| 27 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Elogio de Rita Barberá

He esperado sin fortuna una plaza o una avenida con su nombre … el puente de las flores … que le gustaba decir haber “diseñado a medias” con los ingenieros civiles...

| José María Lozano Edición Valencia

Aquella triste mañana del veintitrés de noviembre del dieciséis el tiempo era apacible, pero se nos heló la sangre con la triste noticia del fallecimiento repentino de Rita Barberá en la capital del Reino. La Alcaldesa de España. Para morir Rita hubiera elegido su tierra, su Valencia, como la eligió para vivir, y para pelear por ella desde el periodismo primero, desde la política después. Desde la oposición durante un largo e incansable período, y desde el gobierno municipal año tras año, conformando veinticinco años de transformación, innovación y prosperidad urbana, que propios y
extraños reconocen y celebran con asombro.

Esa mañana, con más rabia todavía que dolor, me prometí escribir alguna vez este humilde Elogio que hoy llamaré urbano con la indisimulada intención de alejarme de mis sentimientos más íntimos, los de la intensa amistad que nos profesamos. La que yo siempre consideré un inmerecido privilegio. Desde entonces, cada dieciséis de julio, Virgen del Carmen, patrona de pescadores, marineros y marinos, el día de su aniversario y la onomástica de su madre, he recordado esa risa abierta y esos ojos chispeantes que son una constante en sus retratos desde bien jovencita hasta el
último cartel electoral.

He esperado pacientemente un reconocimiento público organizado, más allá del cotidiano que en las personas y en las cosas más sencillas, palpo todavía. En las calles concurridas, en los mercados, en las fiestas populares, en los autobuses y en los taxis. He esperado sin fortuna una plaza o una avenida con su nombre … el puente de las flores … que le gustaba decir haber “diseñado a medias” con los ingenieros civiles en una mezcla de ironía y certidumbre. Inexplicablemente no ha llegado ese necesario reconocimiento.

Su firmeza democrática aquella funesta noche que los tanques colonizaron las calles del cap i casal, y su alegría de monárquica convencida cuando el Rey nos sacó del atolladero

Ayer 23F rememorando a Juan Carlos I como principal protagonista, celebramos la derrota del primer atentado serio contra la entonces incipiente democracia, que de la mano de dirigentes sensatos de ideologías bien distintas, comprometidos con la unidad, la igualdad de todos los españoles y el estado de bienestar, ha alcanzado una democracia plena y consolidada, que sólo los más necios y oportunistas se afanan en denostar, con más ruido que predicamento. Rita fue una de esos dirigentes, para convertirse en un símbolo de progreso y un espejo en el que muchos se miraron.

Ya nos conocíamos por entonces. Recuerdo muy bien el día que nos presentó mi maestro y mentor -su amigo y colaborador cercano- el arquitecto Román Jiménez. También su firmeza democrática aquella funesta noche que los tanques colonizaron las calles del cap i casal, y su alegría de monárquica convencida cuando el Rey nos sacó del atolladero. Ayer, se acumulaban cuatro años y tres meses sin Rita Barberá.

No espero más. Hoy es el día que este modesto profesional de la arquitectura que, sin hechos que lo refrenden los medios llamaron para mi profunda satisfacción “su arquitecto de cabecera”, pretende dejar en unas pocas líneas constancia expresa del Elogio que Rita Barberá abierta y sobradamente merece.

Mañana, el Partido Popular reprobará a Joan Ribó en sesión plenaria, tras sus impresentables “opiniones” justificando la violencia callejera y el destrozo, vilipendiando a policías y fuerzas garantes de la convivencia ciudadana y del orden público. Probablemente se mantendrá en su poltrona, pese a ser ya merecedor del raro galardón de “peor alcalde”, con esa inercia gandula que domina, como también practicó una oposición persecutoria, desleal y barriobajera durante los años de aspirante.

Nada, sin embargo, entristeció más a Rita que el injusto abandono de los propios. Sencillamente no lo entendía. Es más, se resistió a verlo.

Nunca fue cobarde, ni rencorosa. Ni los escraches más ruidosos y desvergonzados, ni las traiciones, los desprecios o los insultos hicieron mella en sus convicciones más firmes. Mucho menos en su declarado amor a Valencia a la que dedicó su vida, y a los valencianos, que seguimos llorando su ausencia. Rita Barberá, Alcaldesa de España, continúa siendo guía y referente para
Valencia. Nunca la olvidaremos.