| 08 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Santo Grial: el secreto del Imperio Valenciano

La leyenda del Santo Grial, que en realidad hace referencia al Santo Cáliz, esconde tras de sí una realidad histórica a caballo entre el olvido, la dejación y el interés geoestratégico.

Más allá de las leyendas que lleva aparejada esta reliquia, cuya veracidad ha oficializado el propio Vaticano haciendo de Valencia cuidad jubilar, la referencia cronológica de su valor histórico es 1432. Ese año, Alfonso el Magnánimo entrega a la Catedral de Valencia una de las reliquias más importantes, sino la mayor, de toda la Cristiandad. Un hito sin precedentes en Europa Occidental que corona al Reino de Valencia como referente religioso, político y militar.

El secreto que esconde el Santo Cáliz de la catedral levantina es mucho más mundano, en este sentido, que espiritual. El hecho mismo de que concluyera su periplo viajero en Valencia da indicios de la importancia de nuestro Reino a principios del siglo XV. En los cien años que van desde 1350 hasta 1450, el Reino de Valencia se convierte en el epicentro geopolítico de Occidente. Su poder sobrepasa fronteras para instalarse en lo más alto de la historia europea. El punto máximo de ese poder lo representó Alfonso el Magnánimo, quien trasladó el Santo Cáliz desde Huesca hasta la catedral del Reino. Valencia era entonces la capital de la Corona de Aragón, a años luz de la capacidad económica, social y política de otras ciudades como Barcelona o Zaragoza. Pero también equiparable a otras ciudades que representaban un papel histórico en la época, como París, Roma o Nápoles.

La ciudad del Turia tenía un Palacio Real donde se alojaba el rey y la corte de forma permanente. El puerto era el más importante del Mediterráneo Occidental, hasta el punto de que constituye el punto de partida y de llegada de las expediciones internacionales de Alfonso, como la campaña de Djerba, en África, donde el regreso triunfal se realiza a través de Valencia.

El poder establecido por Alfonso frente a Roma, que comenzó a vislumbrarse con el sostenimiento de Benedicto XIII (el Papa Luna) frente a Roma, se traducirá años más tarde en el nombramiento de dos papas valencianos y un tercero hijo de la misma familia Borgia: Calixto III, Alejandro VI e Inocencio X. Los únicos pontífices peninsulares en la historia de la iglesia católica. Además, durante su reinado se consolida la figura de San Vicente Ferrer y se establecen alianzas con la Santa Sede para operaciones militares frente al Islam.

La cultura alcanza a lo largo y ancho de todo el Reino de Valencia el mayor esplendor que se conocía hasta el momento en lo que hoy es España. La concentración de pintores, escritores, escultores y arquitectos fue de tal calibre que habrá que esperar hasta el Siglo de Oro español para esbozar algo parecido. De esta época son los escritores Ausias March, Sor Isabel de Villena y Joan Martorell; el pintor Lluis Dalmau; el escultor Joan Forment; el humanista Luis Vives, aunque posterior, bebió de las fuentes de pensamiento de la época; todos valencianos. Destacan edificios como el Palacio Real de Valencia, la cartuja de Valdecristo, el monasterio de la Valldigna, la torre campanario de la catedral, los palacios de la nobleza valenciana en la capital y en otras poblaciones como Xàtiva o Gandía. Así mismo, las grandes familias del Reino, junto a Alfonso, se convirtieron en mecenas de artistas, importando su obra desde Italia e incluso realizando encargos para ejecutarlos en edificios valencianos, sobre todo en el período de papado de Alejandro VI.

La economía de la Corona de Aragón se fundamentaba en la producción valenciana, el comercio y la actividad burguesa en la capital. Un flujo monetario que consolida familias como los Borgia, pilar básico para la financiación de la Corona y de las empresas militares de Alfonso el Magnánimo. Mientras en Barcelona se suceden las disputas nobiliares y las revueltas en el campo, en el Reino de Valencia se consolida una economía activa que será capaz, pocos años más tarde, de financiar parte del Descubrimiento de América.

En definitiva, estamos ante la época de esplendor de un Imperio cuyo nombre se diluye en la estructura de la Corona de Aragón. Este es el secreto que esconde precisamente el Santo Cáliz de la catedral de Valencia y que tan bien relata el autor segorbino Juan Miguel Barea. El hecho significativo de que el rey lo trajese a Valencia pone en evidencia la realidad de una metrópoli convertida en el centro de la cristiandad, de Europa Occidental y de la península como nunca antes se había producido. Por esta razón es tan importante la reliquia de la Catedral de Valencia. Su estudio y divulgación permitirán recuperar el esplendor de una época que ha quedado escondida con el transcurrir de los años.

 

Vicente Javier Más Torrecillas

Doctor en Historia

Académico de la Real Academia Valenciana