| 24 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Sin política

| Juan Vicente Yago Edición Valencia

No hay política. No hay políticos. ¡No lo niegues por negarlo! ¡No aduzcas lugares comunes! Te puede la maldita costumbre, la estúpida inercia de amadrigarte con el grupo, de buscar la protección del rebaño; pero en este asunto, como en tantos otros, no valen arrimos ni amadrigamientos. La realidad es apodíctica. En la plaza pública no quedan gestores de vocación, y están los inmuebles oficiales a reventar de barateros y camastrones, de lagotería y augustez mayestática. Es la tentación del poder, lo mucho que arrastran los privilegios que, sin democracia y con ella, se han ido amontonando en las abigarradas, ininteligibles y traicioneras columnas del boe. Los avatares politicoides no son ya sino motivos pictóricos, excusas para jugar con las palabras; y cierto periodismo, que vive de la exégesis, la glosa y el correveidile, aunque asistió en su momento al fin de la política —estuvo una larga temporada oyendo el fragor de su desplome—, prefiere aparentar ignorancia, seguir como si nada para conservar el empleo. Hay actores fingiéndose políticos, y periodistas haciendo información con ellos, cuando el único titular posible, y por tanto aceptable hoy en día, es que todo es una farsa. La política toda es máscaras, y todo el año es carnaval. Ya lo dijo Larra. Pero a nadie le importa, y el carromato rueda pendiente abajo, sin freno, atropellándolo todo. Los okupas del edificio político se han dado cuenta de que al vecindario no le importan sus industrias, andanzas y zascandileos, por lo que se refocilan con el momio a la pata llana, que vale tanto como a pierna suelta y sin preocupaciones. La política, pues, desaparece; y sin embargo la informadura, sacudida por el galvanismo del horror vacui, sigue la corriente y no acaba de aceptar que su papel, hoy por hoy, es levantar acta del óbito. Es un abismo tan hondo, un vértigo tan insoportable que se cierran los ojos y se simula, en aras de la continuidad, que no ha cambiado nada. Pero lo cierto es que no hay política. Que aquí una emisora esparce su escándalo habitual; allá un periódico hace cábalas y análisis, conjeturas y predicciones como si hubiese algo que predecir y conjeturar, analizar y cabalear —como si todavía existiese la política—; y acullá unos debatientes construyen un mundo fantasmagórico, una torre apócrifa con los adobes de mentira y el cemento ectoplasmático de los falsos políticos, una pobre apariencia de ruinas entre las que deambular, hacer como que y mantener en marcha la función. Es un mal simulacro del tiempo en que ocurrían cosas, un quiero y no puedo, un espejismo, una quimera, una prestidigitación. Puro ilusionismo. Pura vorágine de irrealidad. Sin política se le hunde al periodismo una sección gorda, y eso cuesta digerirlo; aunque de todos modos acabará produciéndose un transvase de periodistas, una reordenación corporativa como aquélla que sufrieron los herreros y los cocheros durante la revolución industrial, y los cronistas políticos ingresarán resignados en la crónica social, cultural o deportiva. No habrá más remedio. La materia prima de lo suyo escasea; y al público, por su parte, no le interesa. El respetable —¡uf!— se inclina hoy por el cotilleo, el entretenimiento y la sicalipsis, por todo aquello que reproduzca sus costumbres decadentes y le proporcione con ello un viso de justificación. Así el mal periodismo usará el famoso caleidoscopio de vistas gordas con que cohonestaba embustes políticos para cohonestar la frívola impostura. Y podrá sobrevivir. Menudo panorama. ¡Te repito que no me vengas con lugares comunes; que olvides de una vez esa monserga de la nueva política, de la unificación de la izquierda y el redescubrimiento del centro! Ni hay tal, ni a la población le interesa. Compara las audiencias de los informativos con las de los culebrones, los realities y los demás enseñaculismos. Te convencerás de que al personal no le interesaría el birlibirloque político aunque lo hubiese. ¿A qué piensas que se debe la extinción de los políticos? La muchedumbre ha perdido el rumbo, y de la política y el bien común ha pasado al nesting y al medro en B, o sea sin IVA y al erario que le den. Todo motivado, según los entendidos, por la precariedad laboral y la rapacidad politicorrona. De modo que a mí no me vas a engañar, y a ti mismo calculo que menos. No hay política, y tardará mucho en haberla porque haría falta un retorno al idealismo que, de momento, no se vislumbra. Lo que sí se vislumbra son disfrutadores del prebostazgo, aspirantes a mandamás, a gerifalte, a emperador, a poltrón; aficionados al mucamo, al chauffeur, al porteador de agenda y al piscolabis; nuevos aristocratazos entorpecedores de los técnicos y aguafiestas de los que saben. Vivimos una interrupción de la gestión y una desaparición del parlamentarismo que lleva camino de volverse permanente. Ni política, ni políticos. Los lugares donde antes trabajaban los políticos han venido a ser corrales de tragedia, teatros del esperpento, escenarios de la vulgaridad y guateques del bochorno repletos de impostores, que interpretan lo suyo para sacarnos lo nuestro cuando ven con el rabillo del ojo, mientras intercambian mordiscos y pescozones dialécticos, que seguimos con el tardeo y la escapada por mucho que nos expriman la faltriquera. No hay política porque no hay políticos, y no hay políticos porque no hay sociedad: hay, cada vez más, un batiburrillo en que nada es firme porque todo vale, y en que la decencia y la seriedad están abrumadas por la enorme tarea de salvar los últimos reductos. ¡Pero no te pongas así! ¡Deja de vomitar banalidades e insulseces! Acepta la realidad; porque si no lo haces, y te dejas llevar por la cochina corrección política, favorecerás el triunfo de la mentira. Están desmoronándose los elementos de la historia, una catástrofe ante la que no es aceptable tu silencio, tu disimulo ni tu contemporización, ¡y tú echando espumarajos y dando patadas al aire!

[Puedes contactar con el autor en el correo: juviyama@hotmail.com]