| 23 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Y Montgomery mandó el primer ejército europeo

Se cumplen 73 años del nacimiento de la rama militar de la “Unión Occidental”, uno de los primeros intentos por construir un ejército europeo. Un sueño para muchos y una quimera para todos.

| Juanjo Crespo * Edición Valencia

Hace unas semanas, cuando la Alianza Atlántica aún estaba recomponiéndose de la debacle de Afganistán, la pérdida por parte de Francia de un contrato millonario (de venta de submarinos a Australia) debido a la creación de una nueva alianza (que incluye a Reino Unido y EEUU, socios OTAN no miembros de la UE) ha resucitado por enésima vez el debate sobre la creación de un ejército europeo.

No ha sido la primera vez, ni será la última, en que la falta de una unión en materia de defensa golpea la conciencia europea. Ya pasó hace justo 73 años, cuando cinco países europeos, todos ellos vencedores de la II Guerra Mundial, firmaron el “Tratado de Bruselas” dando lugar  a la primera alianza militar en la Europa contemporánea.

En abril de 1948 Bélgica, Francia, Luxemburgo, Países Bajos y Reino Unido habían creado la Unión Occidental (Western Union, WU) y, pocos meses después –un 28 de septiembre del mismo año- nacía su rama militar, la Organización de Defensa de la Unión Occidental (Western Union Defense Organization, WUDO).

Se estructuró en base a los tres pilares clásicos de la época: tierra, mar y aire, con un mariscal al frente de toda la fuerza ¿Quién mejor, con más prestigio y experiencia de combate que Montgomery?

Su Cuartel General se estableció en Fontainebleau, y adoptó como emblema una cadena con cinco eslabones que representaban la unión de los cinco países miembros.

Sus principales objetivos políticos eran frenar el expansionismo comunista y crear lazos de confianza entre los países europeos. Algo muy ambicioso para la entidad de esta nueva unión.

La fuerza estaba compuesta por 100 cuadros de mando y unos 300 efectivos de tropa. Un número pequeño, sí, pero que había sido dimensionado para organizar ejercicios militares de cohesión, y que podría crecer –de manera interoperable- en caso de conflicto.

Se realizaron varias maniobras aéreas, terrestres y marítimas y se pusieron los primeros mimbres en Europa de lo que luego –al crecer- fue la OTAN.

EEUU y Canadá enviaron oficiales de enlace al Cuartel General de Montgomery y, además, pronto se entendió que no se podría avanzar en los objetivos de la WUDO sin incorporar a la casi recién nacida Alemania Federal.

Así que, apenas cumplidos los tres años, en diciembre de 1950 la WUDO dejó paso a la OTAN y el viejo mariscal Montgomery se incorporó con su Cuartel General a las órdenes –como ya estuvo en la II Guerra Mundial- de Eisenhower, primer Jefe del Mando Supremo de la OTAN en Europa.

Y de esta manera rápida e indolora, nació, creció y murió ese primer intento serio para crear un ejército europeo.

El mariscal Montgomery, que durante la II Guerra Mundial ya había estado a las órdenes de “Ike” Eisenhower, tuvo que dar otro paso para atrás y ponerse otra vez bajo el mando de un general estadounidense.

La guerra de “a ver” quién manda a quién, del acrónimo impronunciable, del alemán que habla un francés cerrado y del francés que se niega a hablar en inglés.

La guerra de Gila, pero “eurovisiva”, del todos para uno y uno para ¿todos?, de la soberanía compartida en la que no compartimos los contratos comerciales, donde la tecnología se mantiene en secreto entre aliados para, acto seguido, intercambiar medallas y distintivos en los uniformes.

Y aun así, yo creo en un ejército europeo.

Porque compartimos valores, una manera de ver la vida y una Historia común desde Grecia y Roma. Y también porque ese ejército no está reñido con otras alianzas también necesarias y que se complementan.

Decía don Miguel de Unamuno: “si creo en Dios es, ante todo, porque quiero que Dios exista”.

A mí, con el ejército europeo, me pasa lo mismo.

*Experto en seguridad y geoestrategia.