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El valenciano descendiente del rey mago Baltasar

En la decoración de San Miguel de los Reyes destacan las numerosas referencias a los Reyes Magos, en espacial a Baltasar.

| Vicente Javier Más Edición Valencia

Fernando II, duque de Calabria, presumía de ser descendiente del rey Baltasar, por entonces aún recordado por ser de raza blanca. Hasta tal punto fue así, que intensificó la presencia de este Rey Mago, y de sus compañeros, en el monasterio de San Miguel de los Reyes, convertido también en panteón familiar.

En el siglo imperial valenciano, muchas referencias cristianas convirtieron a Valencia en centro de Occidente. Dos papas, el Santo Grial, la Tiara de San Silvestre, el brazo incorrupto de San Vicente Mártir y un reguero innumerable de reliquias llegadas desde todas las esquinas del mundo conocido. Así que, alguna conexión debíamos tener también con los Reyes Magos. Y ésta la proporcionó Fernando de Aragón, duque de Calabria y Virrey de Valencia.

Fernando disfrutaba del Reino de Valencia hasta el punto de convertirlo en su tierra amada. Después de un periplo digno de la gran pantalla, fue liberado por Carlos V tras la revuelta de las Germanías. Después, se instaló en el Palacio Real y retomó su vida cortesana. En 1526, con 38 años de edad, se casó con Germana de Foix, viuda de Fernando el Católico, quien tenía la misma edad que el duque. Tras la muerte de Germana en 1536, volvió a casarse cinco años después, con 53 años, con Mencía de Mendoza, viuda de Enrique III de Nassau-Breda.

Desde su virreinato valenciano, ejercido en el Palacio Real, logró mantener la influencia de la capital del Turia en todo el Mediterráneo gracias al refuerzo de la cultura dentro de la corte, promoviendo la poesía, la literatura, el arte escénico y la música. La obra cumbre de su mandato fue el Monasterio de San Miguel de los Reyes, que ordenó levantar junto a su esposa, Germana de Foix. Ambos se volcaron con el edificio, donando cuantiosas cantidades de dinero para su construcción y enaltecimiento. En él se instaló una de las bibliotecas más importantes de la Europa Occidental y una escuela de arte y teología, además de constituir en su interior el panteón familiar. Dentro de su decoración destacó las numerosas referencias a los Reyes Magos, en espacial a Baltasar, de quien se sentía heredero Fernando.

Esa herencia regia, que había difundido sin ningún rubor por toda Valencia, la paseó también por las cortes europeas. Sus diferencias con el común de los mortales las llevó también hasta la tumba. Tanto él como su primera esposa, Germana de Foix, especificaron en su testamento que querían ser enterrados en el monasterio de San Miguel, considerado el Escorial valenciano. Hasta aquí, todo normal. Sin embargo, pocos saben que se determinaron de forma muy específica las características de ese enterramiento. De esta forma, el 29 de Septiembre, día de San Miguel, a las 10.00 horas, los rayos del sol penetran a través de una ventana realizada en el muro y marca el punto exacto donde está enterrada doña Germana de Foix y el duque de Calabria. Curiosamente el lugar que marca el rayo de luz es en el suelo de la cripta y no en el mausoleo. Un hecho poco habitual en los templos cristianos.

Para añadir más misterio al heredero de Baltasar y al monasterio de San Miguel, se da la circunstancia de que el viejo edificio sobre el que se construyó pertenecía al monasterio de la Valldigna. Éste era el centro religioso por excelencia de los reyes de la Corona de Aragón durante la etapa de máximo esplendor valenciano, desde 1350 hasta 1450. Por él desfilaron el papa Benedicto XIII, el rey Martín el Humano (inspirador de la llegada del Santo Grial a Valencia), el rey Alfonso el Magnánimo o la reina María de Castilla. Su relación directa con otro monasterio, el de Val de Crist, edificado a imagen del valle de Josafat (lugar donde se juzgará a los hombres en el Juicio Final), conferían al Duque de Calabria la importante herencia de la casa real de Trastámara, defensora de la Orden del Temple frente a Francia y Roma.

La creencia que el propio Fernando tuvo de su descendencia regia cristiana, de Baltasar, lo constata el grupo escultórico que mandó realizar y disponer en el edificio, además de numerosas representaciones de los tres Reyes Magos, como la que consta esculpida en piedra traída desde Barxeta y en veleros desde Jávea, situada en lo alto de la parte central de la fachada barroca de la Iglesia.

Vicente Javier Más Torrecillas. Doctor en Historia Contemporánea. Académico de la Real Academia de Cultura Valenciana.