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Embajada: Desánimo

Tendremos que recuperar la ambición, las ganas de destacar, que es justo lo contrario de lo que pregona esa izquierda miope que ha confundido la igualdad con el igualitarismo

| Fernando Ferrando Edición Valencia

La pandemia pasará pero dejará secuelas. La más preocupante quizás sea el desánimo, el abatimiento de miles de ciudadanos que a duras penas empezaban a levantar cabeza tras la crisis del 2008 y ahora les cae esto encima.

A finales de mes se acabarán los ERTES. Miles de empresas no volverán a abrir. El paro se desbocará. Habrá problemas para devolver los ICOs que han solicitado muchas PYMES. Y el dinero que llegue de Europa sólo servirá para parchear la situación durante unas semanas.Pero eso no será la peor, más grave aún será la falta de expectativas.

Tenemos a los mayores abatidos porque esta pandemia les ha hurtado uno, sino dos, años de ya de por sí corta esperanza de vida. A los jóvenes desasosegados ante un futuro incierto y carente de expectativas. Y los del medio, a los que andan entre los treinta y los setenta, desanimados porque ven que por hache o por be el esfuerzo rara vez conduce al éxito.

Todo ello nos aboca a una sociedad conformista que ya no se plantea retos para prosperar y se limita a soportar con resignación los reveses de la vida. Y ante ese panorama lo peor que podemos hacer es seguir negando el premio al esfuerzo, que es en lo que anda desde hace décadas, nuestro sistema educativo.

Los conspiranoicos puede que estén zumbaos. Pero es cierto que esta pandemia le ha venido como anillo al dedo a quienes llevan años haciendo eso que se ha dado en llamar ingeniería social, para crear un mundo de hombres sumisos inmersos en una sociedad débil e incapaz de doblegar las intenciones de los poderes económicos y políticos.

Cuando todo esto pase tendremos que recuperar la ambición, las ganas de destacar, que es justo lo contrario de lo que pregona esa izquierda miope que ha confundido la igualdad con el igualitarismo. La que niega el premio del esfuerzo a los chavales que se matan a estudiar, para luego ver que su recompensa es la misma que la del que no ha pegado ni chapa. Tendremos que volver a socializar, a reunirnos, a ir a los bares, a asociarnos, a compararnos para admirar al que prospere para seguir sus pasos. Si cuando eso llegue, alguien intenta frenarlo, habrá que empezar a pensar que los conspiranoicos no iban tan desencaminados.