| 27 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse

La asignatura pendiente

Hay varias generaciones de españoles que no supieron valorar la importancia de aprender otro idioma como el inglés y hoy en día lo están "padeciendo"

| Margarita Morales * Edición Valencia

En la estación de tren

Entro en la oficina de atención al público de la estación de trenes en Castellón, para solicitar ayuda, dado que he comprado un billete en la máquina expendedora y ésta no me ha dado nada. Debo hacer cola, pues hay clientes.

De pronto el empleado de turno, el único que hay en la oficina, se levanta de su silla y se acerca a otra parte del mostrador donde está una pareja de jóvenes. Por su físico parecen extranjeros. Le da un papel al joven y con señas le hace firmar una hoja. El chico firma y le empieza a decir algo en su idioma natal. El hombre, de edad madura y rostro mal encarado, ni por educación lo mira, sólo se limita a recoger las hojas del mostrador.

El chico le sigue hablando, en todo momento educado, cordial y sobre todo con un tono de voz suave. El empleado se pone nervioso y groseramente le dice en tono alto "¡que no me hables en inglés, ya te he dicho que no entiendo inglés!"

Ante esos gritos, las personas ahí presentes clavamos la mirada en el hombre, sorprendidas por su reacción grosera. El chico refleja un rostro desesperado y se vuelve a los que estamos en la cola, preguntando si alguien sabe inglés y le puede ayudar. Me ofrezco a hacerlo. Me explica su situación y me dice lo que necesita saber del empleado.

Educadamente me acerco a éste, que ya ha vuelto a su sitio y sigue atendiendo a la gente de la fila. Cuando empiezo a decirle lo que el chico me ha pedido, con actitud mal educada y prepotente me dice: "si usted lo está atendiendo, usted resuélvale el problema".

Me quedo asombrada ante tal respuesta, pues nunca hubiera imaginado que un empleado se atreviera a decirle eso a un usuario que quiere ayudar a otro. Respiro hondo y le digo que el chico sólo necesita saber... (no me deja terminar) ¡y de nuevo, con su respuesta, me manda callar!

Lógicamente este tipo de comportamiento en un empleado, o en quien sea, altera el carácter de cualquier persona. Viendo lo mal educado que se muestra el hombre, le digo en tono firme que su trabajo de atención al público deja mucho que desear y que es una vergüenza que teniendo un puesto así, en el que lógicamente atiende a mucho extranjero, no hable inglés.

El hombre sigue refunfuñando mientras atiende a una persona. Para concluir, yo  sólo le digo que empleados como él deben aprender a cuidar al turismo, porque este país recibe muchos ingresos, gracias precisamente al turismo que lo visita.

Me salgo molesta, sin haber podido ayudar finalmente al turista y me acerco de nuevo a la máquina para insistir en la compra del billete, pues debo tomar el tren ya. Ganas no me faltan de buscar una oficina en la misma estación para denunciar el comportamiento de este empleado, ya que hasta ese momento yo desconocía que él mismo tenía la famosa hoja de reclamación y, muy a su pesar, me la hubiera tenido que dar, en caso de pedírsela para poner una queja en su contra. Yo pensaba que esas sólo las tenían en oficinas de más rango.

El chico, de origen inglés me alcanza, me da las gracias por la ayuda y me dice que es una pena que en varios sitios donde había estado, varios empleados no hablaran inglés. Sólo le digo que el inglés es y será la tarea pendiente de los españoles... Amén de aprender a cuidar al turismo. Nos despedimos y cada uno agarra su camino, sin saber en qué habrá terminado lo del chico.

En el Ayuntamiento de Valencia

Estoy haciendo cola en la puerta de acceso al Ayuntamiento de Valencia, justo en el arco de control donde uno tiene que dejar sus cosas en la banda para ser revisadas por el monitor. Un policía está sentando viendo el aparato y otro es el que se encarga de hacernos pasar y revisarnos. Delante de mí está un matrimonio inglés de edad madura. La mujer pasa el arco y éste empieza a pitar. El policía, con señas, le hace pasar de nuevo una vez, dos veces, tres veces y nada, el arco sigue pitando.

El compañero de la mujer sólo ve la escena. El policía no emite palabra alguna a la mujer en ningún momento, pues con sólo ver el rostro de la pareja, cualquiera se da cuenta que son ingleses y que el policía no sabe inglés. Sólo le dice a su compañero de trabajo que no logra encontrar qué pueda ser lo que altera la alarma.

Finalmente detectan que es una flor de metal que tiene el pantalón vaquero de la señora, la cual ya pasa tranquila. Luego el policía señala al hombre inglés que pase el arco, pero antes de hacerlo, éste le pregunta algo en inglés, mostrándole un objeto en la mano (el cual no logro ver), queriendo saber si lo puede pasar en su mano o en el bolsillo de su pantalón. Es entonces cuando el policía emite palabras y en voz baja le pregunta "what is this?" y cuando el hombre le responde, el policía no es capaz de entender nada y empieza la complicación del idioma.

Yo sólo observo la escena. Esta vez no me ofrezco, recordando la mala experiencia que tuve con el empleado de Renfe. Pienso que si intervengo en este caso, puede que el policía me espeta una respuesta peor que la del empleado, con lo soberbia que es esta gente cuando está en su papel de policía.

Tanto el hombre como el policía no logran entenderse. Y el compañero, que está sentado, sólo mira la escena, esperando. De pronto un observador se acerca y le dice al policía que le puede ayudar, que sabe inglés. El policía acepta y le dice lo que debe decirle al hombre. Éste entiende y le da al policía lo que traía en su mano (¡que nunca logré ver!) y pasa el control sin que éste  pite.

Entre deficiencia y resistencia

Esta situación que genera la falta de conocimiento del idioma inglés, duró como 10 minutos. Mucho tiempo si tomamos en cuenta que la cola ya era larga y que la mayoría íbamos a un evento que se realizaba ahí. Además, la escena se registró en el Ayuntamiento de Valencia, el cual, se supone, es un edificio que recibe muchos turistas y cuyo personal debe saber hablar inglés, al menos.

Si bien es cierto que en las zonas turísticas los profesionales de hostelería o de turismo en general, saben hablar inglés u otros idiomas que son necesarios para atender correctamente a los turistas, en otros sitios donde el turismo quizá no sea tan alto, el conocimiento del inglés del personal es muy deficiente.

Sin embargo las nuevas generaciones ya están aprendiendo más este idioma, incluso un segundo, pero las personas de generaciones anteriores siguen mostrando carencia y todavía una resistencia importante a aprenderlo. Prueba de ello es lo complicado que les resulta ver películas en inglés con subtítulos en español. ¡Muchos dicen que no son capaces de ver la película y leer al mismo tiempo!

Otro ejemplo de la resistencia al inglés está en los presientes que ha tenido el país durante la democracia. Ninguno, salvo Pedro Sánchez, domina ese idioma.

La pregunta es ¿por qué sigue siendo tarea pendiente el inglés en España? 

*Periodista mexicana residente en la provincia de Valencia.