| 05 de Abril de 2024 Director Benjamín López

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse
La ex presidenta del parlamento valenciano, Milagrosa Martínez
La ex presidenta del parlamento valenciano, Milagrosa Martínez

Embajada: La corrupción está sobrevalorada

Que pactes los presupuestos con quienes no han condenado los asesinatos de ETA es más grave que aceptar un reloj de 2.400 euros que es por lo que Milagrosa Martínez lleva años en la cárcel.

| Fernando Ferrando Edición Valencia

A la corrupción le pasa como a la vida; que están sobrevaloradas. Hay cosas peores que la muerte, como las hay peores que la corrupción. Que se quemen veintiséis autobuses que hemos pagado todos los valencianos porque, entre otras cosas, no había agua en las bocas de incendio es peor que pagar una juerga con una tarjeta de crédito a cargo del ayuntamiento de turno.

Que alguien llegue a la Moncloa pactando con quien juró y perjuró que jamás pactaría es un engaño peor que aceptar el regalo de un comisionista que ha puesto unos cuantos globos para animar la fiesta de cumpleaños de tu hijo, que es lo que tanto se le reprochó a Ana Mato.

Que pactes los presupuestos con quienes no han condenado los asesinatos de ETA es más grave que aceptar un reloj de 2.400 euros a cambio de un favor y amañar un concurso para que los gane un amigo, que es por lo que Milagrosa Martínez lleva años encerrada en la cárcel. Que te birlen cuatro millones de pavos, como le hicieron a Grezzi en la EMT, es peor que pagar unas braguitas con una tarjeta black.

Eso por no hablar de los políticos, asesores y demás que llevan años cobrando un pastizal, sin pegar un palo al agua y se llevan las manos a la cabeza porque un empresario le haya dado una comisión a un amigo de un alcalde a cambio de facilitarle el acceso al ayuntamiento de turno.

Un político puede hacer mucho mal y salir indemne porque no se ha llevado un duro a su casa. Eso, aun cuando el coste para la sociedad haya sido infinitamente mayor que una pequeña dadiva. Pueden destruir un país, una región o un pueblo. Dividir a la sociedad, sembrar el odio y la discordia. Poner en tela de juicio los pilares en los que se fundamenta la convivencia. Y no les pasa nada, nunca rendirán cuentas, no verán arruinada su vida ni la de los suyos.

Es más, puede que por razón de su cargo sigan viviendo el resto de su vida con una paga vitalicia a cuenta de los impuestos de todos nosotros.

No digo yo, Dios me libre, que haya que permitir la corrupción. Como no digo que haya que fomentar la muerte. Sólo digo que hay cosas peores.