| 04 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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Una diputada se pone el pinganillo en un debate en el Congreso.
Una diputada se pone el pinganillo en un debate en el Congreso.

El Babel parlamentario

En el mundo se hablan hoy 7.097 idiomas ¿se imaginan el ininteligible batiburrillo comunicativo parlamentario? Lógico que, de existir, se mosquee hasta Dios.

| Pedro Nuño de la Rosa Edición Alicante

Las tres principales civilizaciones monoteístas mediterráneas: hebreo, cristianismo e islamismo (con todas sus extensiones y desviaciones) cuentan en sus libros sagrados que Dios, o sea Yahvé, harto de los presuntuosos babilonios que en su desmedida soberbia estaban construyendo una torre de Babel capaz de llegar al cielo, los castigó mandándoles hablar 60 lenguas distintas, cuando todavía no se habían inventado ni los cohetes de propulsión ni el traductor simultáneo.

Naturalmente la cosa acabó muy mal enrevesada porque unos con otros no entendían si el interlocutor le acaba de dar las buenas noches o se ciscaba en su madre, cualquier cosa ininteligible, menos pásame ese ladrillo o dale a la polea del zigurat. El galimatías provocó la dispersión del personal constructor, y la torre que ya llevaba varias espirales hacia arriba, aunque todavía podía sobrevolarla cualquier pájaro, fue desmoronándose por abandono comunicativo para quedar en apenas arenosos cimientos míticos, y leyenda bíblica sobre escarmientos divinos, hasta que los arqueólogos actuales proponen distintas ubicaciones empíricas a aquella chaladura de sátrapas queriéndose comparar con los dioses mesopotámicos o con el hebreo.

A falta de argumentos más perentorios (sequías, inundaciones, sanidad, educación, reindustrialización, vivienda…), no se habla de otra cosa que del idioma en que debemos expresarnos tanto frente a las distintas Administraciones como en la cotidianeidad: ¿castellano con acento dialectal alicantino; valenciano-catalán metidos en el mismo saco y suma independentista que las Cataluña franco-española y Baleares; o simplemente el valenciano atesorado y empírico de la Acadèmia Valenciana de la Llengua, que cuando llega a la calle es una especie de spanglish a nuestro modo acentual y manera sintáctica que los especialistas definen como “populares corrupciones lingüísticas”?

Lo de nuestro Parlamento nacional, cambiando votos de investidura para gobernar, por pinganillos traductores, como si anduviéramos en la ONU, o en Luxemburgo, me parece impresentable, además de irrisorio para muchos países que teniendo el acervo de varias lenguas siempre utilizan la misma en sus foros gubernamentales e instituciones. En el mundo se hablan hoy 7.097 idiomas ¿se imaginan el ininteligible batiburrillo comunicativo parlamentario? Lógico que, de existir, se mosquee hasta Dios.

Y ya la paradoja que provoca irrisión total es la de si habrá que poner otros pinganillos más complejos que traduzcan del gallego al catalán, del valenciano al euskera, y del occitano/aranés al bable o al astur-leonés, y viceversa incluso, ya metidos en harina políglota: el guanche o el caló, pues son numerosísimos los gitanos compatriotas nuestros. Por no hablar del árabe que dada la ingente emigración en permanente acceso devuelve a muchos de nuestros barrios a los tiempos de Al-Ándalus.

Lo de nuestro Parlamento nacional, cambiando votos de investidura para gobernar, por pinganillos traductores, como si anduviéramos en la ONU, o en Luxemburgo...

El Ayuntamiento alicantino con los votos del PP y Vox, pero esencialmente provocado por los de Abascal, va a pedirle a la Generalitat, y ya lleva la cuarta demanda, porque en las tres anteriores el tándem PSPV-Compromís-podemitas no les hicieron ni pajolero caso, que ahora y por los siglos de los siglos amén declare Alicante municipio de predominio castellanohablantes.

A poco que recorra usted nuestras calles escuchará más conversaciones en la lengua del Corán, o en las principales europeas, incluidas las eslavas, que, en el valenciano menos catalanizado, y eso es algo que nos viene sucediendo desde el siglo XVIII (Austrias versus Borbones) impuesto por las clases dominantes, profesionales y la intelectualidad. Basta recorrer los barrios donde antiguamente se compartían ambas lenguas, para comprobar el absoluto predominio del castellano en la actualidad. Curiosamente es una determinada clase progre-universitaria, que, aún nacidos en familias de habla castellana, ahora intentan recuperar el valenciano, aunque se les note el ímprobo esfuerzo de traducirse a sí mismos.

Por supuesto, coincidiendo siglas dominantes del poder político tanto en la Generalitat, como en Les Corts y los ayuntamientos más poblados de la Comunitat Valenciana, den por seguro la revocación de las anteriores normas impuestas por el tripartito nacionalista de izquierdas, en este momento más cabreados que mona gibraltareñas en mochila y sin cacahuetes lingüísticos. Muestra de ello es que Joan Baldoví (Compromís) antes tenido por un siempre afable, educado y comunicativo portavoz en las Cortes españolas, de las que ha sido desterrado al menor nivel de las Valencianas, se le acaba de ir la pinza y la bola en gesto y palabro inquisidor: – “¿de qué te ríes?” le soltó alteradísimo con actitud valentona ¿viril?, chuleta y hortera a la portavoz de Vox, Ana Vega. Y menos mal que no la amenazó con darle una hostia como suele suceder entre gente barriobajeras y chelis. Obviamente la de Abascal no se amilanó contestándole: – “de lo que me da la gana”, pero, y poniéndose a la altura de su adversario político, podía haber añadido todo un rosario de improperios malsonantes. El mestre patán y la señora letrada.

Mal empezamos este curso parlamentario entre pinganillos, bocazas prepotentes, peluquerías y chantajes idiomáticos.