| 27 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Una Policía para el siglo XXI: la motivación

¿Está motivada la Policía? ¿Cómo funciona la promoción interna? ¿Afecta al rendimiento y la capacidad del Cuerpo? La tercera entrega de la plataforma 'Una Policía para el s. XXI' lo analiza.

| Samuel Vazquez Opinión

 

Por Samuel Vázquez (*)

 

Cualquier grupo de personas  que pretenda la consecución de un objetivo, desde un equipo de fútbol hasta una gran empresa, debe valorar la importancia de la motivación en la búsqueda de la excelencia, y el impacto que esta tiene en la eficacia y la eficiencia. 

En los cuerpos policiales españoles no existe la formación en estrategias de motivación, de la misma manera que tampoco existen los procesos de liderazgo en la selección de mandos como comentamos en artículos anteriores.

Esto tiene un impacto económico y en la consecución de objetivos para lograr el bienestar de la gente que no se mide, sencillamente porque nadie lo sabe medir.

Un policía motivado es un policía que rinde el doble, que se implica, que se preocupa por formarse para ser algo más que un agente, para ser un activo dentro de la corporación. Todo esto repercute en la calidad del servicio que damos a los ciudadanos y también en el dinero que le quitamos a esos mismos ciudadanos vía impuestos para garantizar esos servicios, pues la desmotivación genera el problema de policías apáticos y poco eficientes, por lo que se necesita el doble de agentes para hacer las mismas tareas.

España ha perdido a una de las mayores expertas de Europa en ciberdelitos por este tipo de problemas

Los policías no ven que la cantidad de horas dedicadas a la formación en su área de trabajo, ni el desempeño eficaz y diligente del mismo tenga impacto alguno en el desarrollo de su carrera profesional.

Para llegar a los sitios es mucho mejor dedicar  horas en darse a conocer de despacho en despacho que en pasar esas mismas horas jugándote la vida sirviendo al ciudadano. Es más provechoso para ascender gastar cientos de días en el estudio de temarios teóricos y academias de memorización de psicotécnicos que dedicar ese mismo tiempo a profundizar en una determinada especialidad policial.

Así, mientras la ciberdelincuencia nos golpea ahora de frente y las estafas por internet amargan la vida de miles de ciudadanos, nosotros dejamos escapar a una de las mayores expertas en la materia de Europa, Silvia Barrera, que abandona la Policía Nacional frustrada por no poder desarrollar un proyecto personal basado en el conocimiento, y anulada por unos mandos que tal vez hayan aprobado un par de exámenes absurdos más que ella, pero que en el mejor de los casos saben encender el ordenador y activar el antivirus.

Mediocridad Vs talento

La desmotivación de no poder desarrollar todo su potencial, frenada por la mediocridad del cuadro de mando, le hace ir a buscar otros horizontes. La mediocridad tiene pánico al talento.

De la misma forma cuando un jefe de grupo o de brigada escoge a dedo a un policía para cubrir una vacante (casi siempre), está sin saberlo provocando un efecto de desmotivación en otros cinco agentes que querían la plaza, y que posiblemente estén mejor formados para ella.

 

Cuando este tipo de cosas sucede de forma continuada, como viene pasando en la actualidad, acabas convirtiendo a decenas de buenos policías en funcionarios desmotivados que ya van sólo a “echar horas”, habida cuenta de que el desempeño profesional y diligente de su función no ha supuesto ninguna mejora en el desarrollo de su carrera.

Paradójicamente, los mismos mandos que toman esas decisiones, son luego los primeros en señalar a los policías afectados por su bajo rendimiento, rendimiento que no era tan bajo hasta que el citado mandamás decidió que la comisaría no era el espacio que se le ha asignado para gestionar de manera eficaz la seguridad de los ciudadanos, sino su cortijo particular donde puede hacer y deshacer a su antojo.

 

 

El perfil profesional no existe, sólo existe la docilidad, la afinidad personal y el compadreo. El logro de condecoraciones no escapa a la vileza habitual de casi todos los procesos internos de los cuerpos policiales:

Jefes de grupo y de brigada metidos en menciones públicas sin haber participado en los operativos, por el artículo 33.

Mandos policiales investidos de medallas pensionadas que premian el riesgo para la integridad personal y la propia vida, sin haber salido nunca de sus despachos. Policías que en función de su destino, no de su valía personal, aventajan a otros en decenas de felicitaciones públicas.

Y miles de agentes que se juegan la vida a diario y cuyo despacho es la calle, desmotivados por no ver nunca recompensado su trabajo. 

El premio

Hay departamentos de policía en EEUU donde el solo hecho de intervenir en una situación armada con riesgo para tu vida ya te permite ascender automáticamente. Si no se premia el valor en una profesión como esta, ¿dónde se va a premiar

La ausencia de estrategias de motivación y el permanente caciquismo de las dependencias policiales deben ser cosa del pasado en un período breve de tiempo si queremos aprovechar todo el potencial que tienen nuestros cuerpos. Con la nueva realidad delincuencial que se avecina, lo vamos a necesitar. 

 

Desde Una Policía para el S.XXI  apostaremos por garantizar a través de protocolos que en todas las dependencias policiales los puestos en las diferentes brigadas se otorguen después de convocar concursos de méritos obligatorios en los que se valore sobre todo la experiencia operativa, el conocimiento del terreno y el dominio de la materia que esté relacionada con el puesto al que se opta, con un órgano central externo a la dependencia policial donde puedan acudir los policías afectados en caso de disconformidad.

Queremos cambiar el caciquismo por el gobierno de los mejores, queremos que la gente que se la juega, que se implica, que se preocupa por formarse tenga su merecida recompensa, incluida la económica.

Las diferencias

Queremos desarrollar un carrera horizontal que premie la especialización y la experiencia sin tener que pasar por el desgaste de miles de horas de estudio teórico casi siempre estéril para enfrentare a una prueba escrita donde alguno se cree que puede valorar tu valía como policía y que encima una vez superada supone un castigo en forma de traslado que te aleje de tu familia, traslado que sin embargo evitan muchos de los que están dentro de eso que denominamos “cortijo”.

Tiene que haber una diferencia entre el vago y el trabajador, entre el implicado y el pusilánime, entre el que arriesga y el que no. Una diferencia que se note.

Una diferencia que motive a miles de policías a hacer las cosas cada día mejor, a marcar la diferencia. 

 

 

(*) Samuel Vázquez  es el Coordinador General de la plataforma 'Una Policía para el siglo XXI' y articulista fijo de este diario.