| 26 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Cuatro razones para que Ciudadanos no se abstenga ni ayude a Pedro Sánchez

¿Por qué Ciudadanos tendría que auxiliar a un Sánchez que no explica ni en qué emplearía ese apoyo? Hay muchas razones para negarse, y aquí aparecen las cuatro más relevantes.

| Marcial Martelo Opinión

 

 

“La tormenta perfecta” de Wolfgang Petersen ya tiene un remake, esta vez en versión hispana, desatada en el cielo mediático patrio desde todos los medios y por todos los personajes imaginables. Es la que sufre Rivera desde el 28 de abril, sometido a un coro de voces de lo más dispares, pero sorprendentemente unidas en el recitativo común de un idéntico mantra: la abstención de Ciudadanos en la sesión de investidura de Pedro Sánchez.

Lo más parecido, pero en política, a una multitud interminable de monjas rezando el rosario, con la misma fe e idéntica pasión mística, aunque sin sus fines piadosos, lo que hace inevitable el desquiciamiento del respetable por una inhumana saturación. O sea, todo muy cansino. Mortalmente cansino.

Que Pedro Sánchez pida la abstención de Ciudadanos podría entenderse hasta lógico, dada la catadura del personaje. Pero ocurre que también la piden editorialistas, banqueros, tertulianos, canarios, empresarios, extranjeros preocupados, intelectuales, expresidentes de Gobierno, académicos, Revilla… Hasta el propio Partido Popular, con ese desacomplejado y juvenil desparpajo de pedir a otro que haga, por el bien de España, lo que uno no quiere hacer por el suyo propio.

 

Lo sorprendente es que todos ellos suelen justificarse invocando la necesidad de estabilidad y gobernabilidad. Así, sin más. Sin precisar qué políticas quieren estables y cuáles garantizadas por esa gobernabilidad, y olvidando que hay palabras que pueden llegar a ser peligrosamente vagas si no le las adjetiva con precisión.

¿Se refiere el señor Garamendi, presidente de la cosa empresarial, a la estabilidad venezolana de las tres comidas diarias, tan admirada por los previsibles socios del presidente del Gobierno al que quiere investir? ¿O tal vez el presidente Rajoy está pensando en la gobernabilidad cubana, tan garantizada en su absoluta carencia de límites y frenos (eso que llaman democracia)?

Las élites en estado puro. No importa cuál haya sido el mandato recibido por unos o por otros en las urnas, porque siempre cabe su interpretación: “¡El pueblo ha hablado! Ahora, interpretémoslo”. Naturalmente, una interpretación reservada en exclusiva a las élites. Y, claro está, siempre para salvar al pueblo de sí mismo.

Desde la campaña electoral pasada Rivera tiene la ventaja de tener ya escrito el final de su discurso

Pese a alguna que otra maniobra no muy afortunada y a algún que otro tripulante, valioso y amigo, perdido en la travesía, Ciudadanos se mantiene firme en el no a la investidura de Sánchez. Tal vez convenga recordar las cuatro razones por las que no debe cambiar el rumbo:

Primera, porque sería traicionar a los votantes de Ciudadanos. Los votos no son mercancías propias con las que se pueda comerciar, ni cheques en blanco para rellenar a voluntad, ni gaseosas recomendaciones que permitan su libérrima interpretación por los votados.

Cs acudió a las elecciones con el compromiso explícito, preciso y absolutamente incondicionado de no hacer presidente a Sánchez, y los ciudadanos que le votaron lo hicieron bajo esa premisa, mil veces repetida. Por ello, abstenerse sería emplear los votos recibidos en un fin contrario al que se dieron. Una estafa.

Segunda, porque sería injusto. Supondría premiar los nueve meses de cobardía constitucional y democrática de Pedro Sánchez frente a los independentistas. Desde la humillación de los veintiún puntos de Torra, hasta los silencios sobre los indultos, pasando por el bilateralismo, la equidistancia entre los CDR agresores y los constitucionalistas agredidos o la foto de la vergüenza con Otegi.

Facilitar su investidura sería perdonar, sin ostentar derecho alguno que lo permita, el flagrante incumplimiento del deber más importante de todo presidente del Gobierno, que es el de defender la dignidad del pueblo al que sirve.

Tercera, porque sería inútil. Es falso que el Gobierno de Sánchez sea una incógnita susceptible de ser despejada, para bien, por Cs, concediéndole su abstención. Esta excusa ya no vale, porque el gobierno futuro de Sánchez, lo que quiere ser y con quien quiere ir, ya está definido.

Lo ha definido el pacto con Bildu en Navarra, le entrevista de Otegi en la televisión pública, el trile callejero en Badalona y las declaraciones últimas de Zapatero, pidiendo sentencias políticas, indultos y rendición. Por eso Sánchez ni se ha molestado en negociar con Rivera: porque ni quiere, ni puede ofrecerle nada. Su mercancía ya se la ha vendido a otros.

El suicidio

Cuarta, porque, además de inútil, sería suicida para Ciudadanos y gravemente perjudicial para España. Una vez conseguida la investidura, ahí se acabaría la geometría variable de Sánchez. A partir de ese momento, sus políticas serán exclusivamente las que consensúe con populistas e independentistas, porque su estrategia es consolidar el frentismo de Zapatero y esto exige asfixiar a Ciudadanos, relegándolo a la irrelevancia más absoluta.

Pero con una gran diferencia: Ciudadanos habría perdido en el camino toda legitimación como oposición y, con ella, su utilidad. En definitiva, el suicidio -estéril- de Ciudadanos y un daño irreparable para España, que se vería privada de la que probablemente sea su última esperanza de regeneración.

Éstas son las razones. Son poderosas. Pero no basta con tenerlas, sino que hay que explicarlas. En esta tormenta interesada de confusión y mentira, los ciudadanos tienen derecho a saber, a sentirse confortados sabiendo que su voto está siendo bien administrado.

A Sánchez lo ha definido el pacto con Bildu en Navarra, le entrevista de Otegi  el trile callejero en Badalona y Zapatero

Es la hora de la pedagogía. El momento en el que un líder debe dirigirse directamente a sus compatriotas y explicarles el por qué. Si ante el Rubicón, Julio César dijo aquello de “¡Vayamos adelante por la fuerza de nuestras convicciones y la iniquidad de nuestros enemigos!”, desde la campaña electoral pasada Rivera tiene la ventaja de tener ya escrito el final de su discurso, que tengo para mí que es la versión naranja de la frase romana: “¡Vamos!”.

La gente que una y otra vez escuchó este eslogan durante la campaña, sintiendo que quizás el tiempo de Cs ya había llegado, todavía no se ha ido a sus casas. Busca respuestas, pero continúa esperando.

Dispuesta, ahora como entonces, a seguir coreando con entusiasmo un mensaje que aún no ha olvidado. Basta con decirles que ellos, que un día vieron en Ciudadanos el instrumento para forjar cosas extraordinarias, para hacer realidad el sueño de una España desacomplejada, moderna y esperanzada, no se han equivocado.