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El Camino de Santiago de Invierno, una experiencia de soledad

El peregrinaje en invierno es mucho más parecido al originario, con menos aglomeraciones. Eso sí, el clima será más duro, con el paso de O Cebreiro que puede estar tomado por la nieve.

El Camino de Santiago de Invierno, una experiencia de soledad

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Un plan perfecto para dar la bienvenida al nuevo año 2020 es programar planes que nos mantengan activos y que sean buenos para nuestro cuerpo y nuestra mente. Una buena opción es dedicar unos días a salir de la rutina, coger la mochila y las botas y recorrer el Camino de Santiago. Para organizarlo contamos con la ayuda de la página web oficial del Camino, de la Xunta de Galicia, en la que encontraremos toda la información necesaria.

La ruta de peregrinación a Santiago jugó un papel fundamental a la hora de facilitar el intercambio cultural entre la península ibérica y el resto de Europa durante la Edad Media. Por ello, el Camino de Santiago fue declarado Primer Itinerario Europeo de Interés Cultural por el Consejo de Europa. Si queréis obtener la Compostela, debéis hacer los últimos 100 kilómetros a pie o a caballo; o bien los últimos 200, en caso de hacerlos en bicicleta. No olvidéis que la credencial del peregrino debe estar debidamente cumplimentada con, al menos, 2 sellos al día.

Hacer el Camino de Santiago en invierno constituye una experiencia única, de hecho, los peregrinos que se decantan por esta época suelen estar buscando una vivencia completamente diferente a la que se experimenta en los meses de más calor, cuando los caminos y los albergues están llenos de gente.

En los meses de frío, la ruta se vacía y es la época ideal para vivir una experiencia más solitaria e introspectiva que nos sirva como ejercicio de meditación y de reencuentro con nosotros mismos. Muchos de los albergues cierran sus puertas y se trata del momento ideal para caminar sin prisas ni calor y disfrutar del paisaje y de la naturaleza alejados de las ciudades y de las aglomeraciones. De hecho, si realmente queremos vivir la experiencia tal y como era originariamente, hacer el Camino de Santiago en invierno es lo más parecido a la experiencia que se vivía originariamente.

Eso sí, si no somos caminantes experimentados debemos estar preparados para afrontar adversidades como la lluvia, el frío o incluso la nieve. El Camino de Santiago en invierno es algo más duro que en verano, pero puede que también resulte ser una experiencia más satisfactoria. Comprueba con antelación qué albergues permanecen abiertos para no llevarte sorpresas desagradables y poder planificar tus descansos.

Existe la opción de realizar lo que se conoce como Camino de Santiago de invierno, con unas etapas planificadas para evitar los madrugones de verano y así no tener que exponerse a las bajas temperaturas de las primeras horas del día. En las horas centrales podrás aprovechar para caminar mientras el sol está en su punto álgido y, cuando anochece, descansarás protegido en los albergues.

Esta opción fue creada por los peregrinos para evitar las nevadas de O Cebreiro. Parte de Ponferrada pasando por el valle del río Sil y la Ribeira Sacra y consta de nueve etapas. La primera se extiende desde Ponferrada hasta el Puente de Domingo Flórez, un total de 35 kilómetros en los que disfrutar del paisaje de Las Médulas, declaradas Patrimonio de la Humanidad.

La segunda etapa termina en A Rúa, son 28,5 kilómetros que se realizan acompañados por el río en su totalidad. La tercera etapa, hasta Quiroga, es una de las más sencillas del camino, y te permitirá descubrir el precioso castillo de Os Novais.

Casi en la mitad del recorrido se encuentra la cuarta etapa, que discurre entre Quiroga y Monforte de Lemos, dos localidades separadas por 33 kilómetros. En este día pasarás por uno de los tramos más complicados del Camino, 7 kilómetros entre Quiroga y Nocedo de fuerte ascenso a través del bosque que serán sin duda unos momentos perfectos para disfrutar de nuestra soledad y pensamientos.

La quinta etapa que une Monforte y Chantada está plagada de iglesias románicas y viñedos con los que alegrar la vista; mientras que la sexta, que llega hasta Rodeiro, está marcada por la sierra del Faro rebasando los 1.000 metros de altitud. Para salvarla, desde Chantada nos espera, primero, un suave ascenso hasta Penasillás, y uno fuerte en los últimos 4 kms que nos llevan a la cumbre donde se levanta la ermita de Nuestra Señora de O Faro. El esfuerzo merece la pena no sólo desde el punto de vista religioso, sino porque desde aquí contemplaremos una de las más hermosas vistas con estribaciones de las cuatro provincias gallegas, formadas por el macizo del Courel, los Ancares, Peña Trevinca, Cabeza de Manzaneda y monte Farelo.

El séptimo día recorreremos el espacio que une Rodeiro con A Laxe, la última etapa del Camino de Invierno ya que, a partir de ésta el camino se superpone a la vía de la Plata o también denominado Camino Sanabrés y Mozárabe. Al día siguiente caminaremos 33 kilómetros hasta Ponte Ulla. Patrimonialmente atravesamos por importantes lugares de interés como: Ponte Tabaoda, la iglesia románica de Santiago de Taboada y la de Dornelas.

El último y noveno día llegaremos a Santiago tras caminar 16 kilómetros. El Pico Sacro es el hito que marca a esta etapa, divisándose su característico pico en forma de mama desde cualquier punto más o menos lejano. Es un mítico monte ligado a la Traslatio, donde los discípulos de Santiago encontraron los bueyes para el traslado de los restos del Apóstol.

Desde allí, los peregrinos divisan la ciudad de Santiago de Compostela: las torres de la catedral son el mejor aliciente para continuar pese al cansancio acumulado. Además, muy probablemente coincidáis con otros grupos de peregrinos, lo cual dará aún más emoción al momento. Desde allí, iréis descendiendo hasta alcanzar San Lázaro para proseguir, sin prisa pero sin pausa, hacia vuestra meta final; no sin antes recorrer el popular barrio de San Pedro o atravesar la Porta do Camiño y la plaza de Cervantes. Cuando lleguéis a la monumental Praza do Obradoiro la emoción se apoderará de vosotros: el sonido de la gaita de fondo, la catedral como protagonista del momento, el cansancio acumulado y la sensación de haber cumplido una meta, un deseo.

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