| 27 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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¡Ofertas de trabajo como ésta no aparecen todos los días!

Buscar trabajo puede traer sorpresas, sobre todo cuando en las bolsas donde uno se anota, hay ofertas con una descripción camuflada, porque le conviene a la empresa.

| Margarita Morales * Edición Valencia

Media mañana de un día cualquiera. Miro mi móvil y veo una llamada perdida. Tengo la costumbre de regresar las llamadas, incluso las de números desconocidos, pues entre que soy curiosa y estoy en busca de trabajo, cuando recibo llamadas de números que no identifico, me asalta la duda de que puede ser de alguna oportunidad de trabajo.

Regreso la llamada, no me responden. Dejo el móvil por ahí y minutos más tarde suena y lo cojo. Al otro lado una voz de hombre. Me llama por mi nombre y dice que habla por "el trabajo de camarera al que me anoté". Me sorprende porque yo no recuerdo haberme anotado en alguna bolsa de trabajo a una oferta así. Le digo que en ese momento no sé cuál será, dado que cuando uno busca trabajo "se anota a muchas ofertas" (¡lo cual es verdad!), pero que me explique de qué se trata; igual y lo puedo hacer.

Primero me pregunta si vivo en Ribarroja (si vio mi currículum, porque sé que lo vio en algún sitio, seguro que leyó donde vivo y qué profesión tengo, dado que nunca cambio mis datos). Le confirmo. Me informa que el trabajo es para un "sitio de alterne" que está precisamente en el polígono del pueblo y que necesita una camarera que se encargue de la barra de bebidas.

Al escuchar eso no pude evitar reírme internamente y pensar: "¡lo que me faltaba, un trabajo de este tipo!".... En tono serio le pido que me explique más, lo cual hace escuetamente. Se trata de atender la barra de ese sitio, en horario de 5 de la tarde a 4 de la madrugada. El resto, me dice, me lo aclarará en la entrevista que tengamos por la tarde. Me dice que me llamará para decirme hora y lugar. Antes de finalizar la llamada, le pido su nombre. Me lo da y él, que lógicamente ha detectado mi acento extranjero, pregunta "si tengo papeles en regla". Me siento como esos inmigrantes ilegales que contratan para trabajos en negro, mal pagados y en pésimas condiciones, pero que los contratantes quieren saber con lo que se van a encontrar. Le digo que sí, que estoy casada con español y que incluso tengo la nacionalidad (como para que se sienta "tranquilo").

Media tarde de ese día

Ando fuera de casa. Me llega mensaje de WhatsApp del hombre. Me dice que si podemos vernos a las 8 en la esquina de un conocido desguace que está en el polígono. Confirmo que sí. Voy de regreso a casa en coche, pensativa. Todavía me queda tiempo. Al llegar opto por enviarle un mensaje al hombre, pues ahora sí me siento inquieta. Le digo que soy sincera y que pido lo mismo, así que directa le pregunto "si el trabajo realmente es para atender la barra, o está buscando mujeres para trabajar en sexo". Me responde inmediatamente y me aclara que él quiere una persona seria, responsable, que atienda bien la barra y que "a mí nadie me va a tocar".

Finalmente se acerca la hora y salgo de casa. Conduzco tranquila, pero con una mezcla de incredulidad, sorpresa, nervios, cierta tristeza y decepción, pero sobre todo siento que voy por curiosidad, justo esa que nos invade a los periodistas cuando nos enteramos de que hay algo raro o turbio en una situación que todavía no nos queda clara.

Llego puntual al sitio y no hay nadie. Tomo conciencia de que a esa hora un polígono está muy solo. Prefiero aparcarme a la vuelta de donde quedamos, como queriendo ver de lejos la llegada de algún coche con el hombre. Pasan 10 minutos y no llega, pasan otros 5 y decido enviarle un mensaje. Me responde que ya va de camino y que si estoy en el sitio acordado, él pasa y me recoge. "¡Por supuesto que no!, me dije a mi misma". Sigo esperando y de pronto me llama y me repite lo mismo: "que ya casi llega y que me recoge". Le digo que no, que yo lo sigo en mi coche. Sólo escucho una risa en tono bajo.

Enciendo mi coche y me acerco de nuevo a la esquina del conocido desguace. Sólo estoy aparcada yo. De pronto veo que se acerca un coche negro y se para a mi lado. Es él. Me hace señales de que lo siga. Su coche trae placas de Francia. Conduce a una alta velocidad y se mete por varias calles, de tal manera que me doy cuenta que desconozco algunas, aun cuando ya he andado por esa zona.

La entrevista

Llegamos al sitio de alterne, ubicado entre dos empresas. Su fachada no es espectacular ni llamativa, como suelen ser las de sitios así. Tiene un letrero soso, sin nada de diseño, cuya palabra "calor" brinca a la vista de todo el que pasa caminando o en coche. En letras pequeñas se lee el nombre del hotel, unas palabras sugerentes y se observa un diminuto dibujo con silueta de mujer.

La puerta tiene una marquesina que tiene un borde de luz neón y cerca de ahí se observa una palmera iluminada, que no me queda claro si es natural o artificial. Veo todo esto y lo único que se me ocurre pensar es que se trata de un "hotel para parejas". ¡Ingenua de mí! (risas).  Él se mete con su coche al sitio cruzando un portón grande y se estaciona al lado del hotel, en una zona descubierta que quizá conduce a un estacionamiento privado. Yo me estaciono en la calle. Mejor. Me bajo, respiro hondo y me aproximo al hombre, quien también da unos pasos para encontrarme. Con mucha seriedad me saluda de mano y se presenta. Es un hombre como de unos 40 años. Inmediatamente empieza a explicarme lo del trabajo.

Me dice que hay que atender la barra, servir bebidas a los clientes, cobrar bien y cuidar la caja, ya que "de ésta sale el dinero para pagar los suelos a los empleados". Me indica que también hay que limpiar las habitaciones de algunas chicas, "las que quieren, porque algunas prefieren hacerlo ellas mismas, ya que viven en el hotel". Ahí entra mi confusión y le pido me aclare si a ese sitio van parejas o "¿quiénes?".

Ni se ríe, ni se sorprende de mi duda. Me aclara que ahí sólo van hombres, que hay mujeres que dan sexo y cobran por eso, a las cuales, lógico, les cobra un "porcentaje" por el uso de la habitación, aunque inmediatamente me aclara que "él no las explota". Yo callada sólo escucho sus explicaciones. Nunca se refiere a ellas con otro término, sólo las llama "las chicas".

Cuando me ha explicado lo referente al trabajo, me sorprende que no me pregunte nada sobre mi experiencia laboral, aunque segura estoy que si leyó mi currículum se enteró que soy periodista. Aun así me llamó para el trabajo, lo cual me descoloca. No puedo evitar pensar de nuevo en qué oferta me habré anotado, cuya descripción seguro estaba "camuflada", porque no recuerdo una de camarera.

El hombre sólo me pregunta si tengo experiencia como tal. Le respondo que he trabajado en el restaurante de un hotel del pueblo donde vivo, pero que de manera esporádica, apoyando a una amiga que sí trabaja ahí de manera permanente. Me dice que con eso es suficiente, que un hermano suyo me enseñará a preparar bebidas, que él sólo quiere una persona seria y responsable que cuide la caja.

Cuando entramos en materia de "sueldo, horarios y contrato", me explica que hará contrato de media jornada ante la seguridad social; que el horario será de 5 de la tarde a 4 de la madrugada; que sólo tendré un día de descanso; que si a veces terminara muy cansada en la madrugada, que me puedo quedar a dormir ahí (¡glup!), y que el sueldo será de 1100 euros. Si en poco tiempo doy resultados, hará contrato de jornada completa y aumentará el sueldo a 1200 euros.

Estando las cosas como están y con lo difícil que me ha resultado encontrar trabajo, lógicamente el sueldo me resulta atractivo, aunque con demasiadas horas de trabajo... ¡11 horas para ser exactos! pese a que él dice "muchos días te aburrirás del poco trabajo que a veces hay". Dicho todo esto, me invita a conocer el hotel. Entramos al sitio y encuentro un recinto con una decoración sencilla, modesta, como de esos hoteles de pueblos turísticos que están sólo para dar hospedaje en temporadas de vacaciones o puentes, pero que están bien cuidados.

Me enseña la primera planta, la cual me aclara que yo no atenderé. Subimos una escalera y mientras llegamos a la segunda planta, me pregunta si estoy casada y que si mi marido sabe de esa entrevista de trabajo. Le digo que sí, que no hay problema. Una vez en el pasillo del segundo piso empieza a explicarme lo que tendría que limpiar ahí. Justo en ese momento sale de una habitación una chica vestida "apropiadamente" para su trabajo de esa noche. Me mira de reojo y saluda con un "buenas noches". Le respondo igual. Él sigue caminando y explicando que las sábanas sucias las chicas tienen la obligación de ponerlas en una cesta grande que está en un cuarto pequeño, al cual me lleva. Vuelve a repetirme que las mismas mujeres me dirían si quieren limpieza o no de su habitación.

El hombre abre una habitación y me la muestra. Ni lujosa ni corriente, simplemente una habitación con una cama redonda y decorada de manera sencilla. En todo momento se muestra serio, muy en su papel de propietario. Me lleva de nuevo a la planta baja y me dice que me va a mostrar el "área de trabajo". Antes hacemos una parada en lo que sería la recepción, que nunca se usa como tal, aclara. Ahí me presenta a su hermano, un chico como de 35 años y a una mujer que es la cocinera, la cual prepara la cena al personal del hotel.

Me lleva al salón donde está la barra, el área de los clientes y las chicas y me lo muestra desde el marco de una puerta de acceso. A esa hora, cerca de las 10 de la noche, sólo hay música a todo volumen, las luces típicas de un sitio así y tres mujeres jóvenes, una parada frente a una máquina de juegos, entretenida, mientras que las otras dos -una es la que me topé al principio del recorrido- charlan mientras beben de unas copas. Me miran pero sólo la otra me saluda con un "hola",  mientras el dueño sigue hablando. Me dice cómo se cobran las copas, cuánto porcentaje deben dejar las chicas al hotel por hacer que los clientes consuman más y temas así.

Regresamos al área de recepción y me pregunta si finalmente me interesa el trabajo. Le digo que sí, pero que necesito unas horas para hablarlo en casa, dado el horario que requiere. Me pide que no me tarde mucho porque le urge una camarera, y aprovecha para decirme -como convenciéndome- que es un trabajo serio y de responsabilidad, que ahí sus empleados van a trabajar y que "está prohibido relacionarse con clientes" (¡sobre advertencia no hay engaño! (risas). Me despido y quedo en llamarle lo más pronto posible.

La pregunta es ¿lo acepto o no?

Pasa de las 10 de la noche. Regreso a casa pensativa. Lógico. Hay algo que me atrae de este trabajo: el sueldo, pese al exceso de horas; el darme de alta en la seguridad social, aunque en un principio con media jornada; la cercanía del sitio a donde vivo y ¡las historias que saldrían de ahí para escribirlas!

Me sale la vena periodística. Sé que no es el trabajo que estoy buscando, pero cuando se tocan tantas puertas y no se abre ninguna, más que una como ésta, sale de mi interior una voz que me dice: "yo ya trabajé mucho en mi profesión en mi país, donde incluso crecí bastante, así que un trabajo como éste debo verlo como lo que es, un trabajo para ganar dinero y ya". De pronto me asalta la pregunta de "¿y la gente que me conoce, qué dirá?". Inmediatamente me respondo "el trabajo dignifica, sea donde sea". ¡Peor sería robar!

En fin que mi cabeza se revuelve con tantos pensamientos. Llego a casa, charlo con mi esposo, con mi hija mayor, incluso con una hermana en México. Escucho reflexiones, opiniones. No es fácil que a alguien de casa le llegue un trabajo así, pero cuando los tiempos siguen siendo complicados y el dinero hace falta, en verdad que seriamente se plantea uno aceptar un trabajo como éste.

Todos me dicen que aunque no están de acuerdo con el trabajo por varias razones, entre ellas el horario, me apoyarán. La decisión es mía. Llega el día siguiente, le llamo al hombre y finalmente le digo que no puedo aceptarlo, que el horario es complicado de coordinar con mis actividades de casa. Me da las gracias y se despide.

Reconozco que mi curiosidad me llevó a aceptar la entrevista de trabajo, por saber de qué se trataba, pero cuando dije que no lo aceptaba, por un lado me sentí contrariada y por otro como arrepentida por haber rechazado un trabajo con un "buen sueldo", con un contrato aunque con demasiadas horas, pero por otro lado enojada por ver cómo hay empresarios que abusan de la necesidad de trabajo y dinero de la gente.

Sacando cuentas del sueldo ofrecido, la hora sale a 4,16 euros. Por mucho que el dueño del hotel dijera que a veces no hay mucho trabajo, son demasiadas las horas y pagadas peor que lo que cobra por hora un camarero en un bar o restaurante normal. ¡Incluso se gana más limpiando casas, con los 10 euros que se cobra por hora!

En fin. Así las cosas, así una experiencia más en mi búsqueda de trabajo...

*Periodista mexicana residente en la Comunidad Valenciana.