| 19 de Abril de 2024 Director Benjamín López

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse
Toro antes de ser embolado. Imagen: PACMA
Toro antes de ser embolado. Imagen: PACMA

¿Se puede sufrir sin sangrar?

A diferencia de lo que sucede en las plazas de toros, en los mal llamados "festejos taurinos" la sangre pocas veces se ve y los animales suelen ser ejecutados lejos de la vista del público

| Raquel Aguilar * Edición Valencia

Estoy convencida de que muchas de las personas que participan en actos de bous al carrer y sobre todo, muchas de las que se muestran indiferentes ante su celebración, no son conscientes del inmenso sufrimiento al que se somete a los animales, seguramente porque nunca se lo han planteado.

Si eres una de estas personas, este artículo es para ti.

A diferencia de los toros que son torturados en las plazas, a la vista de todos, tras una lenta y atroz agonía, en los mal llamados “festejos taurinos”, la sangre pocas veces se ve y los animales suelen ser ejecutados lejos de la vista del público. Y digo mal llamados, porque el término “festejo”, perversamente utilizado, implica el “disfrute de los asistentes a un acto público”, y desde luego, los toros, vacas y becerros, asistentes obligados e involuntarios, lo que menos hacen es disfrutar.

Los toros son animales herbívoros, rumiantes y gregarios. Esto implica que pasan el día comiendo, rumiando y descansando junto a sus compañeros de manada.

Cuando son separados de su grupo, para transportarlos a los distintos municipios en que serán obligados a participar en actos de bous al carrer, sienten ansiedad y miedo. El traslado en camiones, que recordemos es un medio de transporte para ellos antinatural y que se balancea, les genera una gran sensación de inseguridad y estrés.

Una vez llegan al lugar en que se les obligará a correr y serán perseguidos, ya sea solos, en grupo, atados a una cuerda o con bolas de fuego en sus cuernos, permanecen en el camión, o en recintos generalmente metálicos, durante largos períodos de tiempo, expuestos a altas temperaturas (recordemos las temperaturas medias y cálidas de nuestro territorio y que gran parte de estos actos tienen lugar durante los meses de verano), en la mayoría de ocasiones, sin agua ni comida.

Cuando llega el momento de salir del camión, no es de extrañar que los animales, ante tal estado de miedo, no quieran abandonar ese recinto en que, aunque no estén bien, en ocasiones les permite estar junto a algún compañero, y siempre les ofrece más seguridad que el incierto y desconocido espacio exterior.

Es por ello que las varas de madera o los bastones eléctricos se convierten en elementos rara vez ausentes, con los que someter a los animales a golpes o dolorosas descargas eléctricas para obligarles a salir.

Una vez en el exterior, estos animales se encuentran en un espacio totalmente extraño y hostil, con numerosas personas gritando e increpándoles, e incluso lanzándoles objetos para llamar su atención.

Imagina el pánico que deben sufrir…una muestra de ello es que muchos se giran de inmediato, buscando volver al cubículo del que han salido, ahora ya cerrado, y otros comienzan a correr, siempre buscando un lugar por el que huir.

En las plazas, en círculo, buscando hueco entre los barrotes y en las calles, próximos a las barreras, buscando la salida que nunca encontrarán. Sólo cuando se sienten acorralados, escarban con las patas en el suelo y tratan de embestir, intentando que aquello que tanto miedo les produce se retire de su vista.

Si sumamos al miedo, la angustia y el estrés, los largos tiempos de sometimiento a un ejercicio intenso para el que no están físicamente preparados, y las condiciones de calor extremo, estos actos se convierten en un coctel mortífero para algunos toros, que caen desplomados y pasan a formar parte de la estadística de animales muertos cada año en bous al carrer.

Lo que no cuentan estas estadísticas es que los toros “cerriles” van directos de las calles al matadero, para cumplir con el reglamento. Tampoco suman aquellos animales que se lesionan, o los que dejan de tener interés, que también van al matadero.

Sólo en 2017, diecinueve animales murieron en nuestras calles, mientras eran obligados a participar en actos de bous al carrer y se contabilizaron 837 actos con toros cerriles en la Comunidad Valenciana. Del resto de ejecutados en nombre de la tradición, es imposible conocer la cifra.

A este tipo de maltrato psicológico y físico, a que son sometidos todos los animales en estos actos taurinos de forma general, hay que añadir el sufrimiento añadido a los toros embolados, a los que se coloca bolas de fuego en los cuernos, cegándoles y quemándoles los ojos y el rostro, y a los toros ensogados, a los que se somete a tirones y arrastres, produciendo lesiones de todo tipo y heridas en la base de sus cuernos, por citar sólo unos ejemplos.

He escuchado a toros bramar y mostrar auténtico terror en los ojos mientras les sujetan a un pilón para embolarlos, o becerritos, no más grandes que un perro mastín, emitir terribles berridos mientras desesperados buscan una escapatoria en la plaza para poder volver con sus madres, a las que nunca volverán a ver.

Que los toros, vacas y becerros utilizados en actos de bous al carrer sufren, es una evidencia certificada por numerosos informes veterinarios.

Por desgracia, éste es uno más de los tipos de maltrato animal autorizados y promovidos por nuestras insensibles administraciones. No obstante, permitir, con nuestra asistencia o indiferencia que alguien sufra para divertir a unos pocos, cuando tenemos a nuestro alcance infinitas alternativas de ocio, debe hacernos reflexionar.

Porque, aunque no siempre la sangre sea visible, esta “fiesta” siempre termina en muerte.

 *Coordinadora provincial de PACMA en Valencia