| 27 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Sánchez, con la premir británica, Theresa May, hace unas horas
Sánchez, con la premir británica, Theresa May, hace unas horas

Las preocupantes medidas que adopta Sánchez sin estar legitimado por los votos

Incumplido su anuncio de convocar Elecciones pronto, el presidente sobrevive en La Moncloa a base de cesiones inadmisibles, reales o retóricas, con quienes le dieron un puesto intervenido.

| ESdiario Editorial

 

 

Sólo un presidente y un Gobierno con una mayoría muy rotunda en las urnas podría plantear a la ciudadanía cambios que afecten a asuntos de Estado estructurales. Y ni aún en esa posición, tendría sentido sin buscar antes el mayor consenso posible con el resto de fuerzas democráticas.

Sin embargo, eso es lo que intenta o al menos difunde Pedro Sánchez, llegado a La Moncloa en una situación democráticamente inusual y cuantitativamente ínfima, sin contar con los votos de los ciudadanos y apoyándose en los mismos partidos que, antes de llegar a la presidencia, él mismo consideraba imprescindible contener y aislar.

En todas las democracias occidentales solo se buscan mayorías parlamentarias cuando primero se tienen en las urnas

La legalidad de su presidencia, fruto de una mayoría parlamentaria que en todas las democracias occidentales sólo se busca cuando primero se tiene en las urnas, no le confiere legitimidad para hacer lo que cada día anuncia él o su Gabinete: reformar de algún modo la Constitución para atender -en vano- las expectativas de un nacionalismo voraz con el que su Gobierno -que no España- está en deuda; cambiar la ley educativa para adaptarla a sus principios ideológicos; modificar la política migratoria de forma improvisada; conceder al PNV y Bildu el acercamiento de los presos de ETA o, entre incontables concesiones ya, estudiar la transferencia parcial de la Seguridad Social al País Vasco o de la Justicia a Cataluña.

 

Sánchez tiene 84 diputados propios y se ha sometido al escrutinio de las urnas en dos ocasiones casi consecutivas y recientes que aclararon, sin la menor duda, qué papel quisieron darle a él los ciudadanos: no el de presidente, desde luego, tal y como asumió en su investidura al anunciar que su moción de censura sería instrumental y para convocar Elecciones con rapidez.

Lejos de cumplir ese mandato ético y político, Sánchez pretende agotar la legislatura para mejorar sus perspecivas electorales -hundidas desde 2015 tal y como subrayaron sendas Elecciones Generales y todos los estudios del CIS hasta mayo- y, además, aprovechar ese tiempo para adoptar decisiones impropias de un presidente en su situación y casi en cualquiera.

Un chantaje diario

Porque ni la naturaleza de las reformas están asentadas en una legitimidad de votos ni atienden, tampoco, a una capacidad de diálogo y consenso que complete con mayorías parlamentarias sanas la insuficiencia de papeletas en las urnas. En realidad, todo parece o es directamente el abono de las facturas pendientes a cada socio de investidura, por mucho que se intente presentar el chantaje reiterado de éstos como un 'tiempo nuevo' sustentado en el talante.

Lo cierto es que el separatismo catalán no ha hecho ni el más mínimo gesto de distensión, si no todo lo contrario: ha incrementado sus exigencias y redoblado sus advertencias, con boicot insultante incluido a la Jefatura del Estado, consciente de que la endeble situación del inquilino de La Moncloa le permite aspirar al máximo con el mínimo esfuerzo.

 

 

Y lo mismo cabe decir de su otro socio en la moción de censura, Podemos, enfrascado en la ocupación de las mayores cuotas de poder en espacios como RTVE, objeto de un impúdico mercadeo que retrata a sus inductores de manera muy inquietante.

El independentismo y el populismo nunca serían socios del PSOE, dijo de nuevo Sánchez en incontables ocasiones antes de echarse en sus brazos para lograr lo que las urnas le habían negado. Y a ambos les paga un precio que los ciudadanos no han podido avalar de la única manera presentable en democracia: delegando esa capacidad de decidir en alguien a través de sus votos.

Sánchez llama  diálogo a abonar las facturas que le exigen, con chantajes, quienes le dieron la presidencia

Probablemente Sánchez no quiera hacer todo lo que dice y simplemente esté atrapado en un bucle en el que su mayor objetivo es ganar tiempo, mantener una imagen pública razonable y poder decirle a todo el mundo lo que quiere oír: a sus aliados, que sus aspiraciones van a ser colmadas; a los ciudadanos, que jamás pasará por determinados aros y a sus adversarios, finalmente, que ha sido dique de contención ante todas las fuerzas que la derecha señalaba como verdaderas dueñas del poder Ejecutivo.

No está en condiciones

Pero son demasiados discursos opuestos entre sí como para que funciones y permitan cumplir con el objetivo de cualquier Gobierno presentable: atender los anhelos de la mayoría de los ciudadanos y tener en cuenta los de las minorías para facilitar una convivencia razonable entre todos. Pedro Sánchez no está en condiciones de atender esa premisa, y ni todo el marketing político del mundo puede ni va a poder camuflarlo.