| 27 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Isabel y Felipe, un matrimonio duradero pero infeliz
Isabel y Felipe, un matrimonio duradero pero infeliz

La reina Isabel II o el arte de mirar para otro lado cuando tu marido te engaña

La reina Isabel de Inglaterra y el duque de Edimburgo cumplen setenta años de casados. Un matrimonio que ha estado marcado por las infidelidades de él y de las que ha alardeado en público.

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La reina Isabel de Inglaterra y el duque de Edimburgo celebran el setenta aniversario de su matrimonio. Ella era muy joven cuando se enamoró de aquel apuesto cadete que causaba estragos entre las féminas de la época. Se prometieron y matrimoniaron en una ceremonia con la pompa y el boato correspondiente. Los primeros años fueron muy felices, sin apenas obligaciones dado que el rey Jorge VI llevaba el timón. Sin embargo, el destino quiso que muriera joven, solo tenía 57 años. A partir de ese momento, todo cambió para Isabel y Felipe. Ella fue coronada reina y él quedó relegado a un papel de segundón con poco brillo y mucha vigilancia. Sus aficiones eran fiscalizadas por el gobierno de entonces. Llegó un momento en que la intromisión era tanta que la reina pidió a Winston Churchill que dejaran un poco de libertad a su marido ya que se ahogaba.

Educada en otra época, la reina Isabel II acató la norma no escrita de que los hombres tenían derecho a divertirse fuera de casa. Sin embargo, eso no fue óbice para que sufriera mucho, pues estaba profundamente enamorada del duque de Edimburgo. Al final, tuvo que aceptar que no podía luchar contra la virilidad de Felipe y  llegó a pronunciar aquella famosa frase de “A mi marido le pido lealtad”. Y en ese sentido asegura nunca le ha fallado, pues siempre ha estado ahí, junto a ella, en los momentos más difíciles. Sobre todo en la época tormentosa del matrimonio de su hijo Carlos y Diana. Juntos afrontaron uno de los divorcios más mediáticos que se recuerdan en el mundo de la realeza. Y así un suma y sigue de episodios que hicieron temblar los cimientos de la casa de los Windsor.

La reina Isabel ha sufrido en silencio. Ha aguantado carros y carretas porque su marido, lejos de mostrar discreción, ha alardeado de sus conquistas en público. En ocasiones, no ha dudado en departir con su amante de turno ante su esposa quien, como le enseñaron cuando era pequeña, permanecía impertérrita. Aseguran que más de una vez han sobrevolado objetos durante los altercados que la  pareja ha mantenido por culpa, no solo por la afición de él a atesorar amigas especiales, sino a mostrarse con ellas en público. En una ocasión, el duque perdió la cabeza por una atractiva joven que le hizo pensar en divorciarse. Rápidamente, se organizó un gabinete de crisis y se encargó a un funcionario, muy cercano al protagonista, que le disuadiera de semejante idea. Y lo consiguió.

En esto de aguantar, Isabel II no está sola. La reina Sofía, Sonia de Noruega o Silvia de Suecia han pasado por la misma situación. Curiosamente, todas ellas tienen intención de continuar con esos matrimonios infelices hasta el final de sus días. La separación no es una opción para ellas, de ahí que hayan sufrido tanto cuando se han roto las uniones de sus hijos. Doña Sofía lleva clavada muy dentro la separación de su hija Elena con Jaime de Marichalar. Por su parte, la reina Sonia también lo ha pasado fatal con el divorcio de Marta Luisa y Ari Behn. La soberana sueca estaba convencida de que su hijo se casaría con su novia de toda la vida, Emma Pernald. Su intranquilidad continúa porque aseguran que el príncipe y su esposa atraviesan una fuerte crisis marital. Reinas nacidas para sufrir por amor, o tal parece.