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Sede del Ministerio de Defensa con la sala dedicada al general Veguillas
Sede del Ministerio de Defensa con la sala dedicada al general Veguillas

Las sonrisas que le debemos al general Veguillas

El general Veguillas Elices fue asesinado en julio de 1994 por el Comando Madrid de ETA. Desde esta semana, el Salón de Actos para altos cargos del Ministerio de Defensa llevará su nombre

| Juanjo Crespo * Edición Valencia

 

A Francisco Veguillas Elices siempre le gustó descubrir cosas. Militar, del Cuerpo de Ingenieros, ingresó en el Ejército en 1942. A finales de los 50, debido a sus cursos y destinos, tuvo la oportunidad de viajar y descubrir cómo se entendía la milicia y la relación con la sociedad en otros países.

Tuvo la suerte de trabajar a las órdenes de Díez-Alegría y de Gutiérrez Mellado, dos de los principales militares que pilotaron la transición dentro de las Fuerzas Armadas, y ascendió a general en 1982.

Tras varios destinos en el Ministerio de Defensa -que le dieron la oportunidad de seguir viajando y ampliando sus horizontes profesionales y personales- en enero de 1987 fue nombrado director general de Política de Defensa en un momento clave: en España había ganado el “SÍ” en el referéndum de la OTAN y en la URSS ya había comenzado la Perestroika. Una España -y un mundo- muy distinto a aquel de 1942 cuando vistió por primera vez el uniforme.

Fue una época intensa, donde participó en muchas y muy complejas negociaciones en el ámbito internacional: los Acuerdos de integración de España en la OTAN, el Nuevo Tratado de Amistad y Cooperación con los EEUU y los primeros contactos con ejércitos pertenecientes al Pacto de Varsovia.

Artífice de los primeros despliegues operativos de nuestras Fuerzas Armadas en misiones de paz, supo conjugar sus dos pasiones: la milicia y el conocer mundo. Su talante abierto fue la clave para ver más allá y entender el momento histórico de cambios y de oportunidades para el futuro.

En toda esta historia, como en casi todas, había una “cara B”; en los años 90, un militar de alto rango en la capital española era un objetivo para la banda terrorista ETA. A pesar de la escolta –que viajaba detrás en otro coche- y del blindaje del vehículo, el general Veguillas sabía que se jugaba la vida cada día al ir a trabajar al Ministerio.

Al volver a casa, la sonrisa de su mujer era la señal del reencuentro. Por la mañana, al despedirse, una mirada suplicaba un “hasta luego”. Así todos los días hasta que llegó el 29 de julio de 1994.

Aquel famoso y maldito “Comando Madrid” diseñó su asesinato con un coche bomba con más 40 kilos de explosivos. El general y su conductor no tuvieron opción y el Renault 25 quedó hecho un amasijo de hierros que se empotró contra una fachada.

El chófer se llamaba Francisco Joaquín Martín Moya y a él, además de su esposa, le esperaban tres hijos. Además, el joven tramoyista César García Contonente, de la compañía de danza “Los Ballets de Madrid”, también murió a causa de la explosión mientras cargaba una furgoneta preparando una actuación. Su novia, una de las bailarinas, jamás volvió a sonreír en el escenario.

El “viejo mariscal”, como le llamaban en el Ministerio de Defensa, fue asesinado una mañana de final de julio cuando ya contaba los días para irse de vacaciones con su mujer. En el cajón de su casa, dos billetes para recorrer Europa se marchitaron en una décima de segundo.

Más de 26 años habían pasado ya desde aquel último viaje –a la eternidad- del general Veguillas cuando este pasado lunes, 23 de noviembre de 2020, una disposición de la Ministra de Defensa dedicaba el salón de actos de la sede del Ministerio de Defensa al Teniente General Francisco Veguillas Elices, que desde aquel día lleva su nombre.

Unos billetes de tren amarillentos ya olvidados en un cajón. Una bailarina que jamás volvió a sonreír en escena, y tres hijos que crecieron sin padre. La historia del viejo mariscal parecía que iba a acabar triste, pero 9.614 días después de su asesinato un reconocimiento en el Ministerio de Defensa, donde tanto años sirvió, nos ha devuelto la memoria de un militar valiente, un auténtico visionario.

Mi general, supongo que desde alguno de tus viajes te habrá llegado la noticia de este reconocimiento. Seguro que te habrás alegrado. Saluda a tu chofer Francisco y dile que siga conduciendo con esa sonrisa amable. ¡Ah! y dale un abrazo a César y cuéntale que los bailarines no han dejado de sonreír.

Ese salón de actos merece una  actuación de ballet. Que los acordes de la música hagan callar el ruido de aquella bomba. Una función con mucha paz, alegría y muchas sonrisas. Ojalá la veamos pronto.

 

 *Experto en seguridad y geoestrategia.