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5 lugares Patrimonio de la Unesco en Turquía que hay que visitar antes de morir

Desde Estambul hasta el Monte Nemrut pasando por las ruinas de Éfeso y las chimeneas de hadas de la Capadocia.

| Javier Martínez Mansilla Viajar

En los confines del mar Mediterráneo, donde Europa y Asia se encuentran, buscamos el territorio mestizo en el que se guarda con mimo un cofre cargado de reliquias y de contrastes. Aquí encontramos paisajes enfrentados, desde playas paradisíacas en el Egeo a montañas solitarias en el oriente; también ciudades caóticas donde perderse en un bazar o en los vapores de un hammamn o donde maravillarse con su arquitectura exótica y su historia milenaria.

Por esta puerta a Oriente Medio pasaba la Ruta de la Seda, cargada de mercancías, de viajeros y de influencias, como pasaron también los romanos, que recorrieron la vía de los Curetes en Éfeso o los bizantinos, que excavaron iglesias en las cuevas de la Capadocia. Aquí, los licios construyeron sus ciudades en la costa del Mediterráneo y los sultanes otomanos extendieron un imperio que llegaba desde Bagdad a Budapest. Los vestigios de estas civilizaciones aparecen perdidos en esta naturaleza implacable y variada y la gran mayoría forman parte del Patrimonio de la Humanidad.

Hacemos un recorrido por las principales maravillas de Turquía con sello de la Unesco que no te puedes perder. 

1. Estambul

 

 

Exótica y europea; frenética y romántica, a partes iguales. Serán necesarios al menos tres días para empezar a tomarle el pulso a la Ciudad Antigua. El lugar idóneo para empezar a hacerlo lo encontramos en la plaza de Sultanahmet, donde llevan todos los caminos de esta metrópolis a orillas del Bósforo. 

Este barrio está enmarcado por los majestuosos edificios y la cúpula de Santa Sofía, el templo de la divina sabiduría que durante siglos fue la mayor iglesia de la cristiandad. El emperador Justiniano la ordenó construir en el s. VI para intentar devolver la grandeza al Imperio romano. Los jardines de Sultanahmet conectan este templo con la Mezquita Azul, que aparece en el imaginario de cualquiera que le venga a la mente una postal de Estambul.

Otro de los planes imprescindibles en la urbe es visitar el palacio de Topkapi o callejear por el barrio del Bazar. Además de perdernos en las tiendas del Gran Bazar (Kapalı Çarşı), lo haremos por el de las Especias (Mısır Çarşısı) y las zonas comerciales de Nuruosmaniye Caddesi y Mahmutpaşa Yokuşu, cerca de la mezquita de Solimán. No puede faltar una parada para tomar café o té y retomar fuerzas con un kebab. Pero si hablamos de vida nocturna y de ocio hablamos de İstiklal Caddesi. Este bulevar es el centro gastronómico y el punto más agitado de Estambul, especialmente cuando cae la noche, repleto de restaurantes, terrazas y salas de conciertos.

Antes de abandonar la ciudad es obligado subir hasta los miradores de la Torre Gálata y tomar el ferri para viajar de Europa a Asia en menos de una hora. Cada día los barcos parten en su travesía por el Bósforo hasta el mar de Mármara y cada atardecer el cielo se baña de colores rosáceos mientras irrumpen las siluetas de incontables minaretes. 

2. Capadocia

El interior de la península de Anatolia es un terreno semiárido donde la erosión ha ido esculpiendo un paisaje fantasmagórico en el que irrumpen miles de formas como las famosas “chimeneas de hadas”. La Capadocia es, junto a Estambul, el principal reclamo turístico de Turquía, situada entre las provincias de Kayseri, Aksaray, Niğde y Nevşehir. Esta área protegida de 9.576 hectáreas fue declarada en 1985 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, no solo por sus singulares formaciones rocosas, sino por los tesoros artísticos y culturales que guardan sus galerías.

La situación geográfica de Capadocia la ha convertido en la encrucijada de rutas comerciales y de distintas invasiones durante siglos. En sus cavidades se construyeron refugios bajo tierra como los de las ciudades subterráneas de Kaymakli y Derinkuyu, estructuradas en distintos niveles de profundidad. Cuando estas urbes ocultas fueron usadas durante el cristianismo bizantino, algunas de sus cámaras fueron adaptadas como templos y decoradas con iconografías en las paredes. 

Hoy Capadocia es un destino donde los hoteles de cinco estrellas se reparten por este territorio de ensueño, donde los excursionistas exploran a pie sus valles y los vuelos en globo permiten disfrutar de la mejor panorámica del lugar. Al igual que a Estambul, a la Capadocia conviene dedicarle al menos tres días y el mejor punto para plantar la base de operaciones será Göreme, rodeado de valles con chimeneas de hadas.

3. Éfeso 

Viajamos a orillas del mar Egeo para buscar uno de los complejos arqueológicos mejor conservados del mundo antiguo en el Mediterráneo. 

Éfeso fue la capital de Asia Menor en periodo romano. Un lugar que floreció como un gran centro cultural donde habitaban cerca de 200.000 personas y donde cada día arribaban comerciantes y peregrinos venidos de todas las partes del imperio. Hoy las ruinas de Éfeso están incluidas en la lista de Patrimonio de la Unesco desde 2015. ¿La razón? Son un excelente ejemplo de urbanismo adaptado al paisaje además un privilegiado testigo de tradiciones culturales y religiosas locales, helenísticas, romanas y cristianas. A pesar de su grandiosidad, tan solo el 20 por ciento ha sido desenterrado.

Caminamos por la calle de los Curetes hasta el Templo de Adriano, situado junto a las Termas de Escolástica y frente a las llamadas Casas en Terraza. En esta serie de mansiones, organizadas alrededor de atrios, es interesante observar los frescos y los mosaicos que decoran sus paredes. Del complejo también destaca la Biblioteca de Celso, considerada una de las más importantes de la antigüedad, además del Teatro y el Ninfeo. 

Aunque los restos pueden resultar decepcionantes, siempre conviene acercarse hasta el Templo de Artemisa, situado a tres kilómetros del recinto arqueológico de Éfeso, considerado una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Se encuentra a las afueras de la ciudad de Selçuk, principal base de operaciones en este destino arqueológico.

4. Pamukkale

En el suroeste de Turquía los movimientos tectónicos crearon en la cuenca del río Menderes una zona de aguas termales conocida como Pamukkale o “castillo de algodón” en turco. En la provincia de Denizli se localiza este fenómeno natural que el viajero descubre como un cúmulo de piscinas blancas o terrazas con forma de medialuna donde se acumula esta agua rica en minerales que desciende desde la ladera. Los depósitos más recientes de carbonato de calcio le han concedido el aspecto blanco que deslumbra al visitante.

Esta maravilla natural ha sido declarada, también, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco junto a Hierápolis, la antigua ciudad helenística de que se conservan las ruinas de grandes edificios como el Templo de Apolo, el Teatro y la Necrópolis. Esta es otra de las visitas imprescindibles en la zona. 

El crecimiento turístico y la proliferación de hoteles en este destino causó la sequía de muchas de sus terrazas, lo que puso en peligro Pamukkale. Sin embargo, en los últimos años, gracias a las labores de conservación de la Unesco y el gobierno, el lugar se ha ido recuperando para mostrar todo su esplendor al viajero. ¿Cómo llegar? Desde Estambul, podemos coger un vuelo de una hora hasta el aeropuerto de Denizli o animarnos con un roadtrip cruzando la península de Anatolia rumbo a la Capadocia.

5. Monte Nemrut

Dejamos a un lado las rutas turísticas para descubrir una de los enclaves más aisladas de Turquía. A 2.150 metros de altitud, en la cima del monte Nemrut, encontramos el yacimiento funerario que el rey Antíoco mandó construir en el 62 a.C. El viajero descubre aquí “los tornos de los dioses”, una composición en dos terrazas, una al este y otra al oeste del túmulo artificial levantado con material de relleno que le da la forma cónica al pico de la montaña.

Cada una de las terrazas o terraplenes contenía varias estatuas de casi diez metros de altura dedicadas al propio rey, a animales sagrados como los leones y las águilas y a varios dioses armenios, griegos y persas.  Entre ellos se distingue Apolo, Heracles, Tyche y Zeus, todos ellos sentados. Hoy en día todas las estatuas están decapitadas y sólo se conservan las cabezas que se reparten con orden por la cima. 

Algunos consideran que un terremoto podría haberlas desplazado de su posición original, aunque por otro lado el daño causado a algunas de ellas indica que fue causado de forma deliberada por iconoclastas. También se cree que en algún lugar de esta montaña está enterrado el rey Antíoco, pero su tumba aún no se ha encontrado.

El monte Nemrut está situada a 40 km al norte de Kahta, cerca de Adiyaman. Para llegar al yacimiento podremos tomar un vuelo hasta el aeropuerto de Adiyaman y desde allí trasladarnos a Kahta, la mejor zona para alojarse. Otra opción es continuar el roadtrip desde la Capadocia y hacer un recorrido de una semana hasta Kahta.