| 07 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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Iceta, Arrimadas y Albiol frente al Tribunal Constitucional
Iceta, Arrimadas y Albiol frente al Tribunal Constitucional

21D: aislar al independentismo

El constitucionalismo ganaría por goleada si Podemos sumara sus votos a C´s, PSC y PP. Que eso no vaya a pasar indica cuáles son las opciones reales de rescatar a Cataluña del separatismo.

| ESD Opinión

 

 

Las Elecciones de Cataluña deberían de servir para reforzar a España, una de las democracias más sólidas y abiertas del mundo pese a la injusta, falaz e indignante campaña del secesionismo en contra de esa certeza.

No está claro, sin embargo, que lo hagan. Y por eso el primer mensaje que hay que recalcar es que, sea cual sea el resultado, lo que se dirime no es la legitimidad del soberanismo para proseguir desafiando al Estado ni la vigencia de la Constitución, que no está en discusión, sino el reparto de diputados autonómicos que a su vez elegirán al presidente de la Generalitat.

No es baladí insistir en esto, y mucho menos cuando el nacionalismo ha empleado buena parte de la campaña en preguntar a los partidos constitucionalistas si van a "aceptar el resultado". Es obvia la intención de ese mensaje: si el bloque separatista logra el Govern, pese a estar ahora dividido y enfrentado, intentarán presentarlo como una victoria de sus postulados y una derrota de quienes piensan que no tiene derecho a aplicarlos.

Más 155

Y seguirán sin tenerlo. Las competencias y atributos de la Generalitat y del Parlament seguirán ceñidas a los que recoge el Estatut, una ley de autogobierno ya generosa que está subordinada a la Constitución. Y eso no va a cambiar sea cual sea el designio de las urnas; so pena de que haya que volver a activar el artículo 155 de la Constitución, que nunca tendrá fecha de caducidad si el desafío al que ha respondido se recrea o reinventa.

Dicho lo cual, sería muy deseable que el secesionismo perdiera en las urnas y que el constitucionalismo encabezara las instituciones catalanas. Frente a quienes insisten en la dificultad de que algo así ocurra, cabe recordar que sería bien sencillo si Podemos de verdad creyera en el Estado de Derecho y defendiera una idea de España unida y democrática: la suma de sus votos a los de Ciudadanos, PSC y PP excederá con mucho los 68 diputados necesarios para alcanzar el poder.

Que todo el mundo deseche esa opción no puede salirle gratis a Podemos, que pretende camuflar su tendencia al secesionismo con una especie de tercera vía que, en la práctica, impide o dificulta la marginación de Junqueras, Puigdemont o incluso la CUP.

 

La derrota del soberanismo sería inapelable si Podemos y En Comú no estuvieran, en realidad, a su lado

 

Por eso sería muy deseable que la condición de llave, tras el 21D, no estuviera en manos de quienes provocan un estropicio en Cataluña pero pretenden esconderlo en el resto de España: las cosas nos son distintas por llamarlas de distinta manera, y por mucho que Iglesias, Colau o Doménech se declaren contrarios al secesionismo, están más cerca de ayudarle que nadie.

Cataluña rota

Y es esto lo que pone en entredicho una transición desde el golpismo hasta la ley que, a su vez, permita un diálogo racional, constructivo y legal con las instituciones catalanas que responda al verdadero problema instalado allí: una fractura social inmensa y una degradación económica preocupante.

Esos problemas, que sí son objetivos, se resuelven mejor con España y desde España. Los catalanes tienen una ocasión espléndida  para cerrar un capítulo siniestro y enviar a la oposición a quienes han hecho del enfrentamiento y la mentira una manera de estar en política incompatible con la democracia y con unos resultados terribles: lejos de reforzar a Cataluña, lo único que han hecho es romperla, aislarla y robarle oportunidades. Eso puede terminar este 21D.