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El español que mandó un batallón en Corea

Un niño nacido en un pueblo de Almería emigró a EEUU con su familia en 1919. Aquella dura vida forjó el espíritu de Ginés que se convirtió en un héroe de la Guerra de Corea y llegó a general

| Juanjo Crespo * Edición Valencia

El 15 de diciembre de 1908 nacía Ginés Pérez López en el seno de una humilde familia de mineros en Cuevas de Almanzora (Almería). Con algo más de 10 años, aquel niño y su familia emigraron a Arizona, en EEUU, intentando dejar atrás la escasez y la pobreza.

Se instalaron en la frontera con México, pero allí las cosas tampoco fueron bien y Ginés pronto tuvo que ponerse a trabajar para echar una mano en casa. Se dedicó durante varios años a fregar los platos en los bares de carretera hasta que pudo ahorrar lo suficiente para estudiar y convertirse en ingeniero de minas.

En 1933 se alistó como reservista en el ejército de EEUU con el grado de alférez, y la cosa hubiera quedado ahí de no haber sido por la II Guerra Mundial. Combatió en el Pacífico como teniente y al acabar la guerra ya era capitán.

En 1950, con el grado de teniente coronel, se le asignó el mando del 2º Batallón del 21 Regimiento de Infantería de la 24 División de los EEUU, unidad que fue enviada a Corea dentro de las fuerzas de paz de la ONU que se enfrentaron a la Corea comunista.

El 2 de septiembre de 1950 su batallón era uno de los que estaba defendiendo la ciudad de Angang cuando Corea del Norte lanzó una ofensiva para conquistarla. La inesperada potencia de aquel ataque sorprendió a los defensores, que se fueron replegando a la ciudad sin poder hacer frente al enemigo. Cuando todo parecía perdido, el teniente coronel Pérez dirigió -en primera línea- a sus hombres en un contraataque que consiguió romper el cerco y salvar la ciudad y a sus habitantes.

Durante aquella acción, las ráfagas de ametralladora silbaban a su paso mientras los morteros enemigos caían a su lado. El ejemplo y el valor de Pérez se vieron recompensados con la “Estrella de Plata” de los EEUU.

Pocas semanas después, el 31 de octubre de aquel mismo 1950, el teniente coronel Pérez se dirigía al frente de su batallón hacia la ciudad Sinuiju. De repente, de la nada, aparecieron siete tanques norcoreanos -que comenzaron a hacerles fuego- a los que pronto se unió una lluvia de balas y bombas que acabó deteniendo la marcha del 2º batallón.

Pérez iba en la primera columna, así que dio órdenes por radio a los escalones de retaguardia para que tomaran posiciones e hicieran fuego al enemigo. Los cañones del 2º batallón intentaban encontrar el punto desde el que pudieran romper la emboscada, pero estaban muy retrasados en el despliegue y no eran capaces de localizar al enemigo que disparaba emboscado.

Los minutos pasaban y la artillería de EEUU no encontraba la posición idónea para romper el cerco, así que el teniente coronel Pérez, de nuevo haciendo caso omiso al fuego enemigo, guió en persona a sus cañones hasta el único punto desde el que su potencia de fuego sería letal contra los norcoreanos.

Al mismo tiempo, ordenó a una de sus compañías un ataque envolvente, sorprendiendo a un  enemigo, que pagó un alto precio: más de 200 soldados muertos y 64 prisioneros. La columna norcoreana fue derrotada.

Aquella acción también tuvo su recompensa: la “Cruz por Servicio Distinguido”. Sin duda, la determinación y valentía del teniente coronel habían salvado –otra vez- a todo su batallón.

Tras la guerra de Corea, Ginés Pérez López ya no abandonó jamás el ejército y llegó a alcanzar el generalato. A principios de los 60, como general de brigada, fue destinado a la “Oficina de Ayuda USA a España” en Madrid.

Años después, durante la Guerra de Vietnam, mandó distintas unidades paracaidistas y fue ascendido a general de división, grado con el que pasó a la reserva.

Una vida dedicada al Ejército y que para mí se resume en aquellas dos batallas de septiembre y octubre de 1950: la defensa de la ciudad de Angang y el contraataque de Sinuiju.

Que nadie me malinterprete: sería injusto obviar su actuación en el Pacífico en la II Guerra Mundial, en Vietnam o como Jefe de Estado Mayor de la mítica 82 División Aerotransportada.

No es eso; lo que quiero decir es que en aquellas dos acciones de 1950, muy similares y en muy poco espacio de tiempo, cristaliza todo lo que había vivido Ginés hasta ese momento.

Un padre minero a principios del siglo XX, una familia pobre y emigrante, un joven desarraigado en un país extranjero, un friegaplatos en bares de carretera de una peligrosa frontera, un ingeniero al que le sorprende una guerra… en definitiva, un niño de un pueblo de Almería que –casi sin darse cuenta- se encuentra mandando un batallón en Corea.

En 1950 el teniente coronel Pérez López salvó dos veces a su batallón…, o quizás fue el pequeño Ginés quien realmente lo hizo.

Sólo un niño que jamás ha tenido nada es tan generoso como para arriesgar así su vida por los demás.

*Experto en Seguridad y Geoestrategia.