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San Vicente inventó el agua bendita contra los machistas

De entre los muchos milagros y acciones realizó, destaca la invención del “Agua de Fray Vicente” contra los insultos machistas.

| Vicente Javier Más Edición Valencia

San Vicente provocaba tal fervor que la gente le agarraba de sus vestiduras para cortar un trocito de tela pensando en la veneración y en el momento en que nos dejase. De entre los muchos milagros y acciones realizó, destaca la invención del “Agua de Fray Vicente” contra los insultos machistas.

San Vicente Ferrer es uno de los santos más conocidos de nuestra Comunidad. Pero además, fue una persona de éxito religioso a lo largo de toda su vida. Intelectual destacado, se convirtió en asesor de papas y reyes, además de levantar pasiones allá por donde andaba. Hasta él acudieron el papa Benedicto XIII (el Papa Luna), la familia Borja, Alfonso el Magnánimo, María de Castilla, suecos, franceses, italianos, valencianos, castellanos y una larga lista de fieles seguidores.

Su fama se extendió como la espuma por todo el continente. Se dedicó a dar sermones y provocar la conversión de la gente a la fe cristiana. Su fama con la oratoria era de tal calibre que generaba la congregación de miles de personas allí donde predicaba.

Podríamos estar varias páginas hablando de los milagros y de la vida de este santo valenciano. Sin embargo, hay un hecho que es poco conocido y que da idea del carácter abierto y respetuoso del santo. Hacia el final de su vida, San Vicente popularizó entre las mujeres lo que vinieron a llamar el “Agua de Fray Vicente”. Se trataba de una pequeña botellita que el religioso entregaba a las mujeres cuando éstas se quejaban de falta de respeto, gritos, insultos o comportamientos más agresivos de sus maridos. Las mujeres, que hoy día se diría que sufrían violencia de género, esperaban en el santo un “milagro” que cambiara la actitud de sus machistas esposos.

Estas actitudes agresivas fueron condenadas en numerosas ocasiones por el valenciano, que optó por ayudar de la mejor forma que pudo a las afligidas esposas recetándole el milagroso brebaje. La botellita contenía agua bendita que las esposas debían introducir en su boca y no debían tragarla hasta que cesasen las agresiones verbales o de otra índole.

Tal fue el éxito de la fórmula que la fama del santo como defensor de las mujeres se expandió como la pólvora, popularizando la famosa agua del fraile. San Vicente se convirtió, así, en uno de los primeros defensores de las mujeres maltratadas por la violencia de género, un éxito que hoy día tratan de ocultar algunos y algunas.

En realidad, la fórmula del valenciano no era sino una forma de evitar la pelea apelando a que lo que la produce no es la palabra ofensiva que se oye, si no la palabra ofensiva que se responde.

Las peripecias de San Vicente darían hoy día para una novela tan larga como Guerra y Paz, sin duda. Su éxito fue de tal calibre que en los sermones llegaba a congregar a miles de personas. Era un auténtico ídolo de masas, como se diría hoy día. Antes de predicar, rezaba durante cinco horas para pedir a Dios la eficacia de la palabra y lograr que sus oyentes se convirtieran. Como la gente se lanzaba hacia él para tocarlo y quitarle pedacitos de su hábito para llevarlos como reliquias, tenía que pasar por entre las multitudes rodeado de un grupo de hombres encerrándolo y protegiéndolo entre maderos y tablas. El santo pasaba saludando a todos con su sonrisa franca y su mirada penetrante. Su porte y buen físico ya se había extendido como la espuma sufriendo, incluso, el acoso de mujeres de buen vivir.

Llamó la atención los logros de los parlamentos de San Vicente entre las personas de a pie que acudían a escucharle, ya que los gobernantes constaban cómo, después de sus sermones, disminuían notablemente las borracheras y los delitos.

No es de extrañar el éxito que tuvo el valenciano, puesto que se encargó de dar ejemplo, allí donde acudía, aplicándose a sí mismo aquello que predicaba. De hecho, dormía en el suelo, ayunaba frecuentemente y se trasladaba de una ciudad a otra a pie (excepto los últimos años, que enfermó de una pierna y lo hacía cabalgando en burro). Igualito que nuestros políticos actuales.

Vicente Javier Más Torrecillas. Académico de la Real Academia de Cultura Valenciana. Doctor en Historia Contemporánea.