¿Qué país sensato hace camisetas con la cara del símbolo de la peor pandemia?
Fernando Simón mintió con los datos de mortalidad, escondió informes, negó el uso de mascarillas y, ahora, es tratado por sus hooligans como si fuera una estrella del rock.
El archivo provisional de la denuncia al Delegado del Gobierno por el 8M ha tenido algunos efectos curiosos. De repente, la juez que hace unos días era una fascista, cuando no una machista, es una maravillosa representante de la Justicia con mayúsculas.
Las dos cosas las dicen los mismos que tienen un peculiar sentido de la democracia: siempre tienen razón. Si sacrifican un perro por el Ébola, hay que denunciar a Rajoy en Europa y echarse a las calles. Pero si mueren 43.000 ciudadanos, nos esconden a 16.000 y batimos récord mundial de muerte y ruina; hay que callarse, mirar para otro lado, no hacer preguntas y, si es posible, aplaudir al Gobierno.
Ahora, y esto ya es de récord mundial de imbecilidad, incluso promueven camisetas con la cara de Fernando Simón. Y él se deja querer, como si fuera una estrella de rock o el Che Guevara y soportara una indigna campaña de la ultraderecha pese a lo mucho y bueno hecho: la vanidad de Simón solo es superada ya por los errores y bulos que ha soltado por esa boquita desde el minuto 1 de la pandemia.
Lo cierto es que mientras en Italia y Francia se investiga por qué allí la pandemia ha multiplicado por ocho las cifras de fallecidos de Alemania (no digamos ya Corea, Portugal o Grecia) en Chile ha tenido que dimitir su Salvador Illa por la gestión de la emergencia; en España hacemos camisetas de Fernando Simón.
Homenajear al señor que, pese a tener información, anunció que España solo tendría "casos aislados"; al que cada día oculta la mortalidad real pese a conocerla; al que firmó de su puño y letra en febrero un informe desaconsejando los actos de multitudes a los que luego animó a participar o al que desechó el uso de mascarillas para luego confesar que lo hizo porque no tenían existencias; roza la esperpéntico y se adentra claramente en el "Síndrome de Estocolmo".
Con precedentes
Claro que también tenemos el único Gobierno de Europa intervenido por partidos independentistas y con un vicepresidente que se declara comunista, impulsa caceroladas contra el Jefe del Estado y le dejan controlar los Servicios de Inteligencia.
Hacer fotos de Simón en España debiera ser tan repudiado como hacerlas de Macron en Francia o de Boris Johnson en el Reino Unido. Pero aquí somos diferentes y nos gusta homenajear al tipo que menos hizo para que un buen puñado de miles de personas pueda ponerse ni una camiseta ni nada: están en un ataúd y su último traje fue una mortaja.