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Medallas OTAN en pechos rusos

En 1996 el general Shevtsov se ponía al frente de una fuerza militar rusa integrada en la misión IFOR de la OTAN para Bosnia-Herzegovina. Fueron los años dorados entre Rusia y la Alianza

| Juanjo Crespo * Edición Valencia

La imagen de la interrupción de la rueda de prensa de Pedro Sánchez en Lituania por una incursión real -“Alfa scramble”- de un caza ruso en el espacio aéreo de la OTAN dio visibilidad en España al hecho –quizás poco conocido aquí- de que la confianza entre Rusia y la Alianza Atlántica está pasando una de sus horas más bajas.

Los españoles tenemos más sensación de amenaza si miramos al Sur: mafias, contrabando de drogas,  tráfico de personas, yihadismo, inestabilidad en el Sahel… Apenas nos preocupamos de mirar al Este.

Sin embargo, los países orientales miembros de la OTAN –sobre todo Polonia y las Repúblicas Bálticas- no ocultan que ven a sus vecinos rusos con miedo. La herida de la invasión y anexión de Crimea por Rusia en 2014 todavía no ha cicatrizado.

Pero esto no ha sido siempre así.

Las relaciones entre la Alianza Atlántica y la URSS fueron muy complicadas en la Guerra Fría, cierto. Pero también es verdad que la caída del muro de Berlín y el deshielo político entre bloques hizo que la OTAN y Rusia vivieran una época dorada que cristalizó con la integración de fuerzas rusas –con un general al frente- en una operación militar de la Alianza.

Hay que remontarse a noviembre de 1995 con los llamados Acuerdos de Dayton (llamados así por haberse firmado en aquella ciudad estadounidense), en el que se firmaba la paz entre todas las etnias y entidades que llevaban años masacrándose durante la guerra de Bosnia-Herzegovina.

Años atrás, una fuerza de paz de la ONU ya había intentado frenar el conflicto sin ningún éxito. Esta vez, tras Dayton, la comunidad internacional entendió que el mandato de unos Cascos Azules sería otra vez insuficiente. Elementos radicales de las partes de aquel conflicto no estaban dispuestos a aceptar el tratado.

Haría falta implementar la paz. Imponerla con acciones militares si hiciera falta. Se creó, pues, una Fuerza de Implementación (Implementation Force, IFOR) bajo mandato de la OTAN.

La OTAN, en pocas semanas, puso bajo el terreno 60.000 efectivos. Todos los países aliados aportaron fuerzas para “implementar” la paz. Esta guerra a finales de sigo XX en plena Europa debía parar ya.

Cuando se firmaron los acuerdos de Dayton, hacía ya seis años que el muro de Berlín había caído y el Pacto de Varsovia se había diluido como un azucarillo en un vaso de leche. Eran nuevos tiempos. Unos años en los que el Este y el Oeste dejaron por un tiempo de mirarse con recelo, y la Fuerza de Implementación –la IFOR- sería la prueba de si esa confianza diplomática y comercial incipiente, podía traducirse también en cooperación militar.

Y de esta manera, una Brigada Aerotransportada de ejército ruso –con más de 1.500 soldados y 300 blindados- llegó a la base de Tuzla en Bosnia-Herzegovina. El despliegue se realizó mediante 75 vuelos desde Rusia, apoyados con la llegada de 11 trenes. Un despliegue logístico a la altura de la ocasión: una brigada rusa se integraba en la OTAN.

Al frente de aquella unidad estaba el general ruso Leontiy Shevtsov, héroe de la batalla de Grozny durante la primera guerra de Chechenia en 1994, y que dos años después consiguió integrar a su brigada dentro de la estructura OTAN de manera brillante.

Los soldados rusos y los aliados compartían misión y mucho más. Tenían las mismas “reglas de enfrentamiento”, cadena de mando única, control aéreo y terrestre común, coordinación en temas de comunicación pública e incluso un mando de apoyo logístico compartido.

Y algo más, impensable en la actualidad: la brigada rusa y la OTAN firmaron un protocolo para intercambiar inteligencia durante la misión.

Además de la brigada, los rusos desplegaron en el aeropuerto de Tuzla un destacamento de su fuerza aérea -para coordinar los vuelos- y varios oficiales de enlace en distintos cuarteles generales OTAN para facilitar su misión.

El general Shevtsov se convirtió en el oficial ruso más famoso de la época, llegando a ser visitado sobre el terreno por Javier Solana. Increíble hoy en día.

El secretario general de la OTAN en un campamento militar ruso en una zona de guerra. Aquella foto inédita no ha vuelto a repetirse.

Shevtsov recibió varias medallas de distintos países, y también la Medalla “Former Yugoslavia, Non Article 5” de la OTAN. Un reconocimiento a los soldados desplegados en la antigua Yugoslavia -en aquella misión de guerra- que no respondía al artículo 5 de la Alianza (el que recoge la “defensa mutua” entre aliados, por eso se llamaba así).

Aquella medalla la recibieron todos los soldados que participaron en la IFOR. También los rusos.

Hace 25 años, los soldados de la Brigada Aerotransportada del general Shevtsov, antes de abandonar Bosnia-Herzegovina, formaban en el aeropuerto de Tuzla antes de montar en el avión que le llevaría a casa.

Allí mismo, y sobre el uniforme que deja asomar la típica camiseta del ejército ruso de rayas azules, se les imponía la Medalla OTAN Antigua Yugoslavia No Artículo 5.

Con su medalla y su diploma embarcaban en el Ilyushin con la satisfacción del deber cumplido para volver a la madre patria.

Seguramente alguno de aquellos militares sea hoy general.

Lo imagino ahora llegando a casa tras una jornada dura de trabajo, elaborando planes, redactando órdenes o dirigiendo maniobras contra un enemigo “imaginario” muy parecido a sus antiguos camaradas de la OTAN.

No puede evitar recordar sus años en Tuzla. Siempre que lo hace le viene un olor a aquel café tan especial y escucha el tremendo ruido de los aviones Ilyushin junto a la pista.

Mañana tiene una reunión muy importante en el Ministerio de Defensa. Saca lustre a las botas y prepara su uniforme.

Repasa sus medallas una por una, y de repente llega a la medalla OTAN. Como siempre que ocurre esto, duda. No sabe si quitársela o no para la reunión.

“Mañana me la dejo. En la sala tendré varios camaradas de IFOR”, piensa mientras sonríe.

Y las medallas OTAN, con un gracioso tintineo, sonarán mientras los veteranos rusos de la IFOR caminan hacia la cámara acorazada donde se planea los planes de contingencia por si estalla otra guerra.

No sé si la ironía tiene un sonido oficial. Para mí es éste.

 *Experto en Seguridad y Geoestrategia.