| 05 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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Ideología demoscópica

El problema surge cuando un partido político se excusa en las encuestas para no tomar decisiones, escurrir el bulto y hacer uso de una ambigüedad calculada

| Carlos Manzana * Edición Valencia

La cosa política está en plena efervescencia. Analistas de primer nivel colman las terrazas de los bares, tertulias y columnas de opinión. Diferentes medios de comunicación compiten por tener la exclusiva política del momento, se organizan debates en prime trime y, sobre todo, las empresas demoscópicas hacen su agosto con el totum revolutum en que se ha convertido el juego de escaños español.
Suele decirse que “las encuestas, encuestas son”, es decir, hablamos de una “foto fija” que marca la “temperatura” electoral de una población, más o menos estable y heterogénea, con un margen de error a tener en cuenta y su correspondiente “cocina”, al gusto del consumidor.

Las hay de todos los colores, de las que dicen lo que quieres oír, las que no y las que, depende del momento y lugar, se acercan con algo más de rigor a un hipotético resultado electoral.
¿Para qué sirve una encuesta? Partidos políticos alrededor del mundo invierten enormes cantidades de dinero en llevar a cabo estudios de opinión entre la población a la que aspiran a representar. Saber el grado de conocimiento y simpatía de una candidatura, el nivel de aceptación de una medida o las preocupaciones de la ciudadanía, sus quejas o aplausos, permiten tener un mejor criterio a la hora de tomar ciertas decisiones, especialmente en momentos de gran incertidumbre.
A mi modo de ver, el problema surge cuando un partido político se excusa en las encuestas para no tomar decisiones, escurrir el bulto y hacer uso de una ambigüedad calculada, o lo que es peor, utilizar la indignación ciudadana para aprobar leyes o imponer normas de forma impulsiva, populista e irresponsable, sin tener en cuenta la jurisprudencia, recomendaciones expertas o el imprescindible debate sosegado y democrático.
Antonio Gramsci odiaba la despreocupación de los indiferentes. No existe política sin ideología, que no es más que la suma de valores, principios y su puesta en práctica. Tampoco puede haber política sin liderazgo, que implica determinación, convicción y cierto grado de riesgo. Es así como se gana la credibilidad y la confianza, asumiendo responsabilidades y apostando por aquello en lo que se cree. Quizá sea que algunos solo creen en ellos mismos.

*Secretario comunicación Joves Socialistes