De aquellos polvos, estos lodos. La Constitución de la Concordia marcó, de entrada, diferencias importantes entre todos los pueblos de España.
Los de los pisos de arriba contribuían a los gastos generales de manera igualitaria; los bajos –País Vasco y Cataluña- tuvieron, de origen un trato diferenciado plasmado en los conciertos económicos y mayores competencias de origen. Navarra también. Y, además, pagaban poco.
Las desigualdades originales se fueron ampliando a medida que se realizaban transferencias competenciales.
El Estado cedió la Educación y ahí se consumó el dislate. Desapareció la Historia de España y aparecieron las “historias de las Españas” y, por último, las “historias para no dormir”. Los mitos, las fábulas y, finalmente, las falsedades más extremas.
Llegaron los nacionalismos y cada uno aprovechó sus “historietas”.
Hoy Cataluña “no es España” -según dicen sus políticos- y querrían ser otro Estado. La corrupción de sus dirigentes –brutal- persigue la impunidad total de sus delitos y precisan un orden nuevo controlado por ellos: ejecutivo, legislativo y judicial. Tres en uno. El zorro en y sobre el gallinero.
El resto de españoles queremos la aplicación de la Ley con todas sus consecuencias. Incluso penales. Seguramente la detención, procesamiento y condena de una cincuentena de sinvergüenzas podrá reconducir la situación en Cataluña.
Actuará como ejemplo y templará ánimos.
Además el Estado debe hacer retornar para sí la Educación y su Enseñanza. Caso contrario la fábrica de patriotas e iluminados, enquistados en el odio y el fanatismo obligará a males mayores.
Hay que “españolizar Cataluña” y segar las malas hierbas. Aplicar la Ley. Suficiente.
Fermín Palacios Cortés, Secretario General S.I. C.V.