| 26 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Franco y Quim Torra

Mientras en Cataluña se intenta imponer una idea feroz de República, en Moncloa se centran en el Valle de los Caídos. Entre Torra y Franco, Sánchez se fija más en el segundo.

| Antonio Martín Beaumont Opinión

 

 

“La calle es mía”. La equivocada declaración de Manuel Fraga siendo ministro de Interior cuando gobernaban otros tiempos, es a la que parece agarrarse Quim Torra cuando reina la democracia en España.

Cruces en las playas, sombrillas amarillas, lazos en las farolas, esteladas, pancartas vindicativas de “presos políticos”, marquesinas de autobús con sogas amarillas para ahorcar a los Reyes y hasta un restaurante leridano cuyo menú ofrece “Guardia Civil a la brasa” son muestras, a las bravas, de que el espacio de todos ha sido “expropiado” por el independentismo para que sea ocupado exclusivamente por su simbología.

 

Quemar la bandera de España, pitar al Rey o el himno nacional, recibir al Jefe del Estado con una pancarta con su cabeza boca abajo debemos entenderlo como muestras de “saludable”  libertad de expresión.

Eso sí,  quitar los lazos amarillos de las calles de todos (independentistas y no independentistas) es una práctica tan intolerante que obliga a la actuación de los Mossos para identificar a los “insolentes” y que la Generalitat pueda imponerles la debida multa por incívicos.

 

 

En este caso, además, bienvenida sea la vilipendiada “ley mordaza”, que ahora juega a favor de sancionar “a los malos”. El mundo al revés: tolerancia con lo ilícito y “palo largo” con el que simplemente pide respeto a la ley.

Pitar al Rey o al himno es libertad; pero quitar un lazo amarillo incivismo digno de multa

En definitiva: Cataluña se desliza de forma tosca y preocupante hacia el sueño de cualquier totalitarismo, donde el derecho a expresarse sólo lo tiene una parte de sus habitantes, aquellos que comulgan con la “República” idealizada de los rupturistas de España, mientras los demás, para vivir sin líos, son conminados por “quienes mandan” a callar y resignarse y, si acaso sienten ganas irrefrenables de  expresar su opinión, lo hagan hablando de fútbol.

Todo muy moderno, pacífico y cosmopolita, como reza el “agitprop indepe”. Ellos son los respetuosos con las leyes, libertades y derechos de todos; “los otros” son los carcas, violentos y fachas.

Y Sánchez...

Y mientras esto ocurre en Cataluña, el Gobierno de Pedro Sánchez, tan “escrupuloso” con las formas democráticas como para querer arrebatar por decreto la potestad de veto del Senado sobre el techo de gasto público,  sigue calibrando el “decretazo” para bajar los restos de Franco de Cuelgamuros de manera urgente. Porque, naturalmente, una democracia consolidada no puede seguir consintiendo ni un día más tener a un dictador enterrado en un monumento público como el Valle de los Caídos.