| 20 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Día Internacional de los Museos: Vida y gloria a Antonia Mir

Formada entre las primeras mujeres que acudían a las aulas de Bellas Artes en el Convento del Carmen, becada en Madrid y París, Antonia Mir es una de nuestras pintoras más relevantes.

De la mano con mi maestro, Román Jiménez, que me llamó para contarme la conversación de su última tarde con la gran pintora y retratista valenciana Antonia Mir, inicié uno de los proyectos de los que sigo presumiendo: el MAM (Museo Antonia Mir) de Catarroja, que la nombró “hija predilecta” en 2018. Lo terminé en marzo de 2007 con mi hija Ana Lozano y con la colaboración de jóvenes arquitectos de mi oficina entre los que destacó Pablo Vázquez.

He buscado sin éxito el boceto inicial que Román me mostró en un pequeño cuaderno. La idea del patio central, a la manera de la casa romana, de la casa rural valenciana fue concepto de partida que ya no abandonamos. Llegamos a compartir los primeros dibujos precisos, ajustados a tamaños de las salas en función de la amplia colección de la artista que constituiría el acervo del museo, a sus diferentes temáticas y técnicas, al criterio de la pintora y, naturalmente, a las condiciones del lugar y del terreno generosamente cedido por el Ayuntamiento.

Museo Antonia Mir

El resultado, siempre consensuado con Antonia, que realizó un exquisito seguimiento tanto del proyecto como de su ejecución, ha sido permanentemente (y muy generosamente) premiado con estas sus inmerecidas palabras “ cuando me preguntan cómo hubiera querido que fuera mi museo, respondo: como es”. Gracias Antonia, muchísimas gracias.

No hay proyecto fácil, es sabido. Y trabajar para una artista en plenitud de su trayectoria y con un registro tan amplio en su capacidad expresiva pudiera pensarse que añade complejidad. No fue así. Claro que conocíamos -y admirábamos; sigo haciéndolo- su obra plástica y su poliédrica dimensión como catedrática de dibujo y como humanista científica. También su enérgico carácter, su incansable actividad viajera, su sensibilidad social, su habitual capacidad de innovación e investigación con técnicas y temáticas diversas. Todo ello facilitó enormemente la tarea.

Formada desde joven entre las primeras mujeres que acudían a las aulas de Bellas Artes en el Convento del Carmen, becada en Madrid y París, relacionada con las vanguardias locales, nacionales e internacionales, y dotada de extraordinaria habilidad para el dibujo, el color y el retrato, jamás abandonó (todavía no lo ha hecho) su prolífica producción (“si me voy a dormir sin pintar siento que la vida se me va”); por el contrario hizo siempre de ella el mejor soporte para su rigurosa dedicación docente a sus estudiantes de instituto.

De su larga temporada en Villajoyosa conservamos delicados testimonios de la actividad diaria de sus vecinos, de las labores del campo, del paisaje natural y humano de su entorno, de las carpinterías de ribera. Ambientes y personas que más allá de lo que describen, transmiten atmósfera social y física, oficios y lugares, costumbres y construcciones, vida y tradición. Auténticos documentos para la historia y su memoria.

En clave más intimista, sus “bodegones” de zapatos componen a la vez una colección de actitudes y aptitudes, una inteligente trasposición de contenidos que permite imaginar a quien los calzara. El compromiso social del artista de raza, si se quiere. Siempre he relacionado con esta serie la de las acuarelas de los talleres falleros de Valencia (referencia a Pisanello incluída), una suerte de atlas de la fiesta valenciana, atrapando herramientas y formas, colores y materiales, técnicas y secretos del sector, elevados tempranamente a la categoría artística en la que hoy se reconocen. Y que interesantes sus “fragmentos” reelaborados con técnicas infográficas, expuestos en su día con indubitable éxito en el Palau de la Música de Valencia.

De muy lejos y de su admiración por Diego Ribera y Frida Kahlo, aunque con su propia técnica y estilo, son sus pinturas del Día de Muertos en México; de su calidad como paisajista -y de su confesado cariño por este lugar- las de Santorini; de su inteligencia emocional sus innumerables retratos de personajes públicos o anónimos.

“Si yo supiera pintar …” es frase habitual en sus labios que, no exenta de cierto encanto congénito, expresa su constante vocación de superarse en su propia maestría. En el día internacional de los Museos, no encuentro mejor manera de recordarlo que con este modesto homenaje a una de nuestras pintoras más relevantes. Al tiempo que expreso mi particular agradecimiento por haberme
permitido contribuir a su generosa donación a Catarroja, disponiendo el marco arquitectónico para ello.

En el día internacional de los Museos, vida y gloria a Antonia Mir.

(*) José María Lozano Velasco es catedrático de proyectos arquitectónicos de la UPV