| 18 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Arquitectura y mujer

La arquitectura, por su singular y característica dependencia de la construcción, ha resultado -en la práctica- vetada a las mujeres hasta tiempos muy recientes.

La carga doméstica que acompaña el origen de la arquitectura, La cabaña, nos autoriza a sostener que la mujer jugó en las sociedades primitivas un papel, si no protagonista en la construcción, sí decisivo en la lógica del espacio contenido, en su organización y medida, así como en su ornato.

Si recurrimos a los libros de historia, encontraremos en la figura mítica de Semíramis, hija de una diosa encontrada en el bosque, y esposa del rey asirio Ninus (2.220 a.C.), una mujer a la que se atribuye la fundación de ciudades y la responsabilidad de importantes edificios entre los que destaca la Biblioteca de Babilonia. Aunque los estudios universitarios de la arquitectura como tal, y las
obligaciones civiles que se derivan, no comienzan hasta avanzado el siglo XIX, y se consolidan ya en el XX. En EEUU, Louise Blanchard (1856-1913) construyó en Búfalo el Hotel Lafayette y Julia Morgan, nacida en California en 1872, es la primera mujer que se titula en arquitectura, en 1902, en la Escuela de Bellas Artes de París. Y no son muchos más los nombres femeninos que nos procura la historia de la arquitectura previa al Movimiento Moderno.

De particular incidencia es la ausencia de visibilidad de la mujer cuando trabaja en pareja (frecuentemente con su propia pareja) o en equipo. Es el caso de Aino, esposa del gran maestro finlandés Alvar Aalto, el de Charlotte Perriand compañera del genial Le Corbusier, de Lilly Reich asidua colaboradora de Mies van der Rohe, de Bernice Ray Eames compañera y esposa de Charles Eames y el de Denise Scott Brown, compañera y esposa de Robert Venturi, por citar los más llamativos. Acaso Alison Smithson, compañera y esposa de Peter Smithson es la excepción, pues
siempre los recordamos en ese orden.

Matilde Ucelay es considerada la primera mujer titulada por la Escuela de Madrid, unos días antes del 18 de julio de 1936

La trayectoria en España carece de antecedentes reconocidos hasta muy avanzado el siglo XX. La madrileña Matilde Ucelay (1912-2008) es considerada la primera mujer titulada por la Escuela de Madrid, unos días antes del 18 de julio de 1936. Inmediatamente se incorporó a la Junta de Gobierno del Colegio de Arquitectos, lo que le valió represalias después de la contienda. Tras su rehabilitación profesional construyó numerosas casas de indudable calidad arquitectónica y lideró asociaciones
y movimientos vinculados a la emancipación de la mujer. Luego fueron Rita Fernández Queimadelos, gallega, que se tituló en 1940, tras reanudarse los estudios universitarios y la asturiana María Juana Ontañón.

El Premio Nacional de Arquitectura se instauró en 1932. Como un tardío reconocimiento a toda una trayectoria, en 2004, se otorgó a Matilde Ucelay. Antes, en 1995, Carme Pinós lo había obtenido junto a su compañero y esposo Enric Miralles. Las cifras vuelven a resultar insultantes.

No hay mujeres entre los galardones del Colegio de Arquitectos con el distintivo de Mestre de l'arquitectura, que se concede desde 1990

La Comunidad Valenciana no es una excepción. La fundación de la Escuela de Arquitectura por Román Jiménez, supuso la entrada de las primeras estudiantes. Pero cincuenta años más tarde, no hay mujeres entre los galardones del Colegio de Arquitectos con el distintivo de Mestre de l'arquitectura, que se concede desde 1990.

Aunque en el ejercicio profesional, tanto público como privado, la nómina actual de arquitectas, de edades comprendidas entre los treinta y los cincuenta, es amplia y especialmente cualificada.

El panorama académico, sin resultar todavía paritario, es más halagüeño. Hace ya dos décadas que empezó a equilibrarse el balance de género entre estudiantes, son numerosas y muy cualificadas las profesoras, si bien es cierto que el número de catedráticos duplica todavía al de catedráticas.

Sin embargo se ha contado ya con dos directoras de Escuela, numerosas profesoras en los distintos equipos directivos, diversas directoras Departamento y dos vicerrectoras. También se ha incrementado sensiblemente el número de doctoras, a la vez que las mujeres obtienen las mayores
calificaciones durante los estudios, a menudo superando a los varones.

La visibilidad del trabajo de la mujer en la arquitectura y el urbanismo es un acto de justicia y de inteligencia

La perspectiva de género en la arquitectura y el urbanismo, goza en la actualidad de gran predicamento y es frecuente objeto de atención en la docencia y la investigación de la arquitectura. La apuesta por la visibilidad del trabajo de la mujer en la arquitectura y el urbanismo es un acto de justicia y su definitiva incorporación en condiciones de igualdad, además, un acto de inteligencia.