| 05 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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Detrás de los lazos

Por encima del desprecio a la ley, lo que de verdad desprecia Quim Torra es a los propios catalanes. Y todo con una actitud de omisión del presidente Sánchez que resulta insoportable ya.

| Antonio Martín Beaumont Opinión

 

 

A muchos españoles, y es comprensible, la inaudita batalla que mantienen la Junta Electoral y Quim Torra puede producirles hartazgo y sonrojo, a riesgo de que esta enésima provocación caiga como “una más” en el pesado zurrón de agravios de los rebeldes secesionistas que se saltan la ley por costumbre.

Incluso este órdago de los lazos amarillos podría resultar hasta anecdótico —como fruto de la pesadez del procés— si no fuera porque, lejos de eso, la desobediencia del títere de Carles Puigdemont en el Palau de la Generalitat es muy grave y esconde mucho más.

 

En primer lugar, refleja el desprecio absoluto a la democracia, esa palabra con la que se les llena la boca un día sí y otro también a los dirigentes del PDeCAT y de ERC. Y después, porque es una nueva  muestra de la desobediencia permanente a instancias legales que nada tienen de partidistas. Instituciones, por cierto, que emanan de  la misma esencia del Estado de Derecho que garantiza a Torra y los suyos los cargos que hoy desempeñan.

El “atronador” silencio de Pedro Sánchez desde La Moncloa es cada hora que pasa más inaguantable

Sin embargo, lo que aún me parece más grave en esta soporífera opereta de insumisión permanente del secesionismo es el profundo desprecio que Quim Torra demuestra hacia los propios catalanes. Al presidente de Cataluña se le olvida que en las últimas elecciones autonómicas no fue él quien ganó en las urnas, sino Inés Arrimadas y Cs, justo el partido que ha instado a que se retiren los lazos en pro del principio de neutralidad e igualdad de oportunidades en los lugares públicos en campaña electoral.

Lo que de verdad esconden los lazos es el perverso concepto patrimonial que de la democracia y la libertad tiene el independentismo. Por eso, el “atronador” silencio de Pedro Sánchez desde La Moncloa es cada hora que pasa más inaguantable.