| 25 de Abril de 2024 Director Benjamín López

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse

Intervenciones policiales con enfermos mentales y con ególatras

Esos mismos que odian a los uniformados son quienes llaman con urgencia y demandan celeridad cuando su vida está en peligro para que les saques de esa situación

| Eva García Lara * Edición Valencia

La mayoría de las personas que padecen algún trastorno mental dejan motu proprio la medicación prescrita por el médico especializado en demasiados momentos de su vida por una falta de supervisión de quien debe responsabilizarse, porque el enfermo cree no necesitar dichos fármacos, dice encontrarse bien, que esa medicación le atonta, le perjudica a su persona para desarrollar una vida normal.

Pero en esta sociedad actual, ¿qué consideráis normal?  A veces utilizan el engaño para no ingerirlos. En otras ocasiones, viven solos; o son demasiado autoritarios como para llevarles la contraria, siendo muy difícil que haya un seguimiento adecuado porque es obvio que no saben cuidarse ellos mismos. Muchos familiares de estos enfermos se ven indefensos y no pueden asumir un determinado control por muchos factores determinantes. 

Desde que comenzó la pandemia el número de intervenciones policiales con personas con algún tipo de patología mental ha aumentado de forma exponencial. Los servicios médicos en primera instancia si el enfermo “no está violento” no suelen requerir la presencia policial, argumentando que el uniforme les pone todavía más nerviosos, aunque por prevención permanecemos en la zona cercana ya que la casuística da como resultado que la situación se agrave en la mayoría de los casos.

En pocas poblaciones tienen protocolizado que las fuerzas y cuerpos de seguridad esperen a la llegada de los servicios sanitarios antes de actuar por ese motivo, claro está, si no se teme por la vida del propio enfermo o de una tercera persona.

Las intervenciones se complican cuando llega el momento que tienen que ser trasladados en ambulancia hasta el centro psiquiátrico o le tienen que administrar algún tipo de fármaco para tranquilizarlos, en ninguno de los dos casos cooperan con el personal sanitario y es cuando las fuerzas y cuerpos de seguridad pasamos a primera línea de fuego por orden de una Autoridad sanitaria. El médico.

Los hechos se producen porque el propio enfermo no admite su enfermedad y se niega a medicarse, y es entonces cuando empiezan a culpabilizar a su propia familia de su situación (su concreta psicosis o cuadro psicótico) o que los que no están bien son sus familiares y no ellos o que quieren simplemente que les dejen en paz y que se marchen todos.

En ocasiones hay amenazas, en las que entran en juego cualquier elemento que sirva para ello, y de forma bastante frecuente cuchillos o elementos peligrosos y dentro de esas amenazas están las de “quitarse la vida” o llevarse a alguien por delante.

Tampoco admiten ponerse la mascarilla debido a su estado de agresividad y alteración mental con el consiguiente riesgo para los uniformados y sanitarios, que no tenemos otra alternativa que mantener contacto físico, desconociendo en un principio si puede ser portador del virus covid-19, con el consiguiente temor al contagio, aunque llevemos material preventivo como mascarilla y guantes.

En algún momento el enfermo, que no es consciente de sus actos, te escupe, te intenta morder, patea y bracea de forma contundente para no ser reducido para que los sanitarios le administren un calmante, por lo que es de máxima urgencia la vacunación de nuestro colectivo, aunque se niegue mucho político a verlo.

Pero hoy mismo escuchamos en televisión que de la AstraZeneca (que es la peor de todas las vacunas según admiten algunos expertos) no van a llegar todas las pactadas y que casualidad que esta vacuna sea la que quieren utilizar con la policía en vez de hacerlo con Moderna o Pfizer. Esa es la preocupación que presentan nuestros líderes por los cuerpos de Seguridad de este país. 

El tándem sanitario-uniformado debe ser uno para no salir dañados o contagiados. Algunas veces esto no es posible por acumulación de servicios en cola, despistes, o por la propia rapidez que te generan estas intervenciones.

Todos los policías reclamamos un protocolo para intervenciones con enfermos mentales agravado por la pandemia, sin embargo los tienen sólo los más organizados y preocupados por el tema. El resto asumen improvisaciones bajo el propio riesgo.

Se ha dado el caso que al día siguiente se recibe llamada de que el enfermo ha dado positivo en covid (normalmente comunicado por un vecino en vez de comunicarlo la propia familia) y todos los compañeros han tenido que ponerse en cuarentena según el protocolo sanitario actual y también por intervenciones de servicios humanitarios donde un anciano se ha caído en el interior del domicilio y no se puede levantar y te reclaman a ti, en vez de procurar más y mejores servicios asistenciales de personas desamparadas o enfermas.

Luego nos enteramos de compañeros jóvenes de menos de cincuenta años que, sin ninguna patología previa, se han tirado un mes pensando que se morían, porque se encontraban tan debilitados por el virus y con dolores tan extremos con la falta de aire añadida, que se despedían de este mundo que les da la espalda cuando es precisamente este mundo el que reclama al policía sobre todo cuando las situaciones son peligrosas.

Esos mismos que odian a los uniformados son los mismos que llaman con urgencia y demandan celeridad cuando su vida está en peligro para que les saques de esa situación. Después te vuelven a maldecir supuestamente porque les jodes su libertad en vez de pensar con empatía y comprender un mundo de respeto entre todos.

Estos no son enfermos mentales, pero créanme que se parecen bastante. Ególatras que sólo piensan en sus derechos o en un libertinaje encauzado al puro divertimento holgazán y cara dura para usar la violencia del modo que les apetezca.

Los ánimos alterados, la gente nerviosa y a palos por un simple malentendido de tráfico. Todos los días hay algo.

Muy lejos de un sociedad nórdica avanzada. Nos vamos cayendo por las Termopilas, en un camino que no tiene salida, al lado de un acantilado…

 *Policía Local. Grupo EmeDdona