| 03 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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La maldición del Titanic

Hay curiosidades morbosas que degeneran en caprichos mortales, y la tragedia del Titán es una de ellas

| Ely del Valle Opinión

A medida que la tecnología avanza, cierta clase de turismo se va haciendo más extremo aunque no menos peligrosos. La prueba la tenemos en ese sumergible de poco más de seis metros de longitud y estrecho como una zapatilla en el que cuatro millonarios han invertido el equivalente al precio de un piso medio para financiarse una muerte tan angustiosa como mediática.

A muchos –seguramente a la mayoría– nos cuesta entender cuál es el placer de jugarse la vida metiéndose en un sarcófago tecnológico para ver de cerca los restos corrompidos de una tumba submarina.

Para meterse en un artefacto bautizado como Titán con el objetivo de acercarse al Titanic como quien va a un acuarium a ver peces de colores hay que tener una fe ilimitada en el ingenio humano.. y dinero para pagarla

Morir dentro de una caja fuerte por observar el Titanic a través de una ventanilla que solo se diferencia de la pantalla de un televisor en el precio, quizá sea un final épico para quienes practican el credo de que el dinero todo lo puede. Para los demás es un absurdo que solo viene a corroborar que en este mundo del que nos creemos los dueños pero del que, al mismo tiempo, desconocemos casi todo, hay maldiciones – llámenlo supersticiones si quieren –a las que no conviene desafiar.

Para meterse en un artefacto bautizado como Titán con el objetivo de acercarse al Titanic como quien va a un acuarium a ver peces de colores hay que tener una fe ilimitada  – y bastante temeraria– en el ingenio humano. Sin embargo, a la hora de la verdad, lo único que queda de toda esta aventura, digna de un guión de película de mediodía, es la tragedia de cinco familias que son al final las auténticas víctimas de una curiosidad morbosa , de un capricho mortal y de la desgracia de tener tanto dinero como para poder pagar un viaje a los titulares de la sección de sucesos