| 26 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Sobre másteres, maestrías y otras titulaciones universitarias de postgrado

| José María Lozano Edición Valencia

En una nueva muestra de superficialidad, banalización de la realidad y abandono de sus verdaderas obligaciones por las que cobran suculentamente del erario público, políticos de todos los colores y pelajes, andan enfrascados estos días en hacer de los estudios universitarios un arma arrojadiza.

En tiempos pasados –afortunadamente pasados- mentían sin apuro en sus currícula acerca de titulaciones profesionales con capacitación para ejercer y se quedaban tan panchos. Renuncio a recordar insignes ejemplos de la izquierda valenciana.

Ahora empezamos con Cifuentes, seguimos con Sánchez, con Maroto y con el de la moto.

Y es curioso que no haya aparecido todavía –al menos no lo he leído yo que estoy en mi propio autoexilio particular harto de tanta tontería- una información seria y precisa.

El concepto de Máster universitario es muy amplio, empezando por su duración y obligaciones académicas. Los hay oficiales, sobre todo ahora con la adaptación al espacio educativo común europeo, conocido como Bolonia, y se denominan habilitantes, porque son necesarios para ejercer una profesión con responsabilidad civil, y penal si llegara el caso.

Los hay enmarcados en el término de título propio y estos no son homologables, sino que como su propio nombre indica, sólo dan razón de que han sido cursados y su prestigio suele depender del de la Universidad que los dicta y emite.

También los hay privados, amparados por convenios de colaboración, adscripciones u otras fórmulas administrativas en las que una Universidad, pública o privada, ejerce la tutela de una estructura académica ajena e independiente.

Y los hay de chicha y nabo, cogidos por los pelos para amigos de titulitis y negocio –legítimo- de quienes los imparten, sean privados o públicos. Aunque afortunadamente, por lo menos en España, éstos son los menos.

En todos ellos, incluso en estos últimos, el proceso para su aprobación –del máster en sí, no de los estudiantes que lo cursan- es riguroso, exigente e incluso lento, pues requiere demostración de su oportunidad, de las materias a impartir, de la titulación del profesorado responsable (habitualmente doctores, profesores titulares o catedráticos), de los medios docentes de la institución y hasta de la adecuación de locales, laboratorios, bibliotecas y otros espacios y herramientas de investigación a disposición de los matriculados.

Su duración es muy variada; desde las seiscientas horas de los más sólidos y generales, hasta doscientas, y quizás menos, de los complementarios o sectoriales, más aplicados.

Pueden ser presenciales u on line y, por supuesto mixtos. Con prácticas en laboratorios o empresas, con viajes de estudio debidamente referenciados; o sin ellas, puramente teóricos y reflexivos. Con o sin pruebas y exámenes parciales o finales. La asistencia a clase y a lecciones magistrales (magister es la raíz de este término anglófono) y su obligatoriedad, obviamente depende de todo lo anterior y la casuística es variada , propia de cada uno y del código académico de la institución responsable.

Para obtener la titulación definitiva –una titulación, insisto, que no faculta profesionalmente- suele exigirse un trabajo final. El normalmente conocido por sus siglas con el acrónimo TFM. También en este extremo caben muy diversas posibilidades. Desde una investigación que conduce posteriormente a un doctorado, o que lo complementa si el autor ya ostenta este alto grado académico, hasta objetivos más próximos a su titulación de grado y de temática aplicada.

Su extensión, formato y procedimiento de exposición o defensa tampoco está sujeto a norma general, aunque es cierto que suelen concurrir las siguientes características: i) su contenido debe ser inédito, distinguiendo con claridad aportaciones propias y citas de terceros precisas y bien documentadas; ii) su redacción y sus ilustraciones, si las hubiera, tienen que ser claras e inteligibles y, a ser posible, de calidad literaria y gráfica; iii) el trabajo es tutelado o dirigido por uno o varios especialistas en la materia, normalmente profesores del Máster; iv) el acto de defensa habitualmente es público y ante tribunal cualificado, aunque de diferentes composiciones y formatos en cuanto a duración y forma de hacerlo; y v) el resultado final, al que es posible añadir recomendaciones del propio tribunal que lo ha juzgado, salvo confidencialidad justificada consta en las bibliotecas o repositorios virtuales de la institución responsable (las calificaciones no tienen porqué ser públicas y no lo son normalmente).

Es entonces cuando se expide el Título correspondiente tras el abono de las tasas que procedan para ello, y en un plazo que no caduca.

Sin el aprobado –aunque fuera con la nota mínima- del TFM, no cabe la obtención de título alguno, aunque se puede expedir una suerte de justificación, certificación o diploma a solicitud del interesado si la matrícula se sustanció con el pago de sus derechos en tiempo y forma.

Eso si, ninguno es barato y siempre existen estudiantes nacionales o extranjeros becados por instituciones públicas o privadas de índole diversa: gobiernos, universidades, fundaciones, bancos y cajas de ahorro, empresas o incluso benefactores y mecenas particulares las ofertan en convocatorias muy participadas.

Cuáles y cuántas de estas circunstancias concurren en el cacareado máster de la presidenta de la Comunidad de Madrid, en el menos difundido que figura en la web del Congreso –o figuraba mientras fue diputado- del líder de la oposición, o en el pretendido en la web del partido del vicesecretario de política social y sectorial de los populares, bien pudiera ser objeto, si no de TFM avanzado en hábitos y maneras de políticos, al menos de ejemplo de opacidad y funambulismo académico poco recomendable y muy alejado del espíritu del alma máter.

Como no resultaría democrático impedir que los políticos se matriculen en un máster, cabe recomendar a los interesados en hacerlo que cuiden las formas, a los responsables académicos que actúen con la máxima cautela y a los perseguidores de lo ajeno –periodistas incluidos- que distingan entre vigas y pajas según el ojo en que se encuentren.

 

José María Lozano Velasco. Catedrático de Arquitectura. Profesor del Máster de Arquitectura Avanzada, Paisaje, Urbanismo y Diseño de la Universidad Politécnica de Valencia.