| 04 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Empatía y mediación

| Javier Paniagua Edición Valencia

 

OPINIÓN  ¿En qué medida los conflictos sociales o políticos tienen que ver con la empatía de los protagonistas? ¿Son siempre elementos objetivos los que predominan o interviene las relaciones que se establecen entre ellos? En el caso, por ejemplo, del “proces” catalán cabe preguntarse si los elementos personales de los dirigentes catalanistas y del llamado españolismo están influyendo sobre los acontecimientos para acentuar el escollo de llegar a algún acuerdo o desistir del camino emprendido.

Seguramente se contestará que sí, que los elementos psicológicos determinan parte de la solución o la incapacidad de llegar a acuerdos, aunque resulta imposible especificar el grado de incidencia porque todo adquiere un elemento subjetivo difícil de evaluar.

Lo más normal es analizar la naturaleza del conflicto por encima de las peculiaridades personales de quienes lo protagonizan porque a la postre son ellas la que determinan las causas. Hay también quien espera que todo se resuelva con buena voluntad evitando cualquier violencia verbal o física. A eso últimamente le llaman buenísimo porque se parte de la premisa que todos estarán dispuestos a buscar “por las buenas” una solución satisfactoria sin considerar que el deseo de la misma topa muchas veces con la objetividad de las contradicciones en pugna.

Hoy están de moda los mediadores. Se han convertido en una profesión con proyección que atiende tanto a los conflictos personales (parejas, padres e hijos. suicidas, delincuentes) como a los sociales y políticos. Dependen de su habilidad y capacidad de convencimiento para que las partes lleguen a un consenso.

No siempre lo consiguen, pero intentan que cedan unos y otros para una solución transitoria o final, pero, en algunos casos, incluso la mediación puede ser contraproducente porque el problema aflora con más intensidad. Es imprescindible saber si hay algún resquicio para la negociación y de qué manera puede llegarse a un acuerdo Una vez conocí a un mediador para aplacar el conflicto de Bosnia-Herzegovina que me contó que todo se volvió peor cuando se pusieron sobre la mesa las reivindicaciones de las comunidades en juego: bosnios, croatas y serbios. Por eso cuando se apela al dialogo y a la mediación habrá previamente que especificar cuáles son las bases de las que se parte, que puntos son irreductibles y cuales susceptibles de transacción. De lo contrario el dialogo se convierte en un canto al sol, en un “flatus voci”, un término sin contenido.

Es lo que puede ocurrir cuando se intenta dar salida al problema de Cataluña. Si unos consideran irrevocable la independencia y otros se atienen a la legislación vigente sin otras posibilidades alternativas que no sea la reforma constitucional la mediación es inútil.

En esta tesitura no solo cabe contemplar el asunto catalán porque en el caso se llegue a un acuerdo en el que se renuncie a la independencia habrá que plantear también cómo derivará el tema a las otras autonomías. Se pudo en el punto de partida del debate constitucional de 1978 admitir la peculiaridad del País Vasco y Navarra, retrotrayéndose al argumento historicista del fuerismo, que sirvió para tener a través del cupo una exención distinta de la responsabilidad fiscal al resto de Autonomías, pero después del tiempo trascurridos y la consolidación del sistema autonomista es complicado que las demás acepten una relación distinta al resto de entidades entre Cataluña y el Estado.

Y además está el caso de a quienes se elijan como mediadores. Si no existe una buena empatía puede ocurrir una mayor crispación entre las partes implicadas. Viví un ejemplo de falta de sensibilidad cuando planteé a una responsable de una institución pública una propuesta de edición y me contesto que sí siempre que fuera legal. Es como si partiera del a priori de que pudiera plantearle algo ilegal.

La respuesta ya condiciona una actitud de rechazo porque supone, a lo mejor sin intención consciente, que en toda propuesta hay una posibilidad de delincuencia. Es, en todo caso, cuando esta se realiza el momento de decir si es viable. o tiene que ser rectificada para su concreción. Son personas con escasa sensibilidad para atender las peticiones públicas o privadas por la animadversión y anticuerpos que experimentan de partida. Las empresas privadas suelen cuidar mucho las relaciones humanas porque saben que ellas dependen su triunfo o fracaso en el mercado. La empresas o administraciones públicas todavía necesitan un recorrido mayor en esta faceta teniendo en cuenta que dependen de los presupuestos públicos. Y si alguien no sirve para ello no debe ostentar responsabilidades.