Pocas verduras salvo el brócoli dividen tanto la opinión, hay casi tantas personas que adoran las coles de Bruselas como quienes las rechazan.
Con solo 51 calorías por ración de 100 g, las coles de Bruselas ofrecen un festín nutritivo, aportan fibra, vitaminas A, C, varias del grupo B, E y K, junto con minerales como calcio, hierro y potasio, convirtiéndolas en un tesoro para la salud.
Su nombre científico es Brassica oleracea, las coles de Bruselas son joyas culinarias, no solo por su pronunciado sabor, (que entusiasma a muchos, a otros no tanto), sino también por los beneficios que aportan a nuestra salud.
Las coles de Bruselas, pertenecientes a la familia de las crucíferas como la coliflor o el brócoli, han recorrido un intrigante viaje desde su cultivo en la antigua Roma hasta convertirse en un elemento icónico en las mesas de todo el mundo.
Su denominación, vinculada a la capital belga, Bruselas, donde su cultivo se popularizó alrededor del siglo XVI.
Estas pequeñas maravillas se presentan en tres tipos según la época de recolección: las precoces, que se cosechan antes de 150 días de la siembra; las intermedias, entre los 150 y 180 días; y las tardías, recolectadas después de 180 días de la siembra. Aunque disponibles todo el año, su esplendor se despliega en los meses de otoño e invierno, tejiendo un tapiz de frescura y vitalidad en la estación más fría.co.
Las coles de Bruselas no solo deleitan nuestro sentido del gusto, sino que también son una fuente nutritiva digna de reconocimiento. Al explorar sus componentes por cada 100 gramos, descubrimos un festín de nutrientes:
Vitaminas:
Minerales:
Este despliegue de nutrientes convierte a las coles de Bruselas en un aliado indispensable para una dieta equilibrada, brindando no solo sabor sino también una rica amalgama de beneficios para la salud.
Los antioxidantes presentes en las coles de Bruselas, al consumirse en una cantidad de 300 g diarios, han demostrado reducir hasta un 28% el daño oxidativo. Este impacto positivo contribuye a disminuir el riesgo de enfermedades crónicas, especialmente aquellas relacionadas con la inflamación.
Aunque no existe un alimento milagroso contra el cáncer, las coles de Bruselas contienen glucosinolatos, compuestos anticancerígenos que favorecen la desintoxicación y eliminación de agentes dañinos en el organismo.
El kaempferol, un compuesto presente en abundancia en las coles de Bruselas, ha sido asociado con beneficios para la salud cardíaca. Aumentar la ingesta de verduras, especialmente las de la familia Brassica, puede reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares, según estudios realizados en Estados Unidos.
La riqueza en azufre de las verduras del género Brassica, como las coles de Bruselas, favorece la salud intestinal. Este componente estimula la producción de glutatión, un antioxidante crucial para mantener la integridad del revestimiento intestinal y favorecer la reparación.
Estudios han vinculado el consumo de verduras Brassica, como las coles de Bruselas, con un menor riesgo de diabetes tipo 2.
La riqueza en fibra de estas verduras contribuye a estabilizar los niveles de azúcar en sangre, ofreciendo un apoyo significativo para la salud metabólica.
Las coles de Bruselas son una fuente destacada de vitamina K, aportando más del 137% de las necesidades diarias en tan solo 100 g. Esta vitamina desempeña un papel importante en la coagulación sanguínea y en la prevención de la osteoporosis, destacando su importancia para la salud ósea.
Aunque para la mayoría son una opción saludable, quienes padecen problemas tiroideos deben moderar su consumo debido a la interferencia de estos vegetales con la absorción de yodo necesario para la producción de hormonas tiroideas.
Además, las coles de Bruselas, ricas en fibra, pueden causar molestias gastrointestinales en personas con enfermedades inflamatorias intestinales. Aquellos bajo tratamiento con anticoagulantes deben controlar la ingesta de vitamina K, consultando siempre con su médico antes de realizar cambios significativos en su dieta.
En conclusión, las coles de Bruselas no solo son un deleite para el paladar, sino también una fuente inagotable de beneficios para nuestra salud.
Desde su origen en la antigua Roma hasta su presencia en nuestras mesas contemporáneas, estas pequeñas esferas verdes han demostrado ser no solo un ingrediente culinario, sino un tesoro nutricional que merece ser explorado y apreciado.
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