| 26 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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El futuro es ahora

Quiero imaginar que los dependientes gozarán de cuidado gratuito y que nadie será discriminado por su discapacidad, que todo será accesible

Como el agua que corre, segundo a segundo, el paso del tiempo sigue cumpliéndose de manera inexorable y firme. Los que ya peinamos canas todavía recordamos aquellas informaciones y documentales en los que se hablaba del año 2000 como ese futuro perfecto en el que todo sería posible, incluso lo más inverosímil.

Hoy vemos que muchas cosas efectivamente sí que se han cumplido, también algunas se han superado, pero otras ni siquiera se concebían ¿Quién iba a imaginar en aquellos lejanos 80 o 90 que media vida nos cabría en un pequeño aparato de apenas quince centímetros con el que incluso podríamos hablar por teléfono? Por aquellas décadas el futuro pasaba más bien por las autopistas en el cielo circundando las ciudades y por los viajes en el tiempo. Pero es que el futuro nunca acaba siendo como lo imaginábamos.

Tampoco en el día a día que nos rodea.

Yo todavía recuerdo en el 85 aquel Live Aid, y otros macro festivales que les siguieron en años posteriores, un gran número de los mejores cantantes como David Bowie, Elton John o Bob Dylan, grandes bandas como Queen, Led Zeppelin o U2, miles de asistentes y millones de televisores en el mundo, unidos en el afán de recaudar dinero para el tercer mundo, paliar el hambre, crear pozos de agua, colaborar dentro de las posibilidades en tratar de hacer de esos países empobrecidos un lugar mejor y más justo. Aquel 0,7% que tantos gobiernos se comprometieron a donar tiempo después.

El mundo entonces, envuelto en la utopía de un espejismo, parecía ilusionado en ayudar. Aquello de dar una caña y enseñar a pescar.

Ahora la discusión estriba en construir muros kilométricos plagados de concertinas y en pagar a terceros países, generalmente entregados a las mafias, retener en enormes campos masificados a millones de inmigrantes que solo desean salir de las guerras y la miseria (lo que no se ve no existe), buscando tener una vida y un futuro; ese futuro que cada vez menos logran alcanzar. Hoy, les han arrebatado el pez y la caña.

Yo no sé cómo acabará esto, si es que tiene algún final, ese futuro es difícil de predecir, pero seguro que no demasiado bien, me temo. El egoísmo y la sinrazón de muchos gobiernos, el de muchas personas que con memoria frágil ignoran su origen en unos casos y su pasado en otros no dan margen precisamente al optimismo.

El asunto es que en demasiadas ocasiones somos incapaces de abrir nuestra mente, incluso de ponernos de acuerdo en algo tan fundamental como buscar soluciones al predecible cambio climático que puede acabar con la propia humanidad, y que ya está arrasando esos mismos pueblos hambrientos, con tanta gente burlándose de una personita de 16 años como Greta Thumberg por su Asperger, incluido el jefe de estado más poderoso del mundo (y por ello el que más responsabilidad debería tener), parodiándola por las ideas que defiende, atacándola, todo bien orquestado por los grandes lobbys con la idea de impugnar esos valores, como un día atacaron a personajes como Ghandi o Martin Luther King, sin evaluar las realidades que cuenta, simplemente por cuestiones estratégicas y puramente económicas de las grandes corporaciones.

Para ellos, los niños, la juventud, no existen, el futuro solo está en la cuenta de resultados. Pero el futuro, aunque siempre aparenta quedar lejos, indefectiblemente llega; y nos alcanza a todos.

Estamos en vísperas de los Reyes Magos con su ilusión y su magia, y recién comenzamos un nuevo año. Me gusta su número, no deja de ser bonito y con un cierto aire poético, incluso en su forma escrita, 2020.

Es tiempo pues de buenos deseos, de confiar que los sueños se pueden cumplir. Al menos es lo que dicen los innumerables mensajes que estos días nos hemos enviado unos a otros. Yo quiero soñar, en mi candidez, que lo dicho anteriormente revertirá, que el mundo se concienciará y se volverá solidario, que desaparecerá el discurso del odio, ese mismo odio que hoy ensalza a líderes y da votos, el de pensar que el color de la piel convierte a las personas en ilegales o que la riqueza solo la merecen unos pocos.

En el futuro que hemos comenzado con esta década, que dicen que todavía no es década, quiero imaginar que las mujeres podrán pasear por la calle sin ser agredidas sexualmente y que no serán humilladas en la justificación de las manadas por su forma de ser o vestir; que cualquiera podrá tomarse un café o una cerveza en el local que quiera, aunque entre con un perro lazarillo, tenga síndrome de Down o vaya en silla de ruedas; que los trabajos darán lo suficiente para vivir; que la gente sin recursos tendrá asegurado un lugar donde sentirse persona, con su luz, su calefacción  y su agua; que los dependientes gozarán de cuidado gratuito y que nadie será discriminado por su discapacidad, porque todos los edificios, locales y transportes serán completamente accesibles.

 

Llamadme ingenuo, o loco, pero es que hemos comenzado un nuevo año y los Reyes Magos están al llegar.

*Escritor.