| 17 de Junio de 2024 Director Benjamín López

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El líder de VOX, Santiago Abascal, y el presidente de Argentina, Javier Milei.
El líder de VOX, Santiago Abascal, y el presidente de Argentina, Javier Milei.

Nadie llora a Franco

Hay una tendencia a meter en el mismo saco a todo el radicalismo de derechas, usando los calificativos de nazis, fascistas, homófobos, racistas… El ejemplo lo tenemos con Milei

| Luis Motes Edición Valencia

El pasado jueves y tras su debate en el Congreso sobre el “Begoñagate”, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijoó eligieron la Comunitat Valenciana para apalancar su imagen en el primer día de campaña electoral por los comicios europeos del 9 de junio y este fin de semana es Santiago Abascal quien se da un baño de masas a la sombra de la Torre Vella del Palau de la Generalitat. Abascal aún vive la resaca de la “Internacional gamberra”. Los 3 líderes políticos han surfeado la resaca de las polémicas palabras del mandatario argentino Javier Milei y la crisis diplomática sobrevenida, un episodio que le ha servido al presidente del Gobierno para cargarse de argumentos y perseverar en la lucha contra los resultados que auguran las encuestas.

De nuevo, la agenda política ha venido marcada por el llamamiento de los socialistas y compañeros mártires contra la ultraderecha o el franquismo, aderezada con la estética y el discurso kitsch del mandatario argentino en Vistalegre que versiona musicalmente a La Renga. Sin duda, el antifascismo vende. En ese sentido, sobre la pervivencia de los símbolos franquistas y su incidencia en la sociedad, permítanme que aporte una vivencia personal.

A mediados de los años 80 un servidor cumplió con la mili, como cada hijo de vecino en la España de aquellos tiempos y la Valencia de mis amores. Me tocó el cuartel de la Capitanía General de la entonces tercera Región Militar y la primera noche de guardia la pasé junto a la estatua ecuestre de Francisco Franco. El conjunto fue obra del escultor valenciano José Capuz, con motivo de los 25 años de la finalización de la Guerra Civil Española, los “25 años de paz” y se erigía hasta fechas anteriores en la entonces plaza del Caudillo, actual plaza del Ayuntamiento. El caso es que el dictador y su caballo acabaron en el Convento de Santo Domingo, sede de la Capitanía General de Valencia.

En 2010, en virtud de la Ley de Memoria de Histórica, fue retirada y llevada al acuartelamiento Jaime I de Bétera, donde se encuentra en la actualidad. A lo que íbamos, sobre aquella guardia nocturna. Les cuento. Teníamos un sargento chusquero, de turno aquella noche, que me dijo: “Motes, si se mueve me lo dices”, pero Franco ya se había movido. La figura a caballo había sido removida de su pedestal a trancas y barrancas, en una operación nocturna, que duró 11 horas, valiente para los tiempos, pero con evidentes rasgos de amateurismo, algo chapucera. Fue un alcalde socialista, Ricardo Pérez Casado, quien ejecutó su retirada aunque, el principio del fin del monumento en la plaza comenzó en 1979, cuando en un acuerdo municipal, del 27 de abril, se decidió la retirada de la vía pública de los símbolos y figuras de la etapa franquista.

El alcalde que abrió ese camino fue Fernando Martínez Castellano, que ha fallecido estos días y que tuvo un mandato breve pero intenso, siendo el primer alcalde de la democracia en la ciudad.  A Martínez Castellano lo largaron en el PSPV por discrepancias internas, dizque vinculadas a mala praxis económica en el aparato, pero eso ya es otro cantar.

Hoy nadie peregrina camino de esa estatua, que sí que se ha movido -como auguró mi suboficial- y se sigue moviendo. Y miren, es posible que Vox tenga franquistas en su seno, pero Vox no es un partido franquista. Hay una tendencia a meter en el mismo saco a todo el radicalismo de derechas, usando los calificativos de nazis, fascistas, homófobos, racistas… El ejemplo lo tenemos con Milei, “criptonita” para Sánchez dicen algunos en Vox, alimento y vitamina, digo yo. Milei no es un fascista sino un liberal libertario, anarcocapitalista presidente de una nación soberana por mandato democrático.

Javier Milei, protagonista político de la semana, es un economista partidario de la Escuela Austriaca de Economía, con una infancia difícil y una personalidad particular, de verbo grueso y sin complejos, un insulto a veces a la inteligencia o a la corrección política pero que ya ha conseguido bajar déficit e inflación intermensual en su país. Pero no es un líder de extrema derecha, fascista, nazi, racista u homofóbico. La diferencia entre un libertario capitalista y un fascista es evidente. Mussolini, fundador del movimiento, veía al Estado casi como algo digno de adoración, y sus obras estaban plagadas de referencias a su grandeza e importancia. Resumió su punto de vista con el mantra: «Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado».

La dictadura de Mussolini apoyó la socialización de la industria, no la privatización, impuso la afiliación sindical obligatoria, la estricta regulación de las industrias y -para empezar- la socialización de casi cien empresas. Milei no es un fascista porque, además, no hay nada más parecido a un fascista… que un comunista. La derecha radical, el populismo de derechas que ya gobierna en Europa, lo elogia por su aversión al socialismo y su lucha contra el peronismo. Pero Milei es hoy más parecido a Trump que a Vox… Y ese es el quid de la cuestión.

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Asistentes a la presentación del libro de Javier Milei, ‘Capitalismo, socialismo y la trampa neoclásica’

Estamos a un paso de que Santiago Abascal apueste más por la libertad que por la limitación, por el liberalismo que por la nostalgia. Por la disrupción que por el convencionalismo. La formación de Abascal corre el peligro que sufren los partidos menores dentro de las coaliciones: desaparecer ante el desgaste de la gestión en las fauces del partido grande, en este caso el PP. Sin duda alguna esa es la creencia, y la estrategia, del Partido Popular. Por ir acabando. Se vienen curvas. El 9 de junio se celebrarán elecciones europeas y son una meta volante en la tendencia política general. Veremos cómo ha digerido la sociedad española los mensajes de las últimas semanas, el caso de Begoña Gómez -ojo porque su anunciada comparecencia puede volverse contra los instigadores de la misma- y los resultados electorales en Cataluña y País Vasco. Porque avizoramos cambios.