Contra la censura, contra los vetos y contra los guetos
Es intolerable que el PSOE y otros once grupos parlamentarios veten y censuren a ningún medio, pidan su expulsión y lancen un mensaje liberticida a toda la ciudadanía.
Doce grupos parlamentarios, incluidos los dos que conforman Gobierno emitieron ayer un lamentable comunicado exigiéndole al Congreso el y la censura a los medios de comunicación que desarrollan su trabajo con normalidad deontológica y la oportuna acreditación previa.
Sean o no del agrado de determinados partidos y de porcentajes mayores o menores de la sociedad, cumplen con su función de encarnar un derecho de los ciudadanos del que los medios somos meros portadores delegados: sus preguntas son oportunas, aunque no le gusten a ERC, Podemos o cualquiera de los grupos nacionalistas o radicales que suscriben el insólito ataque.
De ninguno de esos partidos cabe esperar mucho en términos de libertades: sus proyectos, sus discursos, sus objetivos y sus decisiones se sustentan en un cromosoma segregacionista que una vez actúa por razones políticas, otras identitarias y otras lingüísticas pero siempre tiene el mismo impulso totalitario.
¿Cómo puede el PSOE aliarse con Otegi y Rufián para exigir la censura en el Congreso que ambos desprecian y utilizan?
Pero sorprende, entristece e indigna que el PSOE se sume y encabece el listado de firmantes, confirmando su deriva radical que le retrata más con Bildu que con las mayorías que, en asuntos de Estado y valores democráticos, siempre le caracterizaron.
Cuestión democrática elemental
¿Cómo pueden los socialistas aparecer la lado de todos los liberticidas exigiendo, nada menos, la censura de un derecho esencial de un Estado de Derecho? ¿Qué hace Sánchez uniendo su futuro al lado de personajes como Otegi y Rufián, cuyo concepto de la democracia se resume en el pasado terrorista de uno y el respaldo a golpes institucionales del otro?
No se trata de defender a los medios y periodistas afectados, que también; sino de entender que en esa cruzada estamos todos concernidos y que la respuesta no obedece al prurito profesional de nadie; sino a la salvaguarda de un precepto constitucional básico para vivir en libertad y con la pluralidad que algunos, de manera más nítida cada día, quieren cercenar.