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La cara b de la hegemonía electoral de Rita Barberá

La experiencia nos enseña que tras un periodo hegemónico el camino de la búsqueda de perfiles que puedan resultar providenciales no es exitoso, y que las renovaciones requieren de contenido

| José Morgan García Edición Valencia

Durante 24 años la hegemonía de Rita Barberá al frente del Ayuntamiento de Valencia fue incontestable. Si bien es cierto que accedió en virtud de un pacto de investidura con Unió Valenciana, ese pacto alumbró con claridad el inicio de un proceso de unificación del centro derecha que tuvo su primera manifestación en el Cap i Casal y supuso el preludio en el ámbito autonómico.

Rita transformó la ciudad, la situó en el mapa, convirtió a Valencia en la base del impulso de la Comunitat Valenciana, y eso sirvió para que la ciudad y la comunidad autónoma alcanzaran un espacio de relevancia como nunca antes habían conocido.

Pero, ante todo, Rita se convirtió en una máquina de ganar elecciones. Tanto es así que su aportación salió de cruces hacía afuera en la medida en que muchos fueron los municipios del área metropolitana que, con el crecimiento urbanístico, se convirtieron en la ciudad dormitorio de muchos valencianos que votaban a la lista local de los populares pensando en clave Rita Barberá.

La cara b de toda esta historia de éxitos electorales la padecieron en primera persona los socialistas. La lista del PSPV en la ciudad resultó la más votada pero, como ya había sucedido en 1987 (AP,UV y CDS), el centro derecha sumaba más concejales. Esta vez PP y UV se pusieron de acuerdo y procuraron una salida a la candidata socialista, hasta la fecha alcaldesa, al frente de la Diputación y este fue el kilómetro 0 de una travesía en desierto que se cobró a una innumerable colección de candidatos de todos los perfiles y colores que fueron sucumbiendo convocatoria tras convocatoria.
En 1995 el perfil del candidato elegido por el PSPV fue el de un ex conseller relativamente joven del gobierno de Lerma. Se buscaba una persona de indudable prestigio en su ámbito, que fuera visto como un técnico. El resultado, desastroso, fue la pérdida de casi treinta mil votos respecto al 91.

En la siguiente cita, se optó por buscar el mimetismo respecto a Rita. En este caso se buscó una candidata, Ana Noguera, que si bien mejoró ligeramente los resultados -en parte por el descenso de Esquerra Unida-, no pudo impedir el ascenso en votos de Barberá y su segunda mayoría absoluta. Rafa Rubio ganó las primarias en 2002 a Ana Noguera. Lo hizo la prensa de aquel tiempo, atendiendo al apoyo de las familias predominantes que habían sumido al PSPV en un estado de balcanización desde la caída de Lerma. El resultado en mayo terminó por llevarse a Rubio por delante, quien no repitió en 2007.

Fue entonces cuando se buscó una candidata potente en términos de notoriedad, Carmen Alborch, quien encabezaba una candidatura coral con el propio Rubio de segundo y Ana Botella de tres. El resultado fue un fracaso mayúsculo. La lista encabezada por Rita logró 21 concejales con un 57% de los sufragios, quedando los socialistas sin superar la barrera de los 12 concejales.

En 2011 se miró al Parlamento Europeo y Joan Calabuig volvió a la arena política valenciana para finalmente, acabar, en 2015, obteniendo el peor resultado de los socialistas en la ciudad, en una convocatoria donde Rita Barberá se despidió ganando, si bien la suma con Ciudadanos le dejó a un solo regidor de revalidar en la Alcaldía.

A la vista de los hechos, en cuanto a la elección de candidatos parece que está todo inventado. Sin embargo, la historia nos enseña que hay caminos que es mejor no recorrer. Las urnas dirán en mayo, pero lo que sí parece claro es que, tras casi tres décadas, los socialistas en la ciudad han tenido que tocar fondo para finalmente abordar un proceso de renovación desde la base, que permite a la organización tener un discurso estructurado que ofertar a la sociedad más allá de experimentos o de elección de cabezas de listas.

La experiencia nos enseña que tras un periodo hegemónico el camino de la búsqueda de perfiles que puedan resultar providenciales no es exitoso, y que las renovaciones requieren de contenido, de actualización de discurso y de proyecto para poder llegar a buen puerto.