| 18 de Abril de 2024 Director Benjamín López

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse

La conquista del Reino de Valencia: la batalla del Puig (1237)

La primera y única batalla campal en la conquista se saldó con triunfo cristiano. Jaime I se enteró del resultado de la misma en Huesca, donde hizo cantar el Te Deum laudamus en la catedral

| Carlos Mora * Edición Valencia

A pesar de las dificultades sufridas en Burriana, la primera fase de la conquista de la taifa de Balansiya había concluido con un rotundo éxito para las armas de Jaime I. Su avance se detuvo temporalmente mientras se consolidaban las posesiones y se atendían otros asuntos (como su boda con Violante de Hungría tras la anulación de su matrimonio con Leonor de Castilla), pero en 1236 comenzaron los preparativos para la gran gesta de su reinado, la toma de la capital del Túria.

En las Cortes generales de Monzón, tras prometer el reparto de tierras para los nuevos colonizadores, obtuvo el apoyo de sus vasallos. Y a principios de 1237 el papa Gregorio IX concedió el privilegio de cruzada, por lo que se ofrecieron atractivas gracias espirituales a todos aquellos que se unieran a la lucha contra el infiel.

De acuerdo con un plan trazado con su tío, Bernat Guillem d'Entença, el objetivo inmediato de la campaña sería en este caso el castillo de Enesa (El Puig). Se trataba de un enclave pequeño pero de notoria relevancia estratégica: desde la cima de la montaña que coronaba hasta los muros de Balansiya, todo era llano.

Era, por lo tanto, una base perfecta desde la cual realizar cabalgadas sobre la huerta valenciana y emprender todo tipo de acciones que facilitasen el inicio del asedio: «Des d'allí els farem la guerra fins que València es trobe tan aflaquida de queviures que la puguem assetjar i la puguem prendre».

El propio emir de Balansiya, Zayyán, también conocía su importancia, pero tenía sus propias dificultades internas. Consideró que no sería capaz de defenderlo, por lo que prefirió ordenar su destrucción antes de que los cristianos avanzasen y se hicieran fuertes en él. Un error estratégico que posteriormente intentó subsanar en vano.

Jaime I comenzó pronto la campaña de 1237 con una hueste muy pequeña. Se puso de manifiesto así la desconfianza de la aristocracia aragonesa escarmentada en parte por el pacto de Burriana. Además, el apoyo asegurado en Cortes las gracias espirituales y requerían tiempo para hacerse efectivas. No quiso esperar más tiempo y se movió rápido: en mayo ya había alcanzado las ruinas de Enesa.

Empezaron inmediatamente las obras para reconstruirlo y abrir un camino practicable hasta la playa para facilitar la llegada de suministros. Sus fuerzas seguían siendo escasas en número por lo que poco después, en agosto, decidió que lo mejor era regresar a sus dominios para agilizar con su presencia la llegada de refuerzos a la guarnición que dejaba en Enesa bajo el mando de Bernat Guillem.

Tal y como temía Zayyán, desde Enesa los cristianos comenzaron a organizar cabalgadas para depredar la huerta valenciana. Cuando se enteró de la partida del rey, quiso aprovechar la oportunidad que se le presentaba y hacia allí envió al grueso de su hueste. Posiblemente la crónica real exagere las fuerzas enemigas desplegadas (600 jinetes y 11.000 infantes), pero con toda seguridad eran numéricamente muy superiores a la exigua fuerza cristiana en Enesa.

Sin embargo, Bernat Guillem decidió presentar batalla campal. Entregar Enesa supondría un duro retroceso y desde allí se obstaculizarían los posteriores avances cristianos: «Si no es manté aquest lloc, València és perduda, tal vegada per sempre més, que mai no tornarem a tenir tan bona ocasió». Buscar refugio en la fortificación a la espera de refuerzos solo permitiría al enemigo explotar al máximo su ventaja numérica y la eficacia de sus ballestas en una lucha estática. Sus fuerzas eran inferiores en número, pero confió en la calidad de sus caballeros y en la fuerza arrolladora de su carga en campo abierto.

La batalla tuvo lugar el 20 de agosto de 1237. Los musulmanes hicieron valer pronto el peso de su número y en dos ocasiones hicieron retroceder a los cristianos. Aunque al límite de ser desbordados, los cristianos lograron reorganizarse y ejecutar una argucia. Berenguer d'Entença, hermano de Bernat Guillem, atacó frontalmente a las casi victoriosas tropas musulmanas con la mayor parte de los caballeros, mientras poco después apareció en el campo de batalla Guillem d'Aguiló con otro grupo de jinetes.

Los musulmanes, al verle llegar, temieron que el súbito ímpetu de la carga cristiana se debiera a la llegada de refuerzos y su valor se vino abajo. Se desorganizaron y huyeron, por lo que se convirtieron en presa fácil para las fuerzas montadas que acabaron con muchos de ellos durante la persecución.

La primera y única batalla campal en la conquista del reino de Valencia se saldó con triunfo cristiano. Jaime I se enteró del resultado de la misma en Huesca, donde hizo cantar el Te Deum laudamus en la catedral como agradecimiento y celebración de la victoria.

 

*Doctor en Historia-UV. Dottore di ricerca-UniCa