| 07 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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La ciudad no es para mí. Doctrinarios

No se cuestiona la responsabilidad de quién tome las decisiones artísticas en el nuevo espacio expositivo de La Marina, pero las esculturas eróticas son "una provocación", según JM. Felix.

| JM Felix Edición Valencia

El prolífico artista de Alcoi, Toni Miró, no es bisoño en catalanismo militante –plásticamente hablando, of course- ni en arte de erótico contenido. Tampoco en provocaciones varias. Por mí puede hacer lo que le plazca, como es natural.

Ni me preocupa ni me importa dónde exponga, ya sea espacio público o privado. Iré o no iré, es mi shakespereana elección (con ele). Bueno, salvo que me lo pongan en la puerta de mi casa, porque entonces estoy jodido.

Nunca he entendido la polémica por lo que se expone en los museos. Y nunca ha venido la Guardia Civil a llevarme obligado a una exposición. Claro que si lo que se exhibe es motivo de delito ya intervendrá la justicia, de oficio o por denuncia ciudadana (anónima incluso). Que aunque en ocasiones parezca resfriarse el estado de derecho –intercalar “democrático” es otra de las bobadas de este pobre presidente de gobierno- con dos optalidones de sensatez pronto se remedia.

Las esculturas eróticas instaladas en la orilla de la dársena, con sus escenas de “sexo explícito”, que he leído en algún lugar, además de ser de lo más flojo del autor (no hay más que conocer su trayectoria expositiva desde que se produjeron) resultan obviamente inoportunas en un lugar frecuentado por familias y chavales. Sin mojigatería alguna. Que es una provocación, vaya.

De provocaciones ya sabe el escultor alcoyano. Una obra, de muy superior calidad por cierto, se plantó en una rotonda de Gandía con temática claramente catalanista y pagada con fondos públicos. Tras largo proceso judicial, acabó exiliada a un parque periférico con el correspondiente cabreo del padre de la criatura.

No cuestiono la responsabilidad de quien tome las decisiones artísticas de ese nuevo espacio expositivo de La Marina, ni su capacidad de elección, por extravagante e improcedente que me pueda parecer. Ni voy a entrar –para eso ya está la vicepresidenta Calvo- en matizar la libertad de expresión. Ni siquiera en interpretarla, como hace la izquierda -¿o debo decir las izquierdas?- según de quién o contra quién se trate.

Yo soy libre de expresarme quedándome en mi casa. O yendo al cine, aunque no se acaba de notar la reducción del IVA (será como la subida del gasóleo que dice la de Hacienda, que no se va a notar, “que son dos o tres euros”). Pero lo que clama al cielo, sí al cielo, es que lleven a mis niños, como borregos, en horario escolar.

Puig sabrá, como a la de empleo si le colaron un gol por la escuadra –cuanto ruido de prostitutas en el entorno gubernamental- inaugurando la Muestra. Y el PSPV sabrá si se lo cuela Marzá poniéndose de gairó. Porque el folletito con los itinerarios distintos (sexo, violencia y política) con el que se difunde y aconseja la exposición a los colegios, lo envía el secretario autonómico.

¿Adoctrinamiento? No sé. Doctrinarios por un tubo (estelado).