| 24 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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El tour de Eisenhower

A finales de 1950 la OTAN pidió al general Eisenhower que volviera a vestir de uniforme. Aceptó, y lo primero que hizo fue un viaje para conocer de primera mano de cuántos efectivos disponía

| Juanjo Crespo * Edición Valencia

Al terminar la II Guerra Mundial en 1945, las bajas y el agotamiento de la población de las naciones occidentales vencedoras provocaron una rápida desmovilización de los ejércitos de EEUU, Canadá, Gran Bretaña y Francia. Enfrente, la otra potencia ganadora -la URSS- hizo exactamente lo contrario: alimentó aún más su numeroso ejército, creando incluso nuevas unidades militares.

Los aliados tardaron pocos años en darse cuenta del problema que tenían delante con Stalin y pronto entendieron que toda Europa estaba amenazada por un régimen totalitario y expansionista. Se creó la Alianza para el Tratado del Atlántico Norte en 1949, pero los ejércitos occidentales tenían ya poco músculo y no existían planes de defensa.

Hubo que recurrir a un líder y héroe de aquella guerra, el general Eisenhower, que ya había colgado el uniforme y se encontraba dando clases en la Universidad de Columbia.

Se le nombró Jefe Supremo de las Fuerzas de la Alianza en Europa (SACEUR) en las Navidades de 1950, y lo primero que hizo en su nuevo cargo fue organizar en enero de 1951 un tour por todos los países que entonces formaban la OTAN, excepto EEUU -que lo conocía bien- e Islandia -que no tiene ejército- con tres preguntas muy claras y concisas que anotaba en su libreta de mano:

¿Cuántas divisiones de combate pueden aportar a la defensa de Europa? ¿Y cuántos aviones? ¿Y barcos?

Se trataba de definir el número de fuerzas que los países de la Alianza estaban dispuestos a poner sobre el campo de batalla -llegado el momento- para frenar la oleada de ataques de las divisiones de carros de combate soviéticos.

Pasados 70 años de aquel viaje -en el que Eisenhower puso frente a su espejo la voluntad de sacrificio y defensa de todos los países- la OTAN se ha reunido en Bruselas.

Los jefes de estado y gobierno han llevado a esta cumbre algo más que el estadillo de tanques, aviones y barcos que pueden aportar. El escenario que prevé la OTAN para los próximos años está dentro de la llamada zona gris, con Rusia y China como actores principales.

Un conflicto en la zona gris no se declara como una guerra convencional, y tiene difícil final. No hay ofensivas con carros de combate sino ciberataques. No hay bombardeos sino campañas de desinformación. No hay saltos paracaidistas sino embargos comerciales y bloqueos de cuentas. No hay desembarcos sino cortes de carreteras o de vías de suministro de energía.

Nada escapa a la zona gris: ni la cultura, ni la sanidad, ni la economía, ni la religión, ni el comercio. Es estar en el umbral de la guerra, es la manera en la que algunos países entienden las relaciones internacionales con el objetivo de romper el statu quo internacional.

Los países que plantean estrategias en la zona gris lo hacen porque la experiencia les ha demostrado que sacarán mejores resultados (geopolíticos) con un menor coste (en vidas y económico). ¿Para qué ir a la guerra si es más caro y da peor resultado?

La Alianza Atlántica tiene que encontrar cuanto antes las herramientas para vencer también en estos nuevos conflictos, y las mejores armas que tienen son la democracia, el diálogo y la disuasión.

La democracia como base de todas sus actuaciones en la política interna de sus países miembros y en las relaciones con sus socios y vecinos. Cuanto mejor sea la calidad democrática de los países de nuestro entorno, con mayor garantía se podrá garantizar la libertad y la seguridad de nuestros ciudadanos.

Y para reforzar, o exportar, la democracia en nuestros países vecinos, hará falta mucho diálogo. La OTAN es una Alianza que toma las decisiones por consenso, así que está acostumbrada a dialogar, a escuchar, a ponerse en el lugar del otro y a compartir responsabilidades y anhelos.

Pero ni la democracia ni el diálogo son suficientes para vencer en la zona gris. Hace falta que esos países, capaces de tensionar las relaciones hasta llevarlas al borde del conflicto armado, entiendan que no les vale la pena hacerlo. Que no van a conseguir nada, y que van a acabar en una situación peor a la actual. Y la única manera de hacerlo es mediante la disuasión.

La OTAN tiene el reto de mejorar su nivel tecnológico, científico, económico y también militar claro, para disuadir a cualquier país o actor internacional que quiera romper las fronteras, las reglas del juego o los grandes consensos internacionales.

Preguntas y más preguntas que nos ayudan a entender la situación de seguridad y defensa, hoy como hace 70 años.

Al igual que Eisenhower que en 1951 interrogaba sobre el número de carros de combate, de aviones y de barcos que cada país aportaría para frenar un ataque soviético en fuerza, la OTAN debe preguntarse hoy en 2021 qué pasos dar para disuadir también en el espacio, en la ciencia, en el ciberespacio, en el Ártico, en los mercados económicos, en el Pacífico o en nuestras propias fronteras.

En la zona gris nunca se sabe por dónde van a llegar los problemas. Por eso la OTAN debe ayudar a consolidar el mayor número de democracias en el mundo, debe continuar y reforzar el diálogo con todos los actores internacionales y debe disuadir a quienes serían capaces de amenazar la libertad y seguridad de nuestros ciudadanos.

Hace 70 años Eisenhower se subió a un avión con sólo tres preguntas en su libreta: ¿Cuántas divisiones de combate pueden aportar a la defensa de Europa? ¿Y cuántos aviones? ¿Y barcos?

La guerra ahora es distinta. Nada es negro ni blanco. Ni gris quizás. Ya no me atrevo a ponerle un color.

Sólo sé, mi general, que todas las preguntas de hoy en día no caben en tu pequeña libreta.

*Experto en seguridad y geoestrategia.