted su descaro sobre lo que pueden o no aceptar en su gobierno. Aplausos.

¿Cuando, por cierto, aceptará Puig lo nefasto de la gestión de su consellera de Sanidad? ¿Para cuándo la dimisión o el cese de la señora Barceló? Aplauso final.