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Pablo Casado, hace unos días
Pablo Casado, hace unos días

Tres años de Casado: la compleja pero imparable carrera del PP hacia Moncloa

El líder popular venció a Soraya y a Cospedal en 2018 y, desde entonces, ha levantado un partido deprimido que mira ya de cerca el Gobierno. Éste ha sido el largo camino.

| Antonio Martín Beaumont España

 

Hace muchos años que sigo a Pablo Casado. Siempre he percibido en él un animal político, en el mejor sentido de la expresión. En numerosas ocasiones hemos coincidido en televisión, donde lo he visto desde su mocedad fajarse con opinadores de colmillo retorcido. Nunca se ha amilanado en defensa de lo que piensa.

Ni siquiera ha abdicado de proteger a su partido cuando los temas implicaban a compañeros de conducta pública nada ejemplar, personajes que no tenían defensa. Ellos, no; la organización en la que Casado milita, sí. Ni siquiera le arredraba lo empinado de esa tarea ante una izquierda que actúa siempre como si tuviera una superioridad moral sobre la derecha.     

Ayer se cumplieron tres años del Congreso Nacional Extraordinario que le catapultó a la cabeza del PP. Casado ha cumplido sus bodas de cuero, como llaman al tercer aniversario matrimonial porque, dicen, cruzado ese Rubicón temporal se ha demostrado resistencia y durabilidad. Creo que el presidente del PP ha trabajado con eficacia en horas muy complicadas.

 

Aquel 21 de julio, ante más de 3.000 compromisarios que le escuchaban en el Hotel Marriot Auditorium de Madrid, Pablo Casado mostró en tan solo unos minutos sus dotes para enfervorizar a los suyos. A su juventud arrolladora, al líder popular le acompaña una preparación consistente y unas ideas bien claras que es capaz de expresar de manera brillante sin un papel delante.  

Su contrincante en el cónclave, Soraya Sáenz de Santamaría, mujer de enorme valía, ex portavoz parlamentaria, poderosísima vicepresidenta del Gobierno hasta que una  moción de censura se llevó por delante a Mariano Rajoy, quedó miniaturizada ante el pico de oro de Casado cuando tocó confrontar discursos.

Pocas personas conocen tan bien el PP como Casado. Ha recorrido las sedes regionales, provinciales y locales. Y puede saludar a gran parte de la militancia por su nombre

El que iba a ser nuevo líder popular enfervorizó a los compromisarios. Lo seguí en persona y pocas veces he visto tanta emoción entre los componentes del máximo órgano del PP. Casado entusiasmó con lo que dijo, puesto que era lo que deseaba escuchar la parroquia de una formación avergonzada y  deprimida por aquellos días. También les deslumbró por su forma de decirlo. Acertó con la música y la letra.

Pocas personas conocen tan bien el PP como él. Ha sido su casa ideológica desde la adolescencia. Además, ha recorrido las sedes regionales, provinciales y locales por todos los rincones de España. Y puede saludar a gran parte de la militancia por su nombre.

De ahí que haya sido capaz de colocar a una formación que estaba en la UCI, en franca recesión, acosada por la corrupción de etapas anteriores y que acababa de perder de manera traumática el poder (vamos, que tenía todas las papeletas para irse al garete) en condiciones de ser la alternativa que España quiere mayoritariamente para sustituir a Pedro Sánchez en La Moncloa. Y así ocurrirá, muy probablemente, cuando se abran las urnas.

Y también algún defecto del líder popular

Pues bien, igual que he llenado de elogios a Pablo Casado, tampoco rehúyo confesar cuál considero su principal defecto. Un vicio, por cierto, muy extendido en las personas de su generación. Casado lo quiere todo y lo quiere muy deprisa. Pero la política  tiene sus tiempos e intentar acelerarlos es arriesgado.

Sirva como botón de muestra lo que le ocurre al PP en Andalucía, donde las cosas le van notablemente bien a Juanma Moreno. Su opción de gobierno se consolida cada día que pasa gracias a una buena gestión. El malagueño es un político que va paso a paso. Sin prisa pero sin pausa. El cambio se nota. Pero debe desmontar todo un régimen que instaló el socialismo durante más de treinta años. Y Roma no se conquistó en una hora, aunque las opciones populares enganchen cada día a más andaluces.

No parece buena idea presionar a Moreno para que precipite las elecciones autonómicas andaluzas, que no tocarían hasta finales de 2022

Todas las encuestas hablan de que, cuando haya elecciones, Moreno va a arrasar. El PP andaluz tiene en su mano la mayoría absoluta. Es natural, por ello, que en Génova 13, después del éxito en Madrid, donde Isabel Díaz Ayuso asestó un varapalo tremendo a Pedro Sánchez, deseen cuanto antes  repetir la historia en un territorio tan emblemático para el PSOE como Andalucía

Sería la muerte política prematura de Sánchez. Además, en este preciso momento, pasado Despeñaperros el socialismo (como en tantos lugares) no anda en su mejor momento. Está enfrascado en una mudanza de liderazgo.

Sin embargo, no parece buena idea presionar a Moreno para que precipite las elecciones autonómicas, que no tocarían hasta finales de 2022. Primero, porque un año pasa volando. Luego, porque los anticipos electorales los carga el diablo. La gente busca políticos que den estabilidad.

 

La fiabilidad del PP es un valor frente al sanchismo, que es una máquina de crear dudas. Por ello sería muy complicado convencer a los andaluces de que en lugar de seguir trabajando para resolver los problemas reales, hay que iniciar una nueva carrera electoral por buscar una mejor posición partidista. El PP no puede caer en la trampa de catalanizar otras comunidades, en el sentido de celebrar elecciones cada dos años.

Así las cosas, es mejor dejar correr los tiempos y que la política siga su curso según lo previsto. Es muy bueno agotar las legislaturas. Insisto, los gobiernos del PP deben huir de las prácticas que ha implantado la radicalidad separatista. Además, los males de Sánchez, lamentablemente para España, no van a desaparecer. Diga el CIS lo que quiera. Aunque el presidente se enmiende tres veces más a sí mismo cambiando su Gobierno para rejuvenecerlo y feminizarlo. 

Sánchez, acorralado

Cada semana que pasa el enfado de la gente contra Pedro Sánchez va a más. A Casado le toca ahora, con el mazo dando, atento a las desmesuras de esa carrera de locos en la que se ha instalado la izquierda desesperada porque se le escapa el poder, ir preparando sus equipos, dejar ver que su reformismo es el camino, e ir presentando su batería de medidas para cuando gobierne.

Primero habrá que afrontar las andaluzas no antes de septiembre de 2022 y las municipales y autonómicas de mayo de 2023. Luego, si Sánchez es capaz de aguantar hasta final de ese año, La Moncloa caerá como fruta madura para Pablo Casado.