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Plaza de toros de Algemesí
Plaza de toros de Algemesí

Salvados por el virus

Dos de los actos más vergonzosos de maltrato animal institucionalizado de la provincia tienen lugar  en el mes de septiembre.

| Raquel Aguilar * Edición Valencia

Dentro del drama que está suponiendo esta terrible crisis sanitaria, las personas que no entendemos que se  siga maltratando, torturando y ejecutando animales, menos si cabe, en nuestros espacios públicos y con el respaldo de quienes nos gobiernan, estas semanas en la provincia de Valencia estamos de celebración.

 

Y es que dos de los actos más vergonzosos de maltrato animal institucionalizado de la provincia tienen lugar  en el mes de septiembre.

 

Uno, el campeonato de tiro y arrastre “Ciudad de Valencia”, donde durante tres fines de semana consecutivos, en el cauce del río Turia, constituido hoy como un gran jardín urbano en su paso por la ciudad, en que miles de personas realizan actividades diversas en completa armonía, el Ayuntamiento de Valencia, junto con la Generalitat Valenciana y la Diputación de Valencia (es decir, todos los niveles de estamentos públicos) han estado autorizando, promoviendo e incluso subvencionando una actividad que supone someter a un sobreesfuerzo desmesurado a los caballos, que evidentemente, no realizan de forma espontánea ni voluntaria.

 

Para poner en antecedentes a aquellas personas que lo desconocen, el tiro y arrastre es una actividad cruel y violenta que consiste, en su modalidad más habitual, en que 10 o más caballos recorran cargados con entre 2 y 3 veces su peso, una pista de arena de unos 50-60 m de longitud. Además de la dificultad que supone arrastrar este exceso de peso sobre la arena, al animal se le obliga a hacer tres paradas durante el recorrido, debiendo emplearse un tiempo inferior a 5 minutos para finalizarlo.

Esta actividad, que es totalmente antinatural para los caballos, pues les obliga a tirar de un peso abusivo, implica que los animales sean castigados físicamente y reciban golpes y tratos vejatorios, para que pueda llevarse a cabo. A pesar de este constante sometimiento de miedo y castigo, hay caballos que, debido a la inmensa carga, no son capaces ni de hacer la salida.

 

Según la Agrupación de fallas Seu-Xerea, organizadora del campeonato “Ciudad de Valencia”, desde el ayuntamiento se ha hecho todo lo posible para que se siga realizando, pero no ha habido más remedio que cancelarlo.

 

El otro acto que el coronavirus se ha llevado por delante este mes ha sido la “Setmana de bous d’Algemesí”. En este municipio de apenas 27.000 habitantes, hasta este año, todos los meses de septiembre las calles se han manchado de sangre. Y no lo digo metafóricamente. Lo digo de forma literal.

En el centro del pueblo se monta una plaza de toros temporal, en la que se masacra a decenas de toros, novillos y erales (animales que acaban de cumplir los dos años) que tras haber sido sádicamente torturados  hasta su agónica muerte, son arrastrados desde la plaza hasta el camión que se deshará de ellos por la calle, dejando una vergonzosa rúbrica de sangre en la vía pública.

La plaza no sólo alberga estas lidias. Algemesí ha sido lamentablemente conocido no por tantos elementos de patrimonio artístico y de verdadera cultura que posee, sino por su crueldad con los becerros, toros un poco más grande que un perro mastín. Y es que en esa misma plaza, los mozos del pueblo, disfrazados y con aparente exceso de alcohol, salen a la plaza a  maltratar y humillar a unos toros bebés (que hasta hace unos pocos años eran ejecutados allí mismo como parte de la diversión, por esos propios vecinos, ridículamente vestidos, a la vista de todos), mientras el público jalea y aplaude con la música de fondo en un perverso, esperpéntico y dantesco espectáculo de violencia.

Y por si fuese poco, la semana no se privaba de la suelta de toros y vacas por las calles de la ciudad.

Todas las modalidades de maltrato animal institucionalizado contra los toros, tenían lugar en apenas diez días en Algemesí.

 

No quiero dejar de recordar el incidente que además el año pasado tuvo lugar cuando un toro se escapó de la plaza (cuya puerta tenía dos cerrojos que presuntamente el toro ¿supo y pudo desbloquear?) y en su huída pavorosa por las calles, arrolló a varias personas, una de ellas un joven al que ocasionó lesiones en la columna. Desgraciadamente ese toro tenía ya la sentencia de muerte firmada y fue ejecutado en plena calle, acribillado por 27 disparos con pistolas de la policía local y finalmente degollado con un arma blanca.

 

Por suerte, este año la violencia hacia los animales no va a poder llevarse a cabo a vista de todos. Y lo digo así, porque la violencia hacia los animales nunca cesa y no siempre es visible. Al contrario, si lo que se ve es tan abominable, ¿que será de ellos cuando están completamente solos con quienes hacen de su maltrato una fiesta?

 

No obstante, vamos a celebrar este pequeño triunfo y vamos a desear con todas nuestras fuerzas, y seguiremos trabajando para que ese sueño se convierta en realidad, que el próximo año, ya sin este virus, no se maltrate animales en nuestras calles y plazas.

Que no se llenen nuestros espacios públicos de violencia.

Que no alenten quienes nos gobiernan estos vergonzosos y crueles actos.

 

 

*Coordinadora provincial de PACMA en Valencia